Retratos extraordinarios: Clotilde con traje negro de Joaquín Sorolla 

El retrato de 1906 es una de las obras más emblemáticas del pintor valenciano. Eslabón perdido entre Goya y Picasso, es considerado el gran maestro del luminismo español. 
Por Gisela Asmundo

 

Joaquín Sorolla y Bastida nació en Valencia el 27 de Febrero de 1863. Hijo de Don Joaquín Sorolla y Doña Concepción Bastida, quedó huérfano de padre y madre, siendo un niño de apenas dos años, por lo que fue criado por su tía materna, al igual que su pequeña hermana. Tuvo una infancia relativamente normal, demostrando en su temprana edad actitudes distinguidas para el arte.

Estudió dibujo en la Escuela de Artesanos de Valencia y en 1878 se enroló en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos donde estudió hasta 1881. Al finalizar su formación comenzó a enviar sus obras a concursos provinciales y exposiciones nacionales, como la de Madrid de 1881, donde presentó tres marinas valencianas que no tuvieron éxito por no estar dentro de la temática de moda de pinturas históricas.

Al año siguiente estudió la obra de Velázquez y otros pintores en el Museo del Prado, siendo su gran anhelo algún día formar parte del acervo de dicha colección (hoy sus obras forman parte del mismo). Tras numerosas visitas al museo, pintó en 1883 el lienzo inédito Estudio de Cristo, donde se observa la clara influencia del Cristo Crucificado de Velázquez, a quien realmente admiraba.

 

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 Estudio de Cristo,1883. Óleo sobre tela,. Colección privada.

 

Comienza así su "etapa realista", siendo su profesor Gonzalo Salvá. En 1883 consiguió una medalla en la Exposición Regional de Valencia y en 1884 le otorgan la Medalla de segunda clase en la Exposición Nacional gracias a su obra Defensa del parque de artillería de Monteleón, pintura dramática y oscura, hecha expresamente para la exposición.

 

Dos_de_mayo_por_Joaquín_Sorolla.jpgDefensa del parque de artillería de Monteleón, 1884. Óleo sobre tela. Museo Víctor Balaguer,  Barcelona.

 

En El crit del palleter, sobre la Guerra de la Independencia, cosechó otro gran éxito en Valencia que le permite obtener una pensión a cargo de la Diputación Provincial de Valencia para poder viajar a Roma, donde aprecia por primera vez las obras de los grandes maestros renacentistas. Con su amigo, el pintor Pedro Gil, se traslada también a París durante el primer semestre de 1885, y conoce de cerca la pintura impresionista que también influye en su estilo. Entra en contacto con las vanguardias europeas y queda impactado con las obras de los pintores John Singer Sargent y Anders Zorn. 

Otro factor determinante en sus años de formación fue su relación con el fotógrafo Antonio Garcia Pérez, con cuya hija, Clotilde García del Castillo, se casaría en 1888 en Valencia. Sorolla conoció a su suegro por el hijo de este último, José Antonio, que era uno de sus compañeros en la Escuela de Bellas Artes.

La pareja vivió un año más en Italia, en la localidad de Asís. A esta época pertenecen algunas de sus obras como Vendiendo melones, etapa en la que pintaba temas costumbristas y anecdóticos, por su fácil comercialización. Por lo general eran pequeñas acuarelas que luego vendía su marchante, Francisco Jover.

 
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Vendiendo Melones, 1890. Óleo  sobre tela. Museo Carmen Thyssen, Málaga.

 

En 1889, el pintor y su familia se instalaron en Madrid y en apenas cinco años, Sorolla alcanzaría gran prestigio como pintor. En 1894, viaja de nuevo a París, donde profundiza y desarrolla una vertiente del estilo pictórico denominado Luminismo, que sería característico de su obra a partir de entonces. En paralelo continúa con su pintura de denuncia social que tantos éxitos le había reportado en los últimos años con obras como ¡Aún dicen que el pescado es caro! (1894).

Comenzó a pintar al aire libre, dominando con maestría la luz y combinándola con escenas cotidianas y paisajísticas de la vida mediterránea. En El regreso de la pesca, La playa de Valencia Triste herencia, describe el sentimiento que le producía la visión del Mediterráneo, transmitiendo el esplendor de una mañana de playa con un colorido vibrante y un estilo suelto y vigoroso.

