Singapur, un país soberano insular compuesto por sesenta y tres islas, es el más chico en superficie del Sudeste Asiático. Esta característica lo ha llevado a aumentar su territorio de manera sostenida mediante las tierras ganadas al mar, un proceso que consiste en colocar tierra o arena donde antes estaba el océano. Esta práctica es muy habitual en una región donde la superficie para cultivar o construir escasea, y el pequeño Estado malayo es uno de los más destacados en ese aspecto. Todo el East Coast Park, por ejemplo, fue construido en su totalidad sobre una superficie que solía estar ocupada por el agua.
Pero en lo que se refiere a este tipo de construcciones se destacan los famosos Jardines de la Bahía, un parque de cien hectáreas que se edificó sobre terrenos ganados al mar en la región media de Singapur. Compuesto por tres bahías ajardinadas (Central, Este y Sur), su creación estuvo vinculada a una política gubernamental que tiene como objetivo convertir a la urbe en “una ciudad dentro de un jardín”. Para lograrlo se armó un equipo de paisajistas, horticultores, arboricultores, ingenieros, expertos en sanidad vegetal, jardinería, investigadores especializados en plantas y criadores de orquídeas, que tardaron cuatro años en llevarlo a cabo, hasta su inauguración en junio de 2012.
Con un aspecto imponente que parece una mezcla entre Jurassic Park y la Ciudad Hidroespacial de Gyula Kosice, los Jardines de la Bahía tienen numerosos componentes que le han valido el reconocimiento internacional. Entre los más conocidos se encuentran los “superárboles”, dieciocho gigantes de hormigón de entre veinticinco y cincuenta metros de alto, recubiertos de enredaderas y lamparitas que se encienden a la noche para generar un espectáculo lumínico de una hora conocido como Garden Rhapsody. Los dos árboles más grandes están conectados por una pasarela de más de cien metros, desde la cual se puede tener una vista panorámica de todo el parque.
Sin embargo, hay estructuras incluso más grandes que los “superárboles” y que también han ganado mucha notoriedad en el turismo internacional. Se trata de dos invernaderos gigantes: el Flower Dome y el Cloud Forest.
El primero es el invernáculo de cristal más grande del mundo y alberga miles de plantas de todos los tipos. Distribuidas en ocho jardines (Los Baobabs, el Jardín de Suculentas, el Jardín Australiano, el Jardín Sudafricano, el Jardín Sudamericano, el Olivar, el Jardín Californiano y el Jardín Mediterráneo) hay especies pertenecientes a los cinco continentes.
El Cloud Forest, por su parte, está hecho para reproducir el clima tropical montañoso que puede encontrarse en el Sudeste Asiático y Sudamérica, y está lleno de una espesa vegetación selvática. La cúpula es más alta y un poco más pequeña que la del Flower Dome, y consta de varios niveles, cada uno de ellos con su propia temática: El Mundo Perdido, La Caverna, La Vista de la Cascada, La Montaña de Cristal, La Galería del Bosque Nuboso, El Teatro del Bosque Nuboso y El Jardín Secreto.
Además de las locaciones centrales, el lugar cuenta con un espacio llamado Floral Fantasy, donde se exhiben distintos tipos de flores distribuidas en cuatro jardines temáticos; dos secciones de horticultura llamadas Heritage Gardens y World of Plants; y más de doscientas esculturas distribuidas en todo el predio, además de que se organizan regularmente festivales, conciertos de música y proyecciones de películas.
Los Jardines de la Bahía se han posicionado como uno de los principales lugares a visitar en una estadía en Singapur. El gobierno del pequeño país asiático tiene planificado seguir aumentado su tamaño para incorporar nuevas atracciones y, así, seguir consolidando este espacio como uno de los más relevantes del turismo internacional.
