Cholets (Bolivia): los palacios de los Andes

Fachadas monumentales decoradas con colores chillones es lo que caracteriza a este estilo arquitectónico con influencias de la cultura aymara, surgido a principios del 2000 en la ciudad de El Alto.
Por Ignacio Marchini

 

La prosperidad económica que experimentó Bolivia desde principios del siglo XX, producto del boom de los precios de los commodities que el país andino exporta -como gas y minerales- y una serie de políticas económicas que beneficiaron a las pequeñas y medianas empresas, dio lugar a una nueva élite económica: la burguesía chola. Éste término se refiere a un sector de las clases media alta y alta de ascendencia amerindia que alcanzó la prosperidad a principios del siglo pasado, en países como Bolivia, Perú y Ecuador.

Este nuevo grupo social presenta como características fundamentales un fuerte sincretismo entre las creencias católicas y precolombinas (principalmente, la andina) y una fuerte crítica al libre mercado “extranjerizante”, ante el cual postulan una especie de “burguesía nacional chola”, en contraposición a la tradicional aristocracia criolla, blanca y anglofílica.

En el caso de Bolivia, el surgimiento de la burguesía chola tuvo como correlato la aparición de un tipo de edificación que se volvió distintiva de la ciudad de El Alto, una urbe cercana a La Paz históricamente habitada por la clase trabajadora. Se trata de los “cholets” (una conjunción de la palabra “chalet” y “cholo”), un estilo de arquitectura andina en la que se combinan elementos de la cultura prehispánica (en este caso, particularmente del pueblo aymara) con conceptos contemporáneos.

Este tipo de construcción apareció a principios del siglo XXI, particularmente en el año 2002, de la mano de Freddy Mamani, un arquitecto de origen aymara oriundo del municipio de Sica Sica. Los cholets son muy fáciles de identificar, ya que sus fachadas decoradas con motivos monumentales, sus colores chillones y su gran altura (pueden llegar a tener hasta siete pisos), contrastan contra el árido paisaje del altiplano boliviano.

Estas obras barrocas neoandinas toman elementos de la cultura tiahuanaco, en la cual se destacan las figuras de las aves, los pumas y los cóndores y elementos de la naturaleza como montañas, relámpagos y flores. Los primeros pisos de los cholets suelen estar destinados a comercios y salones de fiesta, mientras que en los superiores suelen haber departamentos para alquilar. En el último, está el chalet propiamente dicho, perteneciente al dueño del edificio.

Más allá de que los cholets se originaron como una forma de reivindicar las tradiciones de los pueblos originarios, rápidamente los elementos contemporáneos y occidentales fueron cobrando más protagonismo en varios de los diseños. Probablemente los cholets más conocidos sean aquellos que en sus fachadas tienen esculturas gigantes con temáticas tan diversas como personajes de la saga de películas Transformers y del universo cinematográfico de Marvel, homenajes a Lionel Messi y hasta la Estatua de la Libertad. Sin embargo, éstas son excepciones y en la mayoría de estas edificaciones siguen dominando elementos reivindicativos de la historia de Bolivia, con motivos y colores propios de la cultura tradicional de ese país, como los aguayos y las polleras típicas de las cholas.

Cada cholet suele tener su identidad propia, articulada en torno a algún tema. En los interiores predominan las decoraciones hechas a mano y los colores brillantes que caracterizan a varios de los elementos de la cultura aymara. El nivel de detalle y de trabajo requerido hace que estas edificaciones puedan llegar a costar un millón de dólares, y ya hay edificados más de 350, según un informe de Telenoche de octubre del año pasado.

Los cholets no solo destacan por sus diseños llamativos y sus colores fluorescentes, sino también por el brutal contraste que implica el estar rodeados de miles de casitas modestas y, en algunos casos, bastante precarias. La ciudad de El Alto, típicamente de clase trabajadora, ha visto su apariencia totalmente modificada con la llegada del “camiri”, un concepto que la antropóloga boliviana, Valeria Peredo, define como una “élite aimara globalizada que tiene contactos con China, que ha podido trazar unas buenas rutas comerciales y ha podido amasar una gran cantidad de capital, pero la particularidad es que mantienen sus tradiciones”.

 

 

 

 

 

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