Miércoles, 15 Octubre 2025

Luis Camnitzer: inserte título aquí

Es el gran ideólogo del conceptualismo latinoamericano. Su fórmula periférica de liberación contra la ortodoxia de la academia norteamericana incluye hasta las guerrillas tercermundistas. 
Por Fernando García Martes, 14 de Octubre 2025

 

De qué otra manera un artista que trabaja, sobre todo, con y a partir de ideas debería plasmar su campo de acción en otro objeto que no sea un libro. Nacido en Lübeck, Alemania, en 1937 pero criado a partir de los doce meses de vida en Montevideo, para luego formar parte de la diáspora latinoamericana en Nueva York, Luis Camnitzer despliega la matrix de sus operaciones artísticas en un volumen llamado Didáctica de la Liberación (2008). Hay que leerlo antes que contemplarlo en galerías o museos porque en las 430 páginas de este libro el artista brilla en toda su dimensión de ideólogo del “conceptualismo latinoamericano” como fórmula periférica de armas llevar contra la ortodoxia del “arte conceptual” tal y como se ha dispuesto desde el mainstream desde la segunda mitad de los años 60. 

La metáfora “de armas llevar” dispuesta más arriba, acaso no lo fue tanto. El giro de Camnitzer, que hace de su libro algo impar, es haber retomado y desarrollado una genealogía que sí merece esa palabra gastada y malversada ya en el discurso del arte, el análisis político y hasta en los “chismes de peluquería”. Sí fue y es disruptivo, Camnitzer cuando recuerda haber escrito hacia 1970 un papel con esta línea: 

 

Dada-Situacionismo-Tupamaros-Conceptualismo

 

Es disruptiva, claro, la presencia de la guerrilla uruguaya (que a su vez inspiró a la RAF alemana en una curiosa inversión con el origen del artista) como un eslabón de otra historia del arte del siglo XX en la que el ready made escapa de cualquier intento de museificación y fetichismo. Que Camnitzer haya leído con ojos de artista que las operaciones de los Tupamaros “constituían una forma válida de arte” resignifica hacia atrás y separa al dadaísmo de su lugar en la sala de las vanguardias de los años veinte del siglo XX. Puesto así se libera de todo cautiverio, como el de la tediosa discusión sobre la forma del arte en un objeto encontrado y la también paradojal experiencia de tener que observarlo como si fuera una pintura exquisita o tremebunda (una masterpiece impresionista o informalista). 

Pero así como dadá nunca fomentó sublevaciones tercermundistas (Cuba no fue un ready made leninista), los hijos díscolos y disparatados de Artigas tampoco se reconocían deudores de manifiestos y noches de absenta en el Cabaret Voltaire. Es Camnitzer quien fijó esa genealogía en Didáctica de la Liberación, dándole entidad de happening (no habría likes en los muros de sus redes sobre esto) a las acciones tupas en las que el filtro de Camnitzer deja ver además un resquicio del absurdo de Buster Keaton llevado al pathos revolucionario de los 70. 

Leerlo puede resultar incómodo, pero el libro gordo de Camnitzer fue pensado para eso. La liberación a la que alude el título es menos la del slogan madre de todas las escaramuzas de los 60/70 (liberación o dependencia) que la de romper con la lectura de la academia norteamericana en la que el concepto actúa, sobre todo, como la llave de la ansiada desmaterialización del arte: su “no va más” ontológico. Y dado que fue Oscar Masotta el primero en hablar de “desmaterializar” (la crítica Lucy Lippard, de acuerdo a Roberto Jacoby, se llevó la fórmula como souvenir rioplatense) cabe un remix de Camnitzer sobre el canto popular uruguayo: “A desmaterializar”. 

No lo escribe así en su libro pero de algún modo lo hace al abrir yuxtaponiendo una cita de Atahualpa Yupanqui con un aforismo de la Internacional Letrista (antecedente directo del situacionismo francés). En esa decisión, Camnitzer también nos dice que en la estética de la austeridad de Don Ata había otra forma de conceptualismo latinoamericano. ¿Alguien se atreve a negarlo?   

 

 

 

 

 

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