Tres figuras femeninas se abrazan con delicadeza. Representan a Eufrosine (alegría), Aglaia (elegancia) y Thalía (juventud y belleza), las hijas de Zeus, según la mitología griega. Talladas en mármol de Carrara con líneas suaves, equilibrio clásico y una sensualidad contenida, forman Las tres Gracias, una de las obras más célebres del escultor neoclásico Antonio Canova. En el barrio porteño de Belgrano, una réplica de esta obra maestra puede apreciarse a cielo abierto en la Plaza General Manuel Belgrano -más conocida como Plaza Juramento- sobre el lateral de la calle Cuba, cerca del centro mismo de la plaza y del movimiento constante de vecinos, feriantes y turistas.
Este espacio verde, delimitado por las calles Juramento, Cuba, Echeverría y Vuelta de Obligado, no solo es un pulmón urbano y punto de encuentro del barrio: también alberga el monumento al General Belgrano, obra del escultor Héctor Rocha inaugurado en 1961. La escultura en bronce del prócer argentino se eleva sobre un basamento de granito rojo y comparte la escena con Las tres Gracias, otorgando a la plaza un carácter singular, en el que conviven historia nacional y arte europeo. Los fines de semana y feriados, además, el espacio cobra vida con la tradicional feria de artesanías que se instala en su perímetro.
Según documentos del Gobierno porteño, la escultura de las tres mujeres fue emplazada el 12 de julio de 1938 en la Plaza Emilio Mitre, en Recoleta, y el 5 de diciembre de 1967 fue trasladada a los Depósitos del MOA para su restauración, hasta que el 20 de agosto de 1968 llegó a su ubicación actual. Sin embargo, el sitio La Gaceta del Retiro consiguió una fotografía en la que se ve a la obra en un espacio verde de la bajada de la calle Maipú, entre Arenales y Juncal, alrededor de 1935 o 1936, época en la que se estaba terminando de construir el Edificio Kavanagh.
Aunque se trata de una réplica, esta versión de Las tres Gracias mantiene el poder evocador de la original, cuya historia remonta al corazón del arte europeo del siglo XIX. Antonio Canova (1757–1822), considerado el gran escultor del neoclasicismo, talló la primera versión entre 1815 y 1817 en Roma. Esta escultura fue inicialmente encargada por Josephine de Beauharnais, la primera esposa de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, su muerte en mayo de 1814 impidió que la obra le fuera entregada.
Fue entonces cuando el duque de Bedford, John Russell, visitó el taller de Canova en Roma. Maravillado por la pieza, solicitó adquirirla. Pero el hijo de Josephine, el príncipe Eugenio de Beauharnais, también reclamó la obra en nombre de su madre fallecida. Ante esta situación, Canova propuso al duque una segunda versión con ligeras modificaciones: el mármol veteado fue reemplazado por mármol blanco, el pilar de base cambió de cuadrado a redondo, y Aglaia, la figura central, recibió una cintura algo más ancha.
Esta segunda versión, que incluso Canova llegó a preferir, fue entregada al duque de Bedford en 1817 y se instaló en el Templo de las Gracias, una rotonda especialmente diseñada en su residencia. Allí, la escultura podía girarse para ser apreciada desde todos sus ángulos, rodeada de otras piezas de arte clásico. Hoy, alterna entre el Victoria & Albert Museum de Londres y la National Gallery de Escocia, mientras que la primera se conserva en el Museo del Hermitage de San Petersburgo. Ambas son consideradas joyas del arte neoclásico.
La réplica instalada en la Plaza Juramento, que no está de más aclarar que no lleva la rúbrica de Canova, acerca esa obra a la vida urbana de Buenos Aires. En un entorno donde conviven la historia argentina, la tradición barrial y la actividad cultural cotidiana, Las tres Gracias dialogan silenciosamente con quienes pasean por la plaza, reafirmando la vigencia de los ideales clásicos de belleza y armonía.