 

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 El regreso de la pesca, 1894. Óleo  sobre tela. Museo de Orsay, París.

 

Con Triste herencia recibe en 1900 el Grand Prix en el certamen internacional de París. El realismo social de esta tela es una clara vocación por la investigación. El cuadro es una de sus producciones más elaboradas con un contenido social (los niños son discapacitados con poliomielitis, que en esa época se creía era causada por enfermedades congénitas como la sífilis padecida por sus padres, de ahí su título). La pintura tomó por sorpresa la exposición mundial de París, después de lo cual el artista nunca volvería a este género en particular. 

 

Triste_herencia_por_Joaquín_Sorolla.jpgTriste herencia, 1899. Óleo sobre tela, 212 x 288 cm. Colección privada.

 

Aunque se trata claramente de un estudio de pintura, el encuadre y la forma en que se trata al grupo de niños más al fondo, presagian algunos de los elementos que luego reaparecerían en las escenas de playa. Esta relación aparece aún más claramente en algunos de los bocetos preliminares, que conservan la intimidad de la pintura al aire libre.

Tras muchos viajes por Europa, principalmente Inglaterra y Francia, celebró una exposición en París que le ocasionó un nuevo reconocimiento internacional inusitado, conociéndose su obra pictórica por toda Europa y América.

Hacia el verano de 1905 realiza en Jávea una serie de pinturas de niños desnudos, que se volverían famosas y que le valieron el posterior encargo de la Hispanic Society of America. Uno de los cuadros más destacados de esa serie es El baño (1905) que pertenece a la colección del MET de Nueva York.

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 El baño,1905. Óleo sobre tela, 90.2 x 128.3 cm. Metropolitan Museum, Nueva York

 

La primera vez que Sorolla expuso en Inglaterra fue en 1908 en una exhibición muy grande en las Grafton Galleries de Londres, que se ubicaba en Mayfair y en la cual participaron los más destacados artistas mundiales. Más de un siglo después, en una exposición dedicada al artista en la National Gallery de Londres en 2019, sus pinturas reafirmaron su posición como uno de los más grandes pintores de la luz de todos los tiempos.

En la exhibición se presentaron 58 pinturas que esbozan distintos temas sociales que ejecutó durante la década de 1890. Incluyó retratos, paisajes, marinas y las escenas de playa con las que más se lo asocia. Su gran serie Visión de España, conformada por imágenes enciclopédicas de España al borde del mundo moderno realizadas para la Hispanic Society de Nueva York, también fue exhibida en la National Gallery.

Casi injustamente olvidado tras su muerte el 10 de Agosto 1923, su esplendor artístico trascendió las décadas, para reivindicar al gran maestro moderno español.

 

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 Autorretrato, 1904. Óleo sobre tela. Museo Sorolla, Madrid.

 

Aproximación al retrato Clotilde con traje negro (1906)

Clotilde García del Castillo, esposa del pintor valenciano, posando en su casa con un llamativo traje español de noche, es un fino ejemplo de como Sorolla por aquella época avanzó con sus propias herramientas hacia el terreno de los retratos mundanos propios de Sargent (pintor estadounidense, considerado el "retratista de más éxito de su generación"). De hecho, el retrato de Clotilde guarda cierta semejanza y ha sido objeto de comparaciones con el formidable retrato de Madame X (1884) del propio Sargent, ambos actualmente exhibidos en el Met de Nueva York.

 
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 Clotilde con traje negro, 1906. Óleo sobre tela, 186.7 x 118.7 cm. Metropolitan Museum, Nueva York.

 

Sorolla ejecutó el retrato de su mujer con una gran naturalidad, como otros retratos similares encargados al artista. En la pintura se destaca la manera de abordar la textura y los matices del color negro del vestido, en contraste con otras obras del autor que describen escenas al aire libre.

En la fotografía de Sorolla retratando a Clotilde se puede observar cómo procedió de manera altamente convencional: primero dibujó las facciones de su modelo y luego los pliegues del vestido en carboncillo antes de aplicar el color.

