Claudia Lamas: “Lo único que me importó siempre fue la calidad de artistas de acá”

Sus años como directora del MAC de Salta y como impulsora de la reciente Feria de Arte de Salta, han contribuido a la escena del NOA con un énfasis sin precedentes en artistas de la región. 
Por Juan Gabriel Batalla

 

Durante once años Claudia Lamas estuvo al frente de la dirección del Museo de Arte Contemporáneo de Salta (MAC), espacio al que le dio una identidad que puso énfasis en los artistas locales como no se había hecho hasta entonces. Esta acción, que puede parecer lógica, de sentido común incluso, contribuyó al desarrollo de la escena artística de la provincia norteña que tuvo su gran fiesta con el debut de la Feria de Arte Salta (FAS), que mancomunó a artistas y galeristas, coleccionistas y políticas públicas en asociación con privados.

Arquitecta, artista plástica y gestora cultura en el campo, Lamas inició su carrera artística en 1993 y fue seleccionada en numerosos salones de pintura en la Provincia de Salta, mientras que se desempeñaba como directora de Proyectos Urbanos Especiales y luego como directora de Planeamiento Urbano en la Municipalidad de Salta.

Hasta que le llegó la oportunidad de tomar las riendas del MAC y su vida dio un vuelco. En esta entrevista, recorre sus inicios con el arte, la resistencia que tuvo cuando asumió el cargo y cómo, a partir de distintos programas, comenzó a gestarse una escena que dio espacio a artistas de todas las edades en el museo frente a la emblemática plaza 9 de julio.  

Actual subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Provincia y docente en la Universidad Católica de Salta (UCASAL), en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Lamas también realizó numerosas exposiciones, destacándose su muestra en Nueva York (2010) en la Agora Gallery.

 

-¿Cómo comenzó tu relación con el arte?

-A mí siempre me encantó el arte, pero no había una carrera de formación universitaria en Salta y dentro de las disciplinas que había estaba la arquitectura, que comencé a estudiar en 1992. La pintura, el dibujo, siempre había sido desde chiquita mi pasión, pero cuando entré a la facultad me di cuenta que no sabía nada de arte o que había otra dimensión de lo artístico que desconocía. Entonces, gracias a mi mamá, una fundación me becó para que estudiara arte con María Eugenia Pérez, la mamá de Guadalupe Miles, que es una artista plástica muy talentosa. Entré y toda la carrera de arquitectura la hice paralela estudiando y después sí hubo como una situación muy como bisagra en mi vida, que fue en 1998 que me recibí y paralelamente empecé a concursar en Salones de Arte. En Salta se hizo el primer Salón Nacional de Artes Visuales, que organizó el Gobierno. En ese momento me acuerdo que fue como con unos premios impresionantes, con una gran convocatoria y yo me presenté por primera vez con una obra mega gigante y fui la única salteña seleccionada, con primera mención, en ese momento.

Ahí me di cuenta que esto era algo más profesional, que no era solamente algo que a mí me gustaba, sino que también podía hacer una carrera. Empezó el 2001 y en unas clínicas de Fundación Antorchas en las que quedé becada hubo mucha bajada de línea, sobre todo para los pintores, como que los que pintábamos no estábamos haciendo arte contemporáneo, por decirlo resumido. En ese momento decidí que me gustaba pintar, que no iba a seguir ninguna línea de vanguardia, ni meterme en el circuito. Paralelamente me pasó la vida porque me casé, tuve hijas y es como que yo seguí pintando y haciendo mi carrera fuera del circuito, vendiendo obra, exponiendo en distintos lugares. En 2003, empecé a trabajar en la Municipalidad como directora de Planeamiento Urbano, después como directora de Proyectos Urbanos, a cargo de muchos proyectos muy grandes.

 

-¿Y cuándo se produce el cambio hacia la gestión cultural?

