Juan Sorrentino: “Las vibraciones son medulares en como produzco”

Es uno de los recientes ganadores del Premio Fundación Fortabat 2021. Oriundo de Chaco, sus obras suelen operar en los límites del campo sonoro con materialidades que remiten a su lugar de origen.
Por María Paula Zacharías

 

Juan Sorrentino es uno de los artistas sonoros más activos de la escena local. Nació en 1978 en la provincia del Chaco, y sus obras se han exhibido en ciudades de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Su constante es la creación de piezas e instalaciones que exploran conceptos de lenguaje sonoro en un contexto poético y de imaginación colectiva. Graduado en Composición de la Universidad Nacional de Córdoba y con un postgrado en Tecnología y Video del MECAD-AESDI de Barcelona, se dedica a la docencia en universidades de Buenos Aires y de Resistencia. En estos días participa en muestras colectivas y premios varios, prepara envíos a bienales y exposiciones individuales, y trabaja el desarrollo y diseño de un libro con Fabián Muggeri que saldrá por la editorial KBB, y que permitirá hacer un recorrido por sus últimos diez años de producción. También dirije la residencia para artistas Monte Chaco, que mantiene dos convocatorias abiertas.  

 

- Estás participando en el Premio Fortabat con la obra Quebrachos ¿Cómo pensaste esa pieza? 

- La comencé a desarrollar en el 2020 y la terminé en el 2021. Forma parte de una serie de trabajos donde opera una lógica similar en cuanto al sistema que acciona sobre los objetos en la escena central. En Insistencia (2018) dos malacates arrastraban sobre el jardín de Proa21 un escombro de cemento y ladrillos haciendo un surco cada vez más profundo sobre la tierra. Luego vino la pieza del premio Braque 2019: un tronco muy grande de quebracho se arrastraba sobre veinte metros de vías de tren de un extremo a otro friccionando y desgastando su cuerpo contra el hierro. Y en este nuevo gesto en Fortabat, dos malacates arrastran de manera intermitente sobre la pared estos dos troncos de quebracho quemados que generan una trama y un residuo sutil sobre el suelo. En definitiva, lo que más me gusta de esta última pieza es su cualidad plástica y dramática de la trama-dibujo-residuo donde las mega carbonillas van desgastando hasta que en un momento dejan de dibujar. El cansancio, el desgaste, la exigencia puesta en la pared y al mismo tiempo el desmonte feroz y los recursos explotados de manera desmedida. También uno se acuerda aquí del Sísifo de Camus, un proto-artista contemporáneo cuya tarea sin sentido y sin objeto de empujar una piedra por una montaña cuesta arriba puede ser vista como un prototipo del time-based arte contemporáneo.

 

¿En qué estás trabajando ahora? 

- Por el momento, estoy produciendo dos proyectos en la galería Herliztka&Faria, una muestra colectiva en  mayo y un solo show en octubre.  En julio, viajaré a participar en la Bienal de Escultura en Chaco con la obra Derrumbe, más otro solo show en Fundación Andreani con una gran instalación de persianas mecánicas y sonora con raíces en el infierno del Dante. Entre los proyectos que estoy terminando está Mancuspias, un álbum de música que se manifiesta como un conjunto de esculturas sonoras en madera y de hierro que pueden actuar solas o como ensamble. Cada una de ellas tiene una particularidad sonora que se desprende de la materialidad que la constituye. Por ejemplo, Mancuspia#1  tiene unfragmento de una madera quebrada en su estructura, y sobre esta sonoridad se basa la composición musical.  Todas tienen un sistema de audio con un interruptor y una batería recargable de larga duración, por lo tanto pueden moverse o posicionarse en cualquier lugar del espacio. 

 

- ¿Cómo llegaste al arte? cuándo supiste que querías ser artista?

- No fue una decisión para nada planificada. A los siete años entré en contacto con la música y al poco tiempo sentí una conexión tan profunda que me di cuenta que mi universo iba por ahí. Fue una conexión muy fuerte y más espiritual que la del “ser artista”. Luego por curiosidad y necesidad de interactuar con otros medios me fui acercando a las artes visuales y al arte contemporáneo, pero todo fue un proceso muy sinuoso. Al comienzo reinó lo intuitivo y la ingenuidad. Crecí en Resistencia, Chaco, donde los estímulos externos eran muy escasos. Tuve la suerte de tener una familia que siempre aportó desde el arte y la música para que me pueda desarrollar con mucha libertad y un barrio de amigos lleno de músicos. Luego fui a estudiar composición musical en la Universidad de Córdoba y desde allí se empezaron a abrir nuevos caminos.  

 

Tu obra es anfibia, plástica y sonora. ¿Siempre, en toda tu producción, se conjugaron estas dos esferas? 

- Las vibraciones y oscilaciones son medulares en como pienso y produzco. Lo sonoro es producto de eso. Luego, las demás disciplinas u oficios se manifiestan como resultado de una necesidad especial en cada caso. No siempre están ensambladas estas esferas, pero la mayor parte del tiempo sucede.  En mi juventud nace una necesidad expresiva que no podía canalizar  a través de la música.

 

- En tu statement hablas del sonido como algo que va más allá de lo audible. ¿Qué  otras cosas podemos sentir?

- Me interesa el cuerpo sensible a las vibraciones, y como oído. Un gran sensor perceptible para la experiencia sonora. Pienso al sistema nervioso como un arpa resonante y empática a las frecuencias que nos rodean: somos una compleja tela de araña que responde y vibra por resonancia. Hay maneras de proponer estados y experiencias por medio del sonido que no están ligadas a una escucha musical, sino más bien física y psicoacústica. 

 

¿Cómo te sentís en el rol de curador/realizador, que desplegaste en la muestra La Suite de Proa?

- Fue una de las experiencias más enriquecedoras de los últimos años. Me sentí realmente muy bien en ese rol. Años anteriores participé como curador pero no a la escala de Proa y menos en un contexto tan complejo como el que vivimos en el 2020/2021. Con La Suite encontré la oportunidad de hacer interactuar como curador mi universo de la composición musical con el artista contemporáneo, el visual, el sonoro, el realizador y el productor. También participé como docente dictando cursos en Proa a distancia. La Suite nos planteó, junto a Segismond de Vajay, el otro co-curador, muchos desafíos; principalmente, realizar una selección entre más de treinta mil obras de la colección Fondos Regionales de Arte Contemporáneo (FRAC), Francia, y rediagramar la exhibición varias veces durante el periodo de confinamiento hasta que pudimos compartirla.

 

 

 

 

 

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