El pabellón francés es uno de los más visitados de la Bienal, las instalaciones que lo conforman son altamente cromáticas, muy visuales, y combina videos, esculturas y tejidos. El trabajo espacial es imponente. Por eso decido gestionar una entrevista a Julien Creuzet, el artista elegido por Francia para representar a su país. Hablo con la encargada de prensa y me recomienda enviar las preguntas al mail estipulado para esas cuestiones a los fines de evaluar cuál es la factibilidad del encuentro. A la noche cumplo con lo pactado sin demasiadas esperanzas. Sin embargo, por la mañana recibo la siguiente respuesta: “Buenos días, ¿estaría disponible hoy hacia las 15.30-16.00 para ver a Julien y hacerle algunas preguntas? Hasta pronto, Camille Brulé”. El mail me alegra doblemente, por la nota y por mi rústico, pero eficaz, manejo del francés.
Llego a la cita antes de tiempo, Camille no está, pero sí la agente que me recibió en la primera visita; me dice que en breve llegará Julien, que lo espere. Aprovecho para repasar las preguntas. Al principio se me había ocurrido hacer un video pero anticipé cierta resistencia del artista, y en efecto, Julien es un tipo calmo, parsimonioso, poeta de origen. Nació en París en 1986 y creció en Martinica. Hoy es profesor en la École nationale supérieure des Beaux-Arts de Paris. Cuando llega lo reconozco de lejos (sin conocerlo) y observo cómo la empleada me sale a buscar con diligencia; voy hacia allí, nos presenta y me otorga quince minutos para realizar la entrevista. "¿Son suficientes?", pregunta. Por supuesto.
Nos desplazamos con Julien apenas unos metros hasta refugiarnos debajo de una arboleda, es el espacio justo para dos, queda, al costado, un estrecho caminito por donde puede pasar otra persona. Es una especie de fortaleza natural, perfecta para conversar tranquilamente con alguien. Mientras preparo el celular, Julien empieza a armarse un cigarrillo lentamente, pero la palabra lentamente no describe con precisión sus movimientos, es más que lentamente, o menos.
-En su trabajo usted combina poesía, escultura, video. ¿Piensa que es una forma de mantenerse extranjero en los dominios del arte?
-¿En qué lengua le gustaría que responda?
-Puede responder en francés.
-¿En francés? Creo que esos materiales, la escultura, el video, la música, los olores, la poesía, son el arte. Son la posibilidad de extender y amplificar la cuestión del lenguaje o de reinventar el lenguaje. Y luego…también podría haber alimentos o comida, eso también es arte, eso también es lenguaje. Yo creo que el arte tiene posibilidades que aún no podemos imaginar.
-¿Cómo evitar en la actualidad una visión exótica del extranjero, del migrante, del otro?
-Eso depende. Es una pregunta compleja. Depende de quién seas, de dónde vienes y dónde te encuentras. Y depende de la noción de exotismo como noción conceptual e intelectual. Es una especie de desorientación en un lugar donde no se tienen todos los códigos. Lo que sé sobre la noción de exotismo es que siempre ha sido una búsqueda para muchos artistas y pensadores, por ejemplo, Segalen (1) o los pintores, pero hoy en día sigue existiendo y reinventándose. Lo que quiero decir es que si podemos amplificar la realidad con la ayuda de una cámara o con una nueva tecnología, no sé, animación, inteligencia artificial, cosas así, podemos reinventar también la cuestión del exotismo. Y así, el exotismo se renueva en función de cómo podemos ampliar la cuestión de lo real. Eso es una cosa. Exotizar al otro o al extranjero, ese es otro tema, y vuelvo al principio de lo que dije, depende de quiénes somos, de dónde venimos y dónde estamos situados. No puedo responder a esta pregunta con simpleza porque soy una persona negra, que tengo una historia, y definirme es un acto complicado. Podría sintetizarlo con una frase que no sé decirla en francés, pero sí en inglés: “soy francés, caribeño, afrodescendiente”.
-¿Cómo puede relacionar su trabajo en el pabellón con el título de la bienal, Extranjeros por todas partes?
-No nos conocemos, uno no se conoce, somos extraños el uno para el otro. No soy italiano, no soy de Venecia, entonces, cuando estoy aquí, ¿quién soy?, cada vez que me desplazo, ¿quién soy?, y cuando voy a la casa de alguien, o cuando entro en el espacio de otro, ¿quién soy? De hecho es una pregunta muy interesante y el título de la bienal lo es también porque dice algo profundamente real. Básicamente, esta cuestión de nombrar al extranjero no tiene importancia, porque no existe. Es una cuestión de... la humanidad es extranjera a la humanidad.
-Última pregunta. “No solamente el extranjero nos modifica sino que nosotros modificamos al extranjero”. Es una dialéctica entre los dos. ¿Usted está de acuerdo?”.
-Podría repetirme la pregunta.
Cuando la estoy repitiendo se acerca una mujer, medio perdida y me pregunta en un inglés italianizado, “¿conoce Australia?”, se refería al pabellón. Un instante de silencio y le respondo en italiano: "señora, estamos en una entrevista, disculpe" (la irrupción resultó muy pertinente porque demostró que lo extranjero está siempre acechando, adentro y afuera de nosotros).
-En lo que sí estoy de acuerdo es en que conocer al otro significa aprender del otro. Aprender no significa que uno haya cambiado. No significa que te vayas sin nada. Significa que sales con algo. Creo que es un asunto muy delicado, pero inevitablemente hemos aprendido unos de otros. Y eso es lo mejor de todo.
1. Se refiere al arqueólogo, etnógrafo y poeta francés Victor Segalen (1878-1919).