-En 2010, cambia la gestión y ahí se produce el salto. Seguía de directora de Planeamiento Urbano y surge la posibilidad de exponer en Nueva York como artista y le pido asistencia a la provincia. Estaba Federico Posada, que me conocía como arquitecta, no como artista. Entonces me pidió que no me fuera, que el Museo de Arte Contemporáneo estaba sin director y que ya había hablado con el intendente, que era mi jefe. Me agarró como muy en frío, porque yo me estaba yendo a hacer la especialización en Urbanismo a España y a tratar temas municipales, estaba muy metida en el urbanismo y toda esa historia. Me dice “no me digas nada, pensalo, andate a España, en un mes cuando vuelvas, llamame”. Entonces me fui, eran todos directores de urbanismo de América Latina y yo de Salta, y mi profesor de la especialización, que era el director de Patrimonio de la Alhambra, en un momento dado me dice “tenés que volver a Salta y aceptar lo que te propusieron. Esto es parte de tu formación, sos artista y es un desafío como arquitecta, como amante del patrimonio que aceptes esa propuesta”. Cuando volví, lo llamé a Federico y él tenía todo listo ya, temía que ya hayan elegido otro director porque estuve un mes afuera, era lógico. Él ya había hablado con el intendente, con todas las personas para que me mudara del municipio a la provincia. Entré a trabajar en agosto al MAC y él renunció a los dos meses como ministro.

 

-¿Cómo fueron esos inicios de construcción en un museo acéfalo?

-Durísimos. Ni siquiera me habían dicho que hay que ir por este lado, nada. Lo que sí me dijo fue “por favor, hacé algo con ese museo, con esa vidriera, porque está a la calle y es horrible”. En esa época todavía no había toda esta profesionalización que hay de los museos hoy, después se empezaron a elegir los miembros por concurso y todo se hizo durante el kirchnerismo. Había dos museos, nada. Los dos primeros años la pasé muy mal porque para el mundo del arte en Salta fue como que yo aterricé de la nada misma, porque no había seguido metida en el circuito artístico, ni haciendo lobby en Buenos Aires, ni viendo a los curadores de turno. Había hecho el camino por otro lado, por la gestión pública, pero no por el cultural.

 

-Hubo resistencias.

-Muchísima, muchísima resistencia. Fue muy duro porque yo tenía en contra a todos los artistas contemporáneos, entre ellos Roxana Ramos, Ana Benedetti, Yayo Pellegrini, todos re capos. Fueron meses de mucha soledad y ahí tomé muchas decisiones que me fueron surgiendo. Después, estudié la Maestría de Patrimonio, porque obvio todo esto requiere una formación específica, pero al principio casi intuitivamente fui desarrollando maneras de cómo conseguir recursos para proyectos que sean de impacto para que el museo se desarrolle y también para captar la “benevolencia” de los artistas y de la comunidad. Empezamos con un plan del museo hacia la sociedad, que fue intervenir las vidrieras con artistas contemporáneos argentinos, porque no se entendía que ahí había un museo desde afuera. Lanzamos una muestra espectacular de sillas de artistas, con diseñadores, y arquitectos, con sillas famosas, y ahí despegó.

 

-El cambio comenzó en la relación más directa con el afuera, fue de afuera para adentro.

-Sí, y empezamos a conseguir fondos para que cada dos meses pudiéramos cambiar esas vidrieras y luego lanzamos con el equipo “Salteños en el Mac”, que fue también como un guiño a la comunidad artística y a todos mis contemporáneos de empezar a armar una megamuestra. Ya todos teníamos 40 años y claro, estábamos grandes y había muchos artistas de mi edad que estaban con premios nacionales. Entonces la idea era cómo darlos a conocer en Salta y lanzarlos y que se proyecten de otra manera con el museo. Armamos una muestra entera de un artista en todo el museo, con una publicación de calidad y empezó un ciclo que, una o dos veces al año, se elegía un salteño para que mostrara toda su producción, casi una retrospectiva. Y eso duró 12 o 15 años. Entonces se hicieron muchas publicaciones, se le dio el espacio a cada uno. La última de las mías fue la de Roxana Ramos y también coincidió con un momento en que ya después no hubo más presupuesto para catálogos, que yo los sacaba de otros fondos que gestioné. El museo me dio mucho training para gestionar fondos por otros lados por fuera del Estado, para hacer los proyectos. Y después armamos otro proyecto muy bueno, que se llamó “Boom”. Porque en ese momento se cortó un poco esta escena de artistas de los 40 para arriba, ya casi no había más.

 

-Fuiste a buscar a los artistas emergentes, entonces.

-Sí, ¿dónde están los artistas jóvenes? ¿Qué está pasando? ¿Qué están produciendo? Hicimos la convocatoria “Boom Arte Salteño Joven” y eso me sacó de mi zona de confort, me empecé a meter en otros lugares, a recorrer talleres, iba a las muestras y a la vez los artistas se acercaban más al museo. Empezó una apertura mía, más personal, porque yo los primeros años como que me encerré mucho en la gestión, no interactuaba por la resistencia y yo me protegía. Empecé a armar estos proyectos como para ir articulando mejor y Boom fue un período en el que empezó toda una etapa de amigarme con ese medio. No pararme desde el lado de enfrente, sino tratar como de meterme desde otro lugar.

