Katharina Grosse y los nuevos rumbos del expresionismo abstracto

Las explosivas intervenciones de color con spray industrial a gran escala y en sitios específicos a cargo de la artista alemana, ponen en juego las nociones contemporáneas de instalación inmersiva, muralismo y street art.
Por Fernando García

 

Una captura del filme Think Big! exhibido por la galería Gagosian durante la muestra Katharina Grosse: Repetitions without origin (2021) debería dar una idea del tipo de artista que es la alemana Katharina Grosse (Freiburg, 1961). Al fondo de la fotografía se distingue lo que podría ser el comienzo de una superficie boscosa, el augurio de un verdor irrefrenable. Al pie de esa espesura que la imagen apenas sugiere aparece pues una figura andrógina, enmascarada, enfundada en un overol blanco de nylon. Tiene la apariencia de una apicultora o de una técnica especializada en radiación y del mismo modo podría sugerir en el futuro una postal pandémica. Pero no, esta es la forma en que se ve una artista contemporánea que trabaja con una pistola de precisión sobre grandes superficies a las que aplica el spray con la energía desatada del expresionismo abstracto y la escala del muralismo 2.0 (llámese acaso street art).   

Todos estos elementos se yuxtaponen en la que podríamos considerar su obra emblemática: I think this is a pine tree (2013). Comisionada por ese espacio magnífico que es el Hamburger Bahnhof Museum for Contemporary Art de Berlín, Grosse forzó los límites entre pintura, escultura y arquitectura ubicando dos troncos de árbol a raíz expuesta en una sala que parecía comprimirse ante la dimensión de la obra. Estaban ahí de nuevo, todos los elementos de la foto antes descripta. Los árboles que eligió como soporte tras la observación del espacio urbano y la pintura industrial dejando una marca vandálica que no es tal en tanto y en cuanto esta no es una obra robada a un muro en la clandestinidad sino que fue consensuada con la institución. 

Sin embargo, el pathos de esta pintura de sitio específico guarda una suerte de memoria melancólica sobre esa posibilidad del arte como insolencia urbana: ya fuera en el graffiti como en la instalación pública más desafiante. Lo mismo con la cualidad expresionista. Ya no hay marco que sobrepasar en el día después del fin de la pintura, que aquí no es que haya muerto, sino que Grosse pareciera liberarla como una, otra, fuerza de la naturaleza. Tal esa inminencia de tsunami cromático que en la sala de la Hamburger Banhof pareciera haberse llevado todo puesto (esos árboles arrancados de cuajo) excepto la institución que la contiene, ¿controla?

I think this is a pine tree parece una formulación espejada en la célebre afirmación negativa del surrealista Magritte (Esto no es una pipa). Claro, aquella era la representación de una pipa y ninguna pintura ni fotografía podría ser nunca más que una versión de la pipa. Del mismo modo, Katharina Grosse nos expone a la duda sobre los pinos berlineses. Si están acostados en un museo que otra cosa podrían ser que una pintura. Ahora que el arte inmersivo digital recrea en espectáculo a los old masters más cerca de la lógica del estadio que del museo, este tipo de obra ejecutada por una artista de quien suele subrayarse su cualidad inmersiva necesita ser preservada, como diría el viejo Neil Young, in the old ways.   

 

 

 

 

 

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