Carismático y luminoso, el artista multidisciplinario francés Ramuntcho Matta presentó su exposición Multi / Medium en Fundación Cazadores, con la participación de María Marta Fasoli, Alec Franco, Anna Lisa Marjak, Sofía Mastai y Florencia Walfisch. Su sentido positivo de la vida, su espíritu humanista, su tranquilidad para experimentar y su apertura al diálogo, logran transformar las charlas compartidas con él en momentos únicos y preciosos.
-Mucho se ha hablado sobre tu padre, el artista surrealista Roberto Matta, no obstante, me gustaría comenzar esta charla conociendo quién fue tu madre Malitte Pope.
-Mi mamá era hija de una madre austríaca y de un padre mestizo, mitad irlandés y mitad de Ghana. Nació en los Estados Unidos, donde se vivía fuertemente la cuestión de la segregación racial. Estudió en la Universidad de Cornell, cerca de Boston. En ese entonces, 1946-47, las radios tocaban el jazz de los blancos, un jazz lindo y limpio. En cambio, ella quería hacer una radio donde se pudiera tocar la música de los negros. La llamó Red, por el color de las camisetas del equipo de fútbol de Cornell. Era la época del macartismo, donde si alguien hacía algo llamado Red, era comunista. Por ello fue expulsada de la Universidad, lo cual fue una gran injusticia. Se fue a vivir a Italia, un país en reconstrucción después de la guerra, donde ser americana le daba un aura. Malitte era una mujer excepcional y poseía un don para juntar a la gente. Fue una excelente consejera, sobre todo para reunir artistas con empresas. Fue así que logró convencer a las empresas de nombrar un artista en cada Consejo de Administración, ya que para ella, eran los artistas quienes podían imaginar un futuro. Funcionó muy bien. Ella conocía la potencia del arte para ayudar al mundo. Tenía muy claro que el arte no era un elemento de decoración, sino una presencia que te ayuda a vivir mejor. Además, conocía a todo el mundo, era amiga de Marcel Duchamp, André Breton, Claude Lévi-Strauss y muchos otros.
-¿Cómo se conocieron tus padres?
-Mi padre (Roberto Matta) estaba casado con una italiana, pero tenía una querida. Un día la fue a ver, pero en vez de ella estaba mi mamá y así se conocieron. Se fueron a vivir a Francia, donde Malitte empezó a diseñar para la moda, mientras continuaba sus acciones políticas para ayudar a través de sus contactos. Estaba en contra de las guerras de Argelia y de Vietnam. Ayudó a los Black Panthers, quienes defendían la unidad por los derechos de las minorías raciales y el orgullo negro, a salir de los Estados Unidos para vivir en Argelia. Muchas veces los servicios secretos allanaron nuestra casa para buscar información.
-¿Cómo se involucró tu madre con el Centro Georges Pompidou?
-Un día Malitte recibió el llamado del Presidente Georges Pompidou. Como buena persona de izquierda ella no se hablaba con la derecha, así que de entrada se mostró poco interesada en la charla, hasta que Pompidou le explicó que tenía un proyecto importante para presentarle: el de hacer una biblioteca pública. Mi madre agregó que además de una biblioteca pública, era muy importante dar en el mismo lugar visibilidad a la creación industrial y la creación artística contemporánea. Inventó el concepto de ingeniería cultural, para otorgar relevancia al tema. Así comenzó el Pompidou. El Banco Rothschild quería hacer un gran proyecto inmobiliario en este barrio y la contrapartida fue financiar una gran biblioteca pública. Además de la biblioteca, el lugar tendría dos pisos de arte y uno de diseño. La dinámica consistía en activar un barrio totalmente abandonado. Lo primero fue buscar un director. Ninguna persona de la cultura quería trabajar con un gobierno de derecha, entonces Malitte viajó a Suecia a buscar a Pontus Hultén, personaje clave del arte de la segunda mitad del siglo XX y gran impulsor de los museos de arte contemporáneo. Él aceptó ser director, durante los mejores años del proyecto, donde se llevaron a cabo extraordinarias muestras como París-Nueva York; París-Berlín y París-Moscú. Además del Pompidou, Malitte creó un Centro Textil Contemporáneo en Lyon, donde se fabrican todas las telas. Ayudó a transformar una piscina en un museo en el norte de Francia y creó la Asociación de los Street Artists, para que pudieran tener muros legalmente.
Ella murió a los noventa años. Siempre fue una madre ausente, incapaz de dar cariño, pero en cambio, de ella aprendí el rigor. Yo fui todo lo contrario con mis niños. En la época cuando Malitte estuvo con mi padre, todos eran muy libres, no tenían la idea de propiedad. Mi mamá tenía queridos y mi papá queridas, pero cuando él se fue con Germana, su última mujer, Malitte no lo pudo aceptar. Dos meses atrás abrí por casualidad una caja chata que uso para apoyar el mouse de la computadora y ante mi sorpresa, encontré adentro fotos de mis padres en una reunión política en Bologna. Ella fue el gran amor de la vida de mi padre.
-Falta la película sobre Malitte.