 

-¿Cómo fue la articulación del proyecto? Porque una cosa es un artista de mediana carrera, con premios como decías, y otra trabajar con jóvenes que aún están buscando, en muchos casos, su propia voz artística.

-Fue un proyecto espectacular, porque de ahí surgieron muchos de los artistas que hoy están en la escena. El objetivo era traer a una persona que no fuera de Salta, con un curador que los asistiera durante un año en sus proyectos y que después hicieran una muestra y que los diéramos a conocer. Empecé también a viajar a arteba. Desde que entré al MAC inicié el programa de colecciones en arteba y conocí también a quiénes eran los curadores del Barrio Joven, como por ejemplo Raúl Flores, que estaba haciendo un proyecto que se llamaba Yungas acá en el norte y trabajaba con artistas locales y eso me gustaba. Después veía que eso también lo reflejaba cuando estaba en arteba, que seleccionaba artistas más del interior que de Buenos Aires. Lo llamé y le propuse participar en este proyecto, vino a Salta e hizo distintas instancias hasta que hicimos la muestra. De ahí surgió otra camada de artistas muy buena. Algunos están a full trabajando y eso fue un proyecto realmente de alto impacto en la escena.

 

-Una especie de semillero local que termina ganando espacio en la escena nacional y también en la internacional, porque los artistas de la región ya se encuentran en las principales ferias del mundo. Fue una especie de tormenta perfecta, digamos.

-Creo que fue un trabajo desde distintos sectores que coincidió en el tiempo y espacio y que terminó como de consolidarse con la Feria de Arte Salta. Siento que se hizo mucho desde la gestión, pero también entiendo que solo desde el museo era imposible. Implementamos políticas de adquisiciones que no existían en Salta, nadie hablaba de comprar obra acá para los museos, era mala palabra. Entonces como que lo impuse como una política de Estado casi. Esas cosas tenían que pasar sí o sí, había que darles un impulso y ponerse firmes con eso, por más que de distintos lugares me dijeran “pero como el museo va a gastar plata en comprar obra” y qué sé yo. Era y es importante porque hay artistas, porque todo lo que implica el patrimonio. Convencer a toda la estructura pública, la política, la administrativa, de que eso era importante y al privado también, porque mucha de esa plata vino de ahí, fue un desafío enorme. De hecho, recién hace tres años se pudo comprar obra con plata del Estado, pero porque hubo un camino antes, de instalarlo.

 

-Decías al principio que no había una profesionalización en el arte, ¿cómo fue cambiando eso con el tiempo?

-Los artistas salteños fueron también profesionalizándose y las galerías de arte trabajando en ese camino. Fue un trabajo paralelo. Creo que hay una generación que del 2000, tanto yo en la parte de la gestión como los artistas, que impactaron mucho en la escena nacional, hicieron un trabajo sostenido, trabajando también hace un montón de tiempo. Han ido haciendo un trabajo de hormiga, de ir a Buenos Aires, de estar, porque hay que tener presencia allá, y yo sentía que también desde lo institucional teníamos que estar, no importa si no comprábamos ese año o si comprábamos, pero había que estar, había que ir. Y en ese punto siento que arteba ha sido importante para nosotros porque ha sido el lugar donde yo he podido articular con el coleccionismo, con otras instituciones, con otros artistas. Y también una cosa que fue re importante es que si iba a la feria como museo a comprar sí o sí tenía que comprar un salteño. No era comprar un Liliana Porter como se había hecho, que está buenísimo que haya un Porter en la colección, pero la labor del museo tiene que ser la de darle valor a ese salteño y posicionarlo tanto en la colección como en la feria.

 

-Nombrabas recién a la Feria de Arte Salta (FAS), que se realizó en colaboración con un grupo de coleccionistas que dieron un paso al frente, ¿cómo fue el proceso para llegar a la feria?

