Después de cinco años de cierre por renovaciones, el Grand Palais reabrió sus puertas el 15 de octubre de 2024 para inaugurar la semana del arte parisina con la tercera edición de la rebautizada Art Basel París (antes conocida como París + par Art Basel). Su apertura trajo consigo una nueva ola de talento emergente y consagrado, dejando a galeristas y compradores impresionados, no solo en comparación con la feria Frieze en Londres de la semana previa, sino porque superó a la iteración del Art Basel original en Suiza.
La feria de este año se destacó por la grandiosidad de su sede, el Grand Palais, monumento histórico construido para la Exposición Universal de 1900; que ofreció un escenario incomparable para que el espacio expositivo se destaque. Las ediciones anteriores se habían realizado en el Grand Palais Éphémère, un espacio temporal que fue criticado por ser demasiado pequeño para albergar un evento de esta magnitud. Esta edición no tuvo esas limitaciones, ya que presentó una enorme variedad de galerías y nuevas secciones en dos pisos: la oferta abarcó 195 galerías de 42 países y territorios, incluyendo 53 participantes primerizos. El espacio adicional permitió la presentación de propuestas únicas que cautivaron a los visitantes, incluyendo la sección Premise, que contó con nueve galerías con propuestas curatoriales distintivas, incluyendo obras de antes de 1900. Este sector también propuso algunas galerías emergentes del Sur Global, como Loft Art Gallery de Casablanca, la primera galería marroquí en participar en la feria, que presentó siete obras del fallecido modernista marroquí Mohamed Melehi, fundador de la Escuela de Arte de Casablanca, cuyo impacto y espíritu experimental recibieron renovado interés después de la atención significativa en la Bienal de Venecia de este año.
Para los visitantes, recorrer el amplio vestíbulo del Grand Palais fue una experiencia marcada por la presencia de obras de calidad museística de artistas consagrados y de media carrera, capaces de encantar incluso a los más escépticos. El público pudo explorar una variedad de talentos emergentes mientras encontraba familiaridad en obras de artistas reconocidos como Olafur Eliasson (en Tanya Bonakdar), junto a piezas clásicas de Markus Lüpertz (en Michael Werner) y Gerhard Richter (en David Zwirner). La serie seminal Sleepers (1979) de Sophie Calle, en la que la artista documentó a 28 personas mientras dormían en su cama durante ocho horas, fue un punto destacado en el stand de Paula Cooper Gallery. Una pequeña pintura de Francis Alÿs, una delicada instalación mural de Manon de Boer y una obra icónica de David Lamelas, completaron la oferta de la galería Jan Mot, de Bruselas.
El sector Emergence, en el segundo piso, propuso una ruptura con la jerarquización espacial que anteriormente relegaba a los artistas jóvenes al final del recorrido, como ocurría en el Grand Palais Éphémère. Una de las presentaciones más destacadas fue la de Xavier Robles de Medina, curado por la galería Catinca Tabacaru de Nueva York. Sus dibujos en grafito y pinturas en acrílico sobre madera combinan iconos de la cultura pop con alegorías de nuestro inconsciente colectivo. El sector emergente también incluyó obras más sutiles, como los ensamblajes en miniatura de Kenji Ide, hechos de madera, cera y objetos encontrados. Colocados en una pequeña plataforma, estas figuras tridimensionales ofrecieron un retrato íntimo de los paisajes de la vida del artista, transmitiendo al mismo tiempo una sensación de melancolía o nostalgia a través de formas minimalistas.
La feria superó con creces las expectativas en cuanto a asistencia y participación. Con un flujo constante de importantes coleccionistas estadounidenses y una creciente presencia de compradores primerizos, el ambiente respiró entusiasmo y optimismo. Para las galerías medianas y pequeñas, la feria representó una oportunidad invaluable para visibilizar sus propuestas. En particular, se destacó la exposición de artistas de trayectorias tardías y procedentes de regiones periféricas, como Takako Yamaguchi, cuyas obras presentadas por la galería Ortuzar no pasaron desapercibidas.
Las múltiples exhibiciones simultáneas en París ofrecieron un contexto propicio para el mercado, revitalizando incluso aquellas corrientes históricamente difíciles de vender, como el Arte Povera. Galerías con visión estratégica aprovecharon la coyuntura para destacar obras de figuras clave del movimiento, en diálogo con la gran exposición de artistas italianos en la Bourse de Commerce. En sintonía, la exhibición Surrealismo en el Centro Pompidou permitió que otras galerías capitalizaran la ocasión, presentando pinturas de este movimiento y logrando ventas significativas.
Como punto central de la semana de ferias de París, Art Basel marcó un nuevo auge para la capital francesa, consolidando su estatus como centro del arte en Europa, capaz de ofrecer una propuesta inigualable en el circuito internacional. Esto se evidenció en la disposición de los coleccionistas a viajar grandes distancias para asistir, especialmente en un momento en que el entusiasmo por las ferias de arte en general estaba en su punto más bajo. También hay que destacar que el éxito comercial trascendió las piezas más fáciles de vender, mostrando una representación significativa de artistas del hemisferio sur y demostrando la resiliencia del mercado frente a los desafíos globales que inevitablemente han impactado el ámbito cultural. Aunque el mundo del arte puede ser visto como una burbuja, es una burbuja permeable, capaz de absorber y reflejar tensiones y problemáticas de la coyuntura internacional. En definitiva, Art Basel París sirvió como una prueba de fuego para un mercado del arte en dificultades, y los resultados sugieren que aún tiene un pulso.