El sur de California solía estar poblado por los cahuilla, una tribu indígena compuesta por numerosos clanes y familias que habitaban los desiertos y cantones de San Bernardino, Salton Sea y San Jacinto, en el extremo occidental de los Estados Unidos. Del pueblo originario que supo ocupar más de seis mil kilómetros de territorio y contar con más de diez mil integrantes, apenas queda un puñado de millares de descendientes, de los cuales un pequeñísimo grupo todavía habla su lengua nativa.
Fue en 2017 cuando The Desert Biennial, una ONG fundada en California, decidió emprender un proyecto artístico en esta zona para visibilizar y revalorizar las tierras que otrora pertenecieron a los cahuilla. Así nació Desert X, un conjunto de exhibiciones de arte contemporáneo en las que las obras son presentadas en los ambientes desérticos del sur del “Estado Dorado”, respetando el medio ambiente y las comunidades indígenas que todavía viven allí.
Desert X define su misión como una búsqueda permanente para ofrecer “exposiciones de obras realizadas en lugares concretos por artistas internacionales capaces de amplificar la belleza del entorno desértico, creando al mismo tiempo una respuesta visual a cuestiones de gran importancia para la ciudadanía mundial de hoy”.
Con ese objetivo en mente fue que tuvo lugar hace seis años la primera muestra, de la que participaron 16 artistas internacionalmente reconocidos. En esa ocasión, la exposición contó con obras como Mirage (“Espejismo”), de Doug Aitken, una casa hecha de espejos que se camuflaba en el entorno; Curves and Zig Zags (“Curvas y Zig Zags”), de Claudia Comte, una serie de muros aislados en los que la pintura bidimensional se superpone a una estructura tridimensional; o One I Call (“Uno al que llamo”), de Sherin Guirguis, una escultura modelada en base a las torres de palomas halladas en varios de los pueblos del desierto egipcio, que se erige con total naturalidad en el entorno, en una clara muestra de lo que se conoce como land art.
Mirage, de Doug Aitken
A partir de ahí, la muestra se realizó tres veces más (en 2019, 2020 y 2021), además de una edición internacional especial en 2022 que tuvo lugar en Al-Ula, una localidad de Arabia Saudita con mucha historia que alberga, entre otras cosas, el Maraya Concert Hall, una extraordinaria sala de conciertos recubierta completamente por espejos que la camuflan en el desierto. Centrada en las ideas de oasis y espejismo, la Desert X 2022 contó con trabajos artísticos que exploran conceptos como los sueños, las ilusiones y los mitos, a la vez que generaban un diálogo entre lo natural y lo hecho por el humano. Un ejemplo de esto fue la obra Under the Same Sun (“Bajo el mismo Sol”), de Stephanie Deumer, una instalación multimedia que presenta un invernadero de plantas autóctonas ubicadas en una sala subterránea. “La proyección de imágenes en directo del paisaje de la superficie baña de luz el invernadero, permitiendo que las plantas hagan la fotosíntesis y crezcan. La proyección de vídeo y la instalación en su conjunto se alimentan de paneles solares, que también sirven de techo de la sala hundida”, explican en la web de Desert X.
Under the Same Sun, de Stephanie Deumer
Más de cincuenta artistas ya han pasado por las muestras de Desert X a lo largo de estos últimos seis años. Actualmente, se encuentra abierta la quinta edición en el Valle de Coachella, que arrancó a principios de marzo y se extenderá hasta la primera semana de mayo inclusive. En esta ocasión, una docena de artistas de distintas partes del mundo contribuyeron con obras centradas en el cambio climático y los vínculos de las comunidades con los territorios que habitan.
Así, las obras abordan esta temática de maneras muy diversas. Por ejemplo, en The Smallest Sea with the Largest Heart (“El mar más pequeño con el corazón más grande”), Lauren Bon y Metabolic Studios fusionan piscinas con un paisaje asociado a una tremenda escasez de agua, a las que se suman los esqueletos de peces de Salton Sea, como un recordatorio de lo que alguna vez fue y de lo que todo el mundo podría llegar a ser de continuar con este sistema productivo; mientras que en Searching for the Sky (“Buscando el cielo”), de Mario García Torres, un conjunto de placas metálicas lisas que simbolizan una manada de toros mecánicos, reflejan el fracaso del intento machista de domar la naturaleza, ante la imposibilidad de montar un animal plano e inclinado, ya que quien lo intente está destinado a caer.
Searching for the Sky, de Mario García Torres
Desert X es un ejemplo destacado y novedoso de land art, cuyos contornos limítrofes difusos y su entorno árido generan un doble efecto: por un lado, la sensación de desamparo ante la nada de las enormes extensiones de arena; y, a la vez, las condiciones únicas para poder apreciar obras de arte que se fusionan con un ambiente hostil, oficiando todas ellas como un oasis de belleza en medio del desierto.