-Ya tengo todo el material para hacer una película sobre su vida, tan solo necesito un mes con una editora para hacer como hice con Intimatta, la película que realicé sobre mi padre. El material está dentro de una maleta negra que dejó Malitte en la habitación donde falleció. La abrí y en ella solo hay fotos. Las dos primeras son de Louis Armstrong y Duke Ellington, y abajo están todas las fotos de Malitte hasta que encontró a mi padre.
-¿Cómo conociste al escritor, músico y performer inglés Brion Gysin ?
-Yo acababa de ingresar en el Colegio Libre Alfred de Musset, una escuela especial para hijos de artistas dirigida por Maurice Benhamou. Hice un trato con él de asistir tan solo a las clases de filosofía y poesía, y a cambio colaborar con su amigo Brion Gysin, poeta de la Beat Generation. A pesar de la diferencia de años -Gysin tenía sesenta y cinco años y yo quince- cultivé una profunda amistad con él y llegué a ser su secretario. En las mañanas trabajábamos y por las tardes, dedicábamos dos horas diarias para encontrarnos con gente. A las 17 hs. en su casa, pasaban de visita Lou Reed, David Bowie o Iggy Pop y el mismísimo pintor Jean-Michel Basquiat, gente con un ser muy particular. Todos los días estudiábamos El libro tibetano de los muertos y El libro de los muertos de los egipcios. La mayor parte de las culturas del mundo no tiene problemas con la muerte. Tan solo los monoteístas primitivos tienen ese miedo y ven a la muerte como algo terrorífico. Yo estoy listo para morir el día que me toque, aunque me gustaría vivir un poco más.
-¿Qué quisieras contar sobre el jazzista norteamericano Don Cherry ?
-De él aprendí la improvisación y la sabiduría de la calle. Lo conocí cuando tenía dieciocho años. Yo acababa de comprar un instrumento musical con una melódica. De golpe vi salir del Metro a Don Cherry con un instrumento similar al mío. Me saludó con su melódica en la mano y yo lo saludé con la mía. Me invitó a tocar a su hotel y a partir de allí nos convertimos en los mejores amigos del mundo. Creo que siempre hay que estar disponible para las oportunidades que presenta la vida.
-Contame del Grupo Anarquitectura creado por Gordon Matta-Clark.
-Conocí a Lou Reed a través de su mujer Laurie Anderson, quien fue parte del Grupo Anarquitectura creado por mi hermano, Gordon Matta-Clark. La anarquitecura no era parte de la anarquía de la arquitectura, sino más bien se refería a la arquitectura del ser. El grupo tenía la idea de cambiar a la sociedad y la arquitectura lo permitía. Estaba conformado por Robert Wilson, arquitecto de formación, director de escena de vanguardia y dramaturgo; Phillip Glass, compositor musical, Richard Nonas, antropólogo y escultor y Laurie Anderson, artista experimental y violinista: todos ellos personas que querían acompañar al mundo para proponer otras miradas sobre lo que se llama realidad.
-¿Cuándo empezaste a realizar los dibujos cotidianos que subís diariamente a tu redes sociales?
-Si bien mi padre adoraba mis dibujos, él ostentaba el monopolio de la imagen y yo no lo quería ofender. Empecé a hacer los dibujos cuando mis niños comenzaron a vivir en otros países, era una forma de conectarme con ellos con un pequeño gesto cariñoso. Entre nosotros tenemos una lógica que no es necesario exprimir. Ellos me quieren, yo los quiero, no necesitamos la demostración de amor.
-¿Cómo fueron los últimos años de vida de tu padre?
-Sufrió mucho por estar viejo y cansado. Su último año de vida fue muy difícil. Cuando falleció yo estaba paralizado a consecuencia del síndrome de Guillain Barré. Mi parálisis probablemente haya sido una forma de empatizar con la falta de libertad del cuerpo de mi padre. Intimatta, la película que realicé durante diecisiete años sobre su vida, habla muy bien de la muerte. Somos energía y la energía cambia, el tema es la forma en que cambia. Cuando tuve la parálisis, que duró medio año en forma total y tres años en forma parcial, yo estaba haciendo mucha computación y no pude aceptar la parálisis de mi mano, de mi cuerpo. Tal vez haya sido un llamado de atención sobre la forma en que estaba viviendo, una advertencia. ¿Por qué no pintas? ¿Por qué no bailas y no te mueves y en cambio estás todo el día frente a la computadora para hacer dinero? Al inicio el computador era fascinante, una oportunidad de experimentación, de conocimiento. Pero el riesgo es que perdemos la conexión con la realidad estando todo el tiempo conectados a la computadora. Mi cuerpo dijo basta, hiciste esto por diez años, hagamos otras cosas. Mi padre estaba muy preocupado porque no podía verme. Empecé a caminar de nuevo muy lentamente. Cuando él murió, yo solo podía estar de pie durante una hora al día. Fui al funeral pero fue muy difícil para mi.
-¿Qué experiencia te llevás de tu exposición en Buenos Aires en Fundación Cazadores?
-Fue una experiencia fantástica y enriquecedora, me gustó mucho trabajar con artistas argentinos y con ustedes (Eduardo Stupía y quien escribe), y con la Fundación. Si trasladara el lenguaje visual generado en la muestra al de la música, podría decir que se armó una afinada orquesta con distintos instrumentos. Por último me gustó mucho esta charla, que me permite procesar temas y entrar en una dimensión más profunda.