En el año 219 a.C., la ciudad de Arse, ubicada al norte de Valencia, en la península ibérica, que para entonces ya era conocida como Sagunto, se vio envuelta en un conflicto. El general cartaginés Aníbal decidió asediar la ciudad, que era aliada de Roma, y lo que se conoció como el sitio de Sagunto duró meses. Sus habitantes se defendieron con valentía, pero finalmente fueron derrotados. La caída de Sagunto marcó el inicio de la Segunda Guerra Púnica, un acontecimiento que cambiaría el curso de la historia.
Existe una leyenda que narra que los ciudadanos de Sagunto, al no recibir ayuda de Roma y ante la inminente derrota, encendieron una gran hoguera y se lanzaron todos a ella, para evitar ser capturados. Si bien la historia ofrece muchos huecos, refleja el espíritu de resistencia y la determinación de los saguntinos. Y eso es lo que simboliza la impactante escultura ubicada en el Jardín Botánico porteño.
La obra, que mide 2 metros de largo y casi uno de alto, fue adquirida en Europa por Eduardo Schiaffino, fundador del Museo Nacional de Bellas Artes de la Argentina. En 1908, fue emplazada por primera vez en la Plaza San Martín, pero en 1954, como ha sucedido con muchas otras esculturas, desde el municipio decidieron guardarla en un depósito, por considerarla de un fuerte impacto emocional. En 1961 volvió a ver la luz y la ubicaron en Plaza España hasta que, finalmente, llegó al Jardín Botánico en 1974.
La resistencia de los saguntinos que plasmó el escultor catalán Agustín Querol en esta réplica está expresada por una madre que, luego de sacrificar a su hijo, se quita la vida con un espadín. El cadáver del niño tiene en una de sus manos una rama de laurel, que simboliza la gloria eterna del sacrificio heroico de la vida.
El nombre completo del escultor era Domingo Agustín Querol y Subirats. Había nacido en el poblado de Tortosa, al sur de Cataluña, el 17 de mayo de 1860. Su primer oficio fue el de panadero, pero desde joven tuvo mano para el arte que comenzó a desarrollar a partir de su mudanza a Barcelona. Buena parte de su formación se dio en Roma, entre 1884 y 1887. Al volver a España, se instaló en Madrid y recibió numerosos encargos, varios para clientes de Latinoamérica, por lo que, para poder atenderlos, se vio obligado a organizar un taller con carácter más industrial que artístico. Murió el 14 de diciembre de 1909 a los 49 años.
Muchos de los grandes monumentos de Madrid llevan su firma: el de Quevedo, de la glorieta del mismo nombre; el de Claudio Moyano, en Atocha; los Pegasos y el grupo central que remata el antiguo Ministerio de Fomento; y el Mausoleo de Cánovas, en el Panteón de Hombres Ilustres. La escultura original del Suicidio de Sagunto por Querol está ubicada en el Museo del Prado. Con ella obtuvo el primer premio en la Exposición Universal de 1888. La que tenemos aquí, si bien es una réplica, tiene el mismo impacto que la original y ahí radica el buen ojo y criterio de Schiaffino cuando hizo el encargo para tener en Buenos Aires una escultura que refleja dar la vida por una causa.