 

a62540e8da9d9b0d5d8dc773d648c3fd.jpg Joaquín Sorolla retratando a Clotilde García del Castillo

 

Detrás de la retratada aparece en la obra otra pintura de Sorolla, de una santa, realizada durante los primeros meses de su matrimonio en 1888. Y en el extremo derecho, el artista representó el borde de otro lienzo, un indicio que recuerda a otro pintor y compatriota del siglo XVII muy admirado por él, el mismísimo Velázquez. La obra ocupó un lugar destacado en la exitosa exposición de 1909 de Sorolla en la Hispanic Society of America de Nueva York, donde el Metropolitan la adquirió de inmediato.

Clotilde, fue su musa, confidente, compañera de viaje, y hasta se ocupaba de la contabilidad de la casa. Sorolla la llamaba su ministra de Hacienda. Fue retrada varias veces por su marido. Otro cuadro maravilloso es Desnudo de Mujer que también evoca a Velázquez. 

 

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 Desnudo de mujer, 1902. Óleo sobre tela, 106 x 186 cm. Museo Sorolla, Madrid.

 

En una carta encontrada dentro de la correspondencia epistolar entre ambos, el artista expresa su felicidad con palabras de gratitud y consideración hacia Clotilde por haber recibido la Gran Medalla del Estado de Viena: "Supones bien, querida Clotilde mía, al pensar que debo estar muy contento, verdaderamente lo estoy y mucho, y más cuando como tú dices bien, no lo esperaba, te felicito pues, a los dos nos pertenecen por igual las alegrías como las tristezas...".

 

Un experto de la luz

Existen dos variables que conectan instantáneamente con el arte de Joaquin Sorolla: la primera es la pura habilidad técnica, se observa una reverencial capacidad para hacer algo excepcional, sobresale su gran talento, que le permitió realmente hacer con la pintura lo que quiso; y la segunda es la ambición que subyace detrás de todo su trabajo, la noción de cómo las grandes imágenes pueden tener un impacto real al usar la técnica de manera extraordinaria y convincente, y pensarla a gran escala. 

Su virtuosismo para captar los efectos más fugaces de la luz solar, lo hicieron famoso mundialmente en su época. Pero más allá de la teoría o el mercado del arte, la habilidad con la que Sorolla logró capturar la naturaleza, y el mero placer de ese acto, posee, en cierto sentido, una cualidad maravillosa, directa e inmediata.

 

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Mar de Jávea, 1905. Óleo sobre tela. Museo Sorolla, Madrid

 

Muchos de sus retratos están profundamente arraigados en la tradición española de Velázquez y Goya. Sus paisajes, suelen ser composiciones audaces que muestran a familiares y amigos divirtiéndose en la naturaleza. La alegría de los cuadros de Sorolla también es un rasgo llamativo. Sus obras más famosas están ambientadas en las playas de Valencia a lo largo y ancho de la costa española. Escenas lúdicas y de trabajo junto al mar, obras que establecieron su fama internacional, no solo en Europa, sino también en los Estados Unidos, y por supuesto en Argentina. 

El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires cuenta con un acervo importante del artista valenciano. El público argentino sintió admiración por la obra de Joaquin Sorolla, figura presente en los salones de arte español organizados por el tarragonés José Artal entre 1897 y 1913.

 

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En la costa de Valencia, 1898. Óleo sobre tela, 57 x 88,5 cm. Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.

 

Uno de los fenómenos más significativos dentro del mundo del arte en los últimos años del siglo XX fue el creciente interés por parte de eruditos y coleccionistas por las manifestaciones artísticas del XIX, que habían quedado relegadas por su marcado conservadurismo, academicismo o la persistencia de la tradición, en contraste con las vanguardias de arte moderno que fueron emergiendo a principios del XX. Sorolla es un claro ejemplo de este fenómeno, que durante los primeros quince años del siglo XX disfrutó de un extraordinario prestigio alrededor del mundo, sobre todo en Estados Unidos; pero luego de su muerte, se eclipsó su fortuna.

Aunque la mayor parte del corpus de su obra corresponde a principios del siglo XX, por técnica, temática y sensibilidad, se lo asocia a los pintores de entrenamiento academicista del siglo anterior. Pero Sorolla no era uno de estos, con su técnica excepcional, ingresó en la contemporaneidad con la merecida denominación de expertise de la luz. Fue el gran eslabón perdido durante los primeros años del siglo XX,  entre la muerte de Goya y el surgimiento de Picasso. 

 

 

 

 

 

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