Claudia Fontes: "Los artistas vamos a tener mucho trabajo porque va a haber mucho que sanar"

Criada en Haedo y radicada en Inglaterra, representó al país en la Bienal de Venecia 2017. Tiene la convicción de que hay que dejar de ver al arte como un objeto de lujo.
Por María Paula Zacharías

"Los artistas vamos a tener mucho trabajo porque va a haber mucho que sanar. Creo que nosotros tenemos cierta capacidad de meternos en problemas y tratar de imaginarnos otras maneras de pensar el mundo", dice Claudia Fontes, la artista que representó al país en la 57ª Bienal de Venecia 2017, nacida en Buenos Aires en 1964, criada en Haedo y radicada en Inglaterra en 2002. Su nuevo taller está construido en el fondo de su casa en Brighton, que queda en la última calle antes de una reserva natural. Por ahí camina con Alma, su perra, hasta el Meridiano 0, a dos horas a pie. "Es muy fácil sobrevivir acá, si aprendés podés comer del entorno", cuenta. Claudia piensa en obras y se deja guiar por lo que el material le dice. Recolecta piedras para descubrir qué formas guardan, a la vez que investiga en un monumento que Rogelio Yrurtia imaginó y nunca pudo hacer realidad. También prepara un proyecto para la Highline de Nueva York. 

 

–Empecé el año destruyendo el fondo del jardín y armando un taller. Me vino muy bien para lo que vendría después y que yo desconocía, porque terminé teniendo el taller en casa… Yo antes trabajaba en un edificio muy grande en el centro de Brighton, un edificio donde hay como cien artistas. Pero a mí me gusta mucho trabajar de noche, así que ahora finalmente trabajo cuando tengo ganas. No es tan grande, pero me alcanza para hacer trabajos pequeños, de pruebas y maquetas, o trabajos de escritorio, como el de la Bienal de San Pablo. Y cuando hago piezas más grandes siempre es en colaboración con otros. Ahora, por ejemplo, estoy empezando una serie de piezas muy grandes de barro, pero voy a trabajar con un taller de ceramistas en Exeter, y creo que voy a ir yo para allá porque tienen un taller grande, un horno enorme. Me las arreglo, digamos. Mi hijo ya se fue a la universidad, y estoy retomando una libertad que tenía cuando empecé a hacer arte. 

 

–Tu mesa de trabajo está llena de formas…

–El ecosistema en el que estoy parada es como si fuera el fondo del mar. En algún momento el mar cubrió esta zona. Si hacés un pozo, tenés una capa de tierra fértil de 10 centímetros y debajo todo es tiza blanca. En parte, mi obra siempre estuvo inspirada por ese blanco que me rodea… y estas piedras, que creo que son roca basáltica, están en medio de esa tiza. Cuando aran el campo de en frente de mi casa salen las rocas para arriba: yo le llamo “la temporada de las rocas”. Hace varios años que voy a cosecharlas y después las devuelvo. La premisa es que el campo es un gran rompecabezas, y eventualmente puedo conectar las piezas y armar una figura. Me tomo el trabajito de ver cuál iría con cuál, voy tratando de que coincidan las formas, es como un trabajo arqueológico. Siempre me interesó interrogar los materiales y la historia detrás de ellos. Desde mis primeras obras en los años 90, el concepto de la obra estaba amarrado al material. Pero quizás en esas obras, como buena artista joven, cometía un pecado que muchos comentemos: trataba de tener una idea a priori. Ahora no tengo ganas de controlar nada. Estoy empezando a trabajar de un modo más consciente con la agencia de la materia, como si yo fuera un médium. Quisiera registrar la agencia de la arcilla mientras trabajo, la respuesta de la arcilla a mi acción sobre ella.

 

–¿Cuántas ideas descartás en el camino por cada idea exitosa?

–Millones, por eso trabajo muy lento, tengo una autocrítica tremenda. Una de las cosas que estuve haciendo en la pandemia fue poner en orden “el compost”: ideas y semi -ideas de obra desde 2014 para acá. Así que tengo un montón de trabajo por hacer.

 

–Sos una gran analista y estás todo el tiempo pensando en la naturaleza. ¿Cómo ves el mundo?

–Cuando empezó la pandemia, y más allá de todas las tragedias que sucedieron, dentro de todo sentía que algo se estaba restaurando ahí afuera, algo de lo cual no éramos agentes, y que se restauraba a nuestro pesar. Sentía que el virus éramos nosotros, y eso que llamamos virus era la vacuna. Pero ahora no tengo ni siquiera ese confort, ese consuelo. Sabemos que la vida va a seguir, pero también que le vamos a seguir haciendo daño al planeta. Acá en Inglaterra todo está volviendo a la normalidad. Yo vivo en un espacio de recreación, donde la gente viene a pasar el fin de semana. Estos días la playa fue una romería. Está bien, la gente necesita distraerse ¡pero dejaron una pila de basura tan enorme! Si después de esto no hay un cambio de comportamiento, ¿qué es lo que lo va a producir? Múltiples preguntas éticas surgen de todo esto. Pienso mucho en la Argentina, desde acá siento que la cuarentena les ha sido difícil, pero los han cuidado. Yo acá no me sentí cuidada, era tan claro que querían que nos contagiemos y que se muera el que tuviera que morirse. Sería bueno sentirse cuidada en todos los aspectos. Habría que tomar conciencia sobre lo que está pasando allá con los incendios y los humedales. Va a haber mucho que sanar, así que los artistas tendremos mucho trabajo, porque tenemos cierta capacidad para imaginar otras maneras de pensar el mundo. Creo que tenemos que tomarnos esa responsabilidad muy a pecho, y tratar de activar desde ahí, para que la gente pueda también imaginar otras maneras de estar en el mundo. Tenemos que levantarnos todos los días y saber que esto que hacemos es importante. Quizás sea complicado: me imagino que muchos deben estar pensando lo contrario… Pero lo primero que hay que hacer es dejar de ver al arte como un objeto de lujo. Es un bien que trae otra manera de pensar, intuitiva, afectiva, no reduccionista. Es importante. Aunque lo que estés haciendo sea juntar piedras. Tratemos de imaginar esta misma realidad sin arte… El arte es otro ecosistema que hay que preservar. 

 

Adelanto del libro Artistas de entrecasa. Diario de cuarentena en la voz de 90 artistas.

Entrevista completa en YouTube (Buenos Aires, 24 de agosto de 2020).

 

 

 

 

 

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