En la pequeña y silenciosa Karlsruhe (674 kilómetros al sur de Berlín) funciona el termómetro del media art mundial. Por décadas el ZKM (Centro de Artes y Medios) ha marcado el pulso de la innovación desarrollando proyectos en colaboración para aplicaciones de arte y tecnología en cine o puestas en escena cutting edge. Sin el ruido del Pompidou o la Tate Modern, el ZKM ha coleccionado desde las primeras computadoras personales a las más icónicas instalaciones interactivas como la asombrosa Web of life del australiano Jeffrey Shaw. En 2006, cuando la palabra algoritmo apenas salía del nicho de la programación y no era útil a los efectos de un diagnóstico pesimista de la vida en red (Bifo Berardi, Byun Chul Han), el ZKM dirigido entonces por el filósofo Peter Sloterdijk organizó la muestra The age of algorithm. El mundo de hoy estaba allí antes. También fueron pioneros en no hacer distinción entre un arte electrónico alto (el videoarte) y otro bajo (los video games). Ya en 1997 montaron la exposición The World of Games y desde el 29 de setiembre exhiben en el segundo piso The next level, una puesta al día del desarrollo de los videojuegos que incluye el ingreso en el circuito de Bill Viola (1951), uno de los referentes del videoarte, con su ¿juego? ¿obra? The Night Journey.
Desde los años 70, Viola ha integrado su indagación en el budismo zen con las artes electrónicas para crear un universo propio que se caracteriza por video instalaciones inmersivas (sin relación con el nuevo fenómeno de las muestras) y trabajos en colaboración con músicos. Desde el RainForest Ensemble (1973-1980) asociado al compositor avant garde David Tudor a participaciones escenográficas de alto impacto como su puesta de video para la versión de Tristán e Isolda de Wagner de Peter Sellars y Esa-Pekka Salonen o una video suite pensada para una gira del grupo de tecno industrial Nine Inch Nails. Con The Night Journey, Viola se ha sumergido durante diez años (entre 2007 y 2018) para trabajar en colaboración con el Game Innovation Lab conducido por los diseñadores de videojuegos Tracy Fullerton, Todd Furmanski y Kurosh ValaNejad. Lo que hay ahora entonces es un “art video game” (así lo pone Viola en su página web) que puede ser ejecutado en consolas o computadoras personales y que puede mostrarse en una retrospectiva en la línea evolutiva de Super Mario.
The Night Journey, con su nombre apenas lyncheano, permite un acceso al mundo de Viola como usuario antes que como espectador. Sus héroes no son los de la acción sino los del pensamiento ya que el viajero es asistido por el místico islámico Rumi (siglo XIII), el poeta budista Ryokan (siglo XVIII), San Juan de la Cruz (siglo XVI) y Plotino (siglo III). Es un “mind game” a decir de John Lennon, pero sin demasiadas respuestas excepto el tránsito por ese camino impregnado por su estética. Video (arte y juego) es en Viola pura metafísica. Y el paisaje es lo que imaginaron antes por nosotros. “Las líneas ancestrales no pueden romperse. Fuera de ellas no pueden haber sueños verdaderos. Fuera de lo físico existe un filamento intacto. No se puede ver pero se puede sentir”. Este escrito suyo elegido al azar dentro de su vasta producción de textos acaso funcione como las instrucciones para ejecutar The Night Journey, una obra de media art a la que se le da play.