Heracles, el Arquero, de Émile Antoine Bourdelle

La obra en bronce del gran escultor francés del siglo XX, no solo refleja maestría técnica, sino también la capacidad para expresar tensión y equilibrio a través de la forma escultórica.
Por Martín Sassone

 

Una de las esculturas más emblemáticas del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) de Buenos Aires, Heracles, el Arquero, del escultor francés Émile Antoine Bourdelle, representa no solo un hito en la historia del arte moderno, sino también una síntesis del espíritu heroico de la mitología clásica y la investigación escultórica de comienzos del siglo XX.

La obra fue realizada en 1909 por encargo del mecenas y financiero Gabriel Thomas, quien deseaba incluirla en la decoración del teatro del museo Grévin, en París. La escultura fue concebida originalmente como una pieza única, pero su éxito en el Salón de París de 1910 motivó nuevas fundiciones. La versión que se encuentra en la colección del MNBA fue adquirida por la institución en 1943 y es considerada una de las piezas más significativas de Bourdelle.

Realizada en bronce, representa a Heracles -Hércules para la mitología romana-  durante la ejecución de uno de sus doce trabajos: la caza de las aves del lago Estínfalo, en Arcadia. Estas criaturas mitológicas, con picos, alas y garras de bronce, asolaban los campos con sus excrementos venenosos y atacaban a la población. Según el mito, Heracles, tras recibir la ayuda de la diosa Atenea, utilizó un cascabel de bronce para ahuyentarlas, momento en el cual disparó sus flechas contra las aves en fuga.

Bourdelle eligió retratar al héroe en el instante de máxima tensión: con el cuerpo arqueado, el pie firme sobre la roca, y el arco tenso apuntando a un blanco invisible, el escultor capturó la energía contenida que anticipa el disparo. La composición está estructurada en torno a tres grandes arcos -el del arma, el de las piernas del héroe y el de la roca de apoyo- que interactúan visualmente generando un notable dinamismo. Las líneas diagonales, las curvas contrapuestas y la tensión muscular del cuerpo de Heracles reflejan la búsqueda del artista por integrar fuerza y equilibrio, contención y movimiento.

Para lograr este efecto, Bourdelle trabajó con modelos vivos, estudiando cuidadosamente la anatomía humana en una postura de gran complejidad. El resultado es una figura que, si bien estilizada, muestra una rigurosa fidelidad al cuerpo humano en tensión. La cabeza del héroe, por su parte, remite directamente a la escultura arcaica griega, particularmente a las figuras de la isla de Egina, un nexo directo con las raíces del arte clásico.

Bourdelle nació en Montauban, Francia, en 1861, hijo de un reconocido ebanista. Desde temprana edad demostró aptitudes para el dibujo y la escultura. A los 13 años comenzó a trabajar en el taller de su padre y, paralelamente, asistió a clases de dibujo. Más tarde estudió en la Escuela de Bellas Artes de Toulouse y luego en la de París, donde se perfeccionó como escultor.

Su carrera dio un giro definitivo en 1893, cuando fue contratado como asistente por Auguste Rodin. La colaboración entre ambos se extendió durante varios años y fue fundamental para el desarrollo del estilo de Bourdelle, aunque hacia 1905 comenzó a distanciarse de su maestro en busca de una voz propia. Ese mismo año realizó su primera exposición individual en París y participó en el Salón de Otoño con notable repercusión.

Bourdelle fundó en 1900, junto a Rodin y Desbois, una escuela libre de escultura en Montparnasse, y desde 1909 fue profesor en la Académie de la Grande Chaumière. Allí formó a importantes artistas como Alberto Giacometti, Vieira da Silva y Otto Gutfreund. Su obra se caracteriza por la monumentalidad, el uso simbólico de la forma y una constante investigación sobre la anatomía humana.

Durante su madurez, recibió numerosos encargos oficiales y privados, entre ellos el Monumento al General Alvear en Buenos Aires. En 1924 fue distinguido con la Legión de Honor de Francia. Falleció en 1929 en Le Vésinet, dejando un legado artístico que consolidó su lugar como uno de los grandes escultores franceses del siglo XX.

Heracles, el Arquero no solo refleja su maestría técnica y su formación clásica, sino también su capacidad para expresar tensión, energía y equilibrio a través de la forma escultórica. La obra, que hoy puede visitarse en el patio del MNBA, es de esos legados artísticos que tienen un valor histórico incalculable.

 

 

 

 

 

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