-Apenas ingresé al museo, empezamos a trabajar en clínicas sobre coleccionismo. Siempre me parecía súper importante esa parte, porque sin coleccionistas hay una parte de este circuito que está fallando, que falta. Se fue armando también, llevó mucho tiempo, diez, once años de construcción, de poner la semillita de que es importante. Y ahí aparecieron Esteban Drincovich, Virginia Blaquier, que siempre estuvieron. En los últimos años apareció más fuertemente Alfredo Muñoz, todas figuras que están apoyando, que están interesadas en la escena local, que compran arte salteño. Y en el 2019 hicimos una muestra de cinco colecciones salteñas en el MAC. Y ese fue otro momento que “¡wow!” Fue un momento importante en el arte, porque no sólo explotaba de gente el museo, sino por la cantidad de artistas que estaban exhibiéndose a través de estas colecciones y también por la cantidad de gente que me empezó a llamar para decirme “yo también soy coleccionista”. Eso significó que se armara un grupo con coleccionistas nuevos, integrarlos a todos y estar todo el tiempo charlando, mandando mensajes sobre las muestras, interactuar más seguido. Y al llegar la pandemia, hubo cambio de gestión, entró una nueva secretaria de Cultura que duró poco, le pidieron la renuncia y ahí sube el que era subsecretario de Patrimonio a Cultura y a mí me ponen a cargo de Patrimonio.

 

-Fue el fin del romance con el museo, por lo menos directamente.

-Dejé la dirección del Mac en el 2022, pero seguía bajo mi órbita porque un poco estoy y veo todos los museos provinciales. Y hoy trabajamos en conjunto con todos los museos de arte, pero ya se me sumó la arqueología, la antropología y todos los otros museos, el de la vid y el del vino, etcétera.

 

-¿Extrañas al museo después de tantos años y proyectos?

-Sí, un montón, pero igual sentía que tenía que haber un cambio. Digo, después de once años, había que mover un poco. Yo ya había hecho de todo, hasta una muestra internacional en Curitiba con Guadalupe Miles, había traído parte de la colección del Malba. Había un montón de cosas nuevas para hacer, pero me había quedado pendiente lo de la feria de arte. En el 2021 hablaba con las galerías para hacerla en el MAC, pero tenía una resistencia enorme por la posible sede. Claro, mi ámbito de acción era el museo. Yo podía ofrecer, hagamos acá, y había toda una resistencia y justo se produjo el cambio a Patrimonio. Eso amplió el espectro y también el impacto en la gente, porque una cosa es ser una dirección y otra cosa es estar en patrimonio, que tenés otra dimensión de la acción.

 

-No abandonaste la idea de la feria.

-No. Surgió Proyecto Norte con su iniciativa, vinieron los coleccionistas, me dijeron: “¿vos tenías un proyecto con galerías, por qué no lo hacemos acá?”

 

-Es muy llamativo como todos los puntos comenzaron a unirse, casi como un mapa de lo que se necesita para fortalecer una escena, con las políticas públicas, los aportes privados, los artistas de distintas generaciones y el desarrollo de las galerías. Y llega FAS que es un poco la frutilla del postre de todo ese proceso, en el cual estás presente, y te convertiste un poco en el puente entre todos estos espacios.  

-Creo que sí, parece muy fácil contarlo así, para atrás, pero lo único que a mí me importó siempre fue la calidad de artistas de acá. Nunca tuve dudas de eso y del nivel cultural que había en Salta, entonces siempre mi foco fue que eso se vea en otro lugar. No solo los actuales, los fallecidos como García Bes. O sea, toda la riqueza histórica cultural que tiene Salta. En cada instancia que fue pasando ese era el motivo, decir “bueno, esto se tiene que proyectar”. Parece que yo fui de alguna manera la que le dio visibilidad a todo esto, pero en realidad fueron acciones paralelas que las terminó aglutinando la feria.

La feria fue muy emocionante, me di cuenta de todo lo que se había trabajado, de todo lo que había pasado, de todo lo que habíamos hecho cada uno desde su rol y estaba pasando lo que tenía que pasar. Que haya visibilidad, que estén Claudia Alarcón y María Martorell expuestas en la Bienal de Venecia, pero no por una gestión mía. Pero sí siento que, por ejemplo, a Claudia nosotros fuimos a comprarle obra a arteba. Ella nos dijo todo lo que significó que el Mac le comprara una obra, porque la expuso en una situación donde todo el mundo puso el foco. Quizá fue por casualidad, sinergia, no sé, pero bueno, le impactó de una manera impresionante. Esto significó también que pasaran otras cosas, claro, pero siento que todos hemos empujado, cada uno desde su lugar para que se posicione más a los artistas salteños.

 

 

 

 

 

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