Hace poco más de 20 años, la artista japonesa Mariko Mori alcanzaba el reconocimiento internacional por su obra Wave UFO, una escultura de una nave espacial con una forma similar a la de una gota de agua. La obra, que le llevó tres años completar, estaba hecha mayoritariamente de fibra de vidrio y abordaba algunas de las temáticas que serían recurrentes en el trabajo de la artista nipona: los vínculos entre la tecnología y lo que significa ser humano y la yuxtaposición de la cultura occidental con la mitología oriental, todo mezclado con retazos de la cultura pop.
Es imposible no remitirse a aquella instalación cuando uno habla de la Casa Yuputira, edificada por Mori en las costas de la Isla Miyako. Hecha de puro hormigón, la primera obra arquitectónica de la escultora japonesa oficia como su estudio, y surgió del deseo de la artista de tener un espacio para la contemplación que se integrara con fluidez en un entorno natural. Su forma, que remite a la de un iglú, se inspiró en las piedras de coral blanco que son habituales en esa zona de Japón.
La artista conoció la isla en 2003 por medio de un amigo, el mismo año que estrenó Wave UFO. De hecho, el diseño de la escalera de la Casa Yuputira fue hecho con una técnica similar a la que utilizó para la obra que la impulsó a la fama en el mundo del arte, aunque en ese casó los escalones estaban hechos de acrílico opalescente. Para el diseño de su estudio, Mori trató de darle una forma natural, como si se tratara de una parte más de la fauna del lugar. Además, la forma curva del edificio, sin esquinas, busca generar la sensación de infinitud que experimenta la escultora cuando medita.
La entrada principal es una bóveda ahuecada, y la puerta está compuesta por dos círculos de cristal con revestimiento dicroico que emiten luz. Al entrar, se percibe un anillo luminoso en el techo, que recuerda la idea de unidad que aglutina todo el estudio. En la planta baja, una sala de ceremonia del té cuenta con un peldaño dicroico que transforma los colores según el ángulo desde el que se mire. La entrada es bastante pequeña; casi hay que arrastrarse para entrar. La habitación se inunda de luz, gracias a la pared de ventanas que ofrece una vista única del océano de color turquesa.
Una escalera de peldaños flotantes con forma de caracol de mar lleva hacia la planta superior, una luminosa claraboya con una enorme ventana de pared a pared que se recorta sobre el océano de fondo y la vista de un conjunto de rocas que remiten a los jardínes zen de la cultura budista. Una tercera habitación está dedicada a la práctica de la caligrafía de Mori, con ventanas orientadas al este y dispuestas de tal forma que una luz tenue cae sobre el escritorio donde la artista practica su escritura. En el primer piso, un dormitorio y una cocina-comedor abierta orientada al norte, desde la cual se pueden ver varias playas diferentes, completan las habitaciones de la casa.
El edificio fue diseñado según el movimiento del sol y del viento, teniendo en cuenta las fuertes corrientes que golpean la casa. Por eso, la estructura se curva desde arriba, para reducir la presión del aire. De esta manera, la forma arquitectónica refleja y respeta los fenómenos naturales del entorno. La Casa Yuputira, así, basa su estética en el concepto de unidad, fundamental en el budismo, la religión que Mariko Mori, ex-modelo y artista, practica hace muchísimos años.