Miércoles, 19 Noviembre 2025

Mark Rothko: el color como drama y tragedia

El pintor letón-estadounidense revolucionó el expresionismo abstracto al convertir sus monumentales campos de color en espejos de la emoción humana más íntima.
Por Martín Sanzano Martes, 18 de Noviembre 2025

 

Marcus Rothkowitz, más conocido como Mark Rothko, fue un artista central del expresionismo abstracto que nació en 1903 en Dvinsk, cuando todavía reinaba el Imperio Ruso (actual Daugavpils, Letonia). Miembro de una familia judía de orientación laica, a los diez años emigró con sus padres a Estados Unidos para escapar de la persecución antisemita y se estableció en Portland, Oregón. A los dieciocho, ingresó con una beca a la Universidad de Yale, pero abandonó los estudios dos años más tarde, desilusionado por el ambiente conservador. Inmediatamente después se mudó a Nueva York, cuya vida bohemia lo impulsó a descubrir su vocación por la pintura. 

 

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Mark Rothko

 

De formación prácticamente autodidacta, Rothko tuvo un paso breve por la Art Students League, y fue allí donde el pintor cubista Max Weber (no confundir con el reconocido sociólogo homónimo) lo hizo ver el arte de otra manera: como un medio de expresión emocional, una corriente que estaba en auge en Europa, con la que Rothko se maravillaba en las exposiciones organizadas en el recientemente inaugurado Museum of Modern Art (MoMA), y de la que, décadas más tarde, él mismo se volvería pieza clave.

 

Los Diez Disidentes de Whitney

Los primeros pasos de aquel todavía incipiente pintor fueron a través de escenas figurativas de clara influencia surrealista. En aquellos años iniciáticos estaba interesado en la figura humana y los mitos. Fue entonces cuando cofundó el grupo “The Ten” (Los Diez, también conocidos como Los Diez Disidentes de Whitney) para protestar contra la presunta equivalencia entre la pintura estadounidense y la pintura literal, y también para dar a conocer a sus miembros durante la dura situación económica de la Gran Depresión. 

El grupo estaba integrado por el estadounidense Adolph Gottlieb (quien seguiría a Rothko en sus posteriores aventuras) y por otros artistas como Joseph Solman, Ben-Zion, Ilya Bolotowsky y Nahum Tschacbasov, quienes no solo compartían con Rothko la cosmovisión, sino también la historia de vida: todos habían escapado del Imperio Ruso de pequeños junto a sus respectivas familias, estableciéndose en Estados Unidos y encontrando en la pintura su medio de expresión.

A partir de la década del 40, Marcus Rothkowitz acortó su nombre al hoy reconocido Mark Rothko y comenzó a desarrollar su estilo característico. En esa etapa de inflexión, que coincide con el fin de la Segunda Guerra Mundial, hizo Multiformes, una serie de pinturas con las que dejó de lado decididamente el simbolismo, los mitos y la figura humana para comenzar a desarrollar un lenguaje cada vez más abstracto y propio: manchas de color diluidas, luminosidades y transparencias. 

 

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Multiform (1948). National Portrait Gallery Australia.

 

En ese período firmó el Manifiesto del grupo de artistas abstractos, junto al ya mencionado Gottlieb y a otro pintor neoyorquino, Barnett Newman, donde proclamaban la necesidad de una pintura que no describiera el mundo exterior, sino las emociones internas. Algunos buenos ejemplos de esa nueva búsqueda de Rothko son las obras Multiform (1948), No. 26 (1948) y No. 3/No. 13 (1949), donde las formas y las figuras están vagamente definidas, como así también los colores. Ese estudio intensivo no fue más que la antesala del estilo que definiría a Rothko para siempre, el Color Field Painting (Pintura de Campo de Color), un trabajo que realizó entre fines de los años 40 y principios de los 60, parte central del expresionismo abstracto y la Escuela de Nueva York. 

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 No. 3/No. 13 (1949). MoMA.

 

Esta serie de lienzos monumentales con rectángulos de color vibrante y bordes difusos buscaban expresar las emociones universales más básicas, como la tragedia, el éxtasis o incluso la condena, transformando el acto de ver una pintura en una experiencia espiritual. En otras palabras, se trataba de grandes superficies de color uniforme o suavemente modulado que apuntaban a generar emociones directas en el espectador. 



Aproximación a la obra: No. 61 (Rust and Blue) (1953)

Una buena manera de adentrarse en esta etapa fundamental de la obra de Rothko es a través de No. 61 (Rust and Blue) de 1953, que actualmente se puede visitar en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA). También conocida como Brown Blue, Brown on Blue, es una de las pinturas más representativas de este período prolífico. La pintura está compuesta por tres campos cromáticos distribuidos horizontalmente sobre un lienzo de casi tres metros de alto y más de dos de ancho. 

 

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No 61. (Rust and Blue, 1953). Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA).

 

En la parte superior aparece un rectángulo amplio de un rojo óxido, casi borgoña, suavemente difuminado hacia los bordes. Debajo, separado por un borde claro, se despliega un panel azul profundo. En los márgenes, y también entre las bandas de color, se insinúa un marrón terroso que se funde con la superficie y genera una atmósfera envolvente. La sensación no es de contemplación, sino más bien de inmersión en esa escala de colores.

El título de la obra, como en casi todos sus trabajos, es apenas un número y una descripción cromática. Rothko mostraba de esta manera su desconfianza en los nombres. No quería que el espectador buscara un significado narrativo. Una vez más, su objetivo era provocar emociones. Hacer que la persona que se parara frente a sus pinturas se sienta “dentro” del cuadro, no delante, involucrando sus sentimientos más íntimos.

 

Desenlace trágico

Durante los años 50, el artista alcanzó reconocimiento internacional. Expuso en el MoMA, en la Bienal de Venecia y en las principales galerías de Nueva York. Sin embargo, su relación con el éxito fue ambigua. En 1958 aceptó un encargo monumental, una serie de más de treinta lienzos para el restaurante del edificio Seagram, en Manhattan. Pero cuando vio el espacio (un comedor de lujo para ejecutivos), se sintió traicionado por la idea misma del arte como adorno del poder. Canceló el contrato y guardó los cuadros. Algunos de ellos terminaron en la Tate Gallery de Londres y la National Gallery de Washington.

A finales de los años 60, su paleta se volvió más oscura. Los colores vibrantes dieron paso a gamas de vino, marrón y negro. En 1968, le diagnosticaron un aneurisma aórtico, pero no lo operaron debido a su avanzada enfermedad hepática, consecuencia de años de consumo excesivo de alcohol. 

En 1969, se separó de su segunda esposa, con quien tuvo dos hijos, e inició un tratamiento para la depresión. Finalmente, en 1970, pocos meses después de finalizar los murales para la Capilla Rothko en Houston (su proyecto más ambicioso, un espacio octogonal con catorce lienzos casi monocromos), el artista se suicidó en su estudio de Nueva York a los sesenta y seis años.

 

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Capilla Rothko en Houston.

 

Su corpus de obras, donde la luz y la oscuridad, el óxido y el azul, se fusionan para contener la inmensidad del espíritu humano, son una parte ineludible de la historia universal del arte abstracto.

 

 

 

 

 

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