Jueves, 13 Noviembre 2025

Edificio del Arco, de Guillermo Álvarez Pérez

En un encuentro entre tradición y modernidad, el edificio combina hormigón, ornamento y audacia formal en una de las construcciones más curiosas del patrimonio porteño.
Por Martín Sassone Viernes, 07 de Noviembre 2025

 

Entre las fachadas uniformes de la avenida Entre Ríos, una construcción rompe la armonía del paisaje urbano. A la altura de los números 958 al 974, un imponente bloque de hormigón armado se eleva con un arco monumental que corona su estructura y le da nombre: el Edificio del Arco. La obra, incluida en el catálogo de inmuebles protegidos por la Legislatura porteña bajo la Ley 851, es una de las piezas más curiosas de la arquitectura residencial de Buenos Aires.

El edificio fue proyectado y construido entre 1928 y 1930 por Guillermo Álvarez Pérez, un arquitecto español que dejó su huella en distintos rincones de la ciudad. Autor también de la célebre Torre del Fantasma en La Boca, Álvarez Pérez combinó en esta obra una mirada moderna con una evidente fascinación por las formas clásicas. El resultado es un edificio que parece desafiar toda clasificación: una casa de renta que mezcla academicismo, renacentismo y manierismo, con un lenguaje propio que oscila entre lo monumental y lo doméstico.

El conjunto se organiza en tres cuerpos de ocho pisos y 54 unidades funcionales, con una única entrada principal delimitada por un portón de hierro artístico de puntas de lanza. Tras él, se abre un patio distribuidor de amplias dimensiones, desde donde se accede a los distintos sectores del inmueble. Las fachadas que dan al patio conservan un friso de granito negro, almohadillado de líneas horizontales y un cornisamento que recorta el volumen con elegancia. Las puertas de madera de medio punto y las ventanas de vidrio repartido completan un aire de época que sobrevive al vértigo contemporáneo.

El arco que distingue al edificio, visible desde varias cuadras, no es un simple ornamento: constituye el remate del sexto piso y está flanqueado por dos balcones de medio punto que se abren a la calle. Sin embargo, pese a su apariencia de “puente”, el arco no conecta los cuerpos laterales, sino que alberga habitaciones independientes. Sobre él se ubica una terraza con balaustradas, perteneciente a los departamentos del séptimo piso, desde donde se domina el perfil urbano del barrio.

El diseño responde a un criterio funcionalista que refleja las transformaciones sociales y urbanas de la Buenos Aires de principios del siglo XX. En un contexto de expansión demográfica y modernización acelerada, la ciudad adoptó nuevas tipologías como las casas de renta, que integraban innovación técnica y sentido práctico sin renunciar a la ornamentación. El Edificio del Arco encarna esa transición: combina la solidez del hormigón armado con una composición simétrica y detalles artesanales, signo de una época en la que el oficio y la modernidad todavía convivían.

Los interiores mantienen su carácter original. Los pisos son de roble de Eslavonia y pinotea, las puertas interiores presentan vidrios repartidos y las molduras del hall de ingreso conservan el refinamiento de las viviendas de clase media alta de los años treinta. En la terraza, dispuesta en forma de “U”, se emplazan pequeños departamentos espejados y un solárium común, mientras que los locales de planta baja, hoy reciclados, recuerdan la intensa actividad comercial de la avenida.

En tiempos en que la zona era un corredor vital entre Monserrat, San Cristóbal y Constitución, la avenida —que hasta 1922 se llamaba De las Tunas— combinaba palacetes, cafés, sindicatos y comercios de gran movimiento. A pocas cuadras funcionaban el Gran Mercado San Cristóbal y la Escuela Carlos Pellegrini, testigos de un barrio en plena efervescencia. En ese paisaje de contrastes, el edificio de Álvarez Pérez introdujo una nota audaz, un gesto de modernidad que aún provoca la curiosidad de quienes alzan la vista para observar su arco de triunfo porteño.

El paso del tiempo no alteró la identidad del inmueble. Hoy, varios de sus departamentos se ofrecen en venta o alquiler, y su silueta sigue destacándose entre los edificios vecinos. Su estética ecléctica, lejos de pasar de moda, lo convirtió en una pieza patrimonial que sintetiza una etapa clave de la arquitectura argentina: la búsqueda de un estilo propio en medio del vértigo del progreso.

A casi un siglo de su construcción, el Edificio del Arco todavía es una rareza fascinante. Entre la evocación del pasado europeo y la funcionalidad moderna, su arco monumental —más simbólico que estructural— parece seguir celebrando, en pleno siglo XXI, la victoria del diseño sobre la monotonía.

 

 

 

 

 

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