La etnología se encarga de estudiar y comparar el origen y el desarrollo de los pueblos y sus culturas a lo largo de la historia. La búsqueda de leyes universales que puedan explicar el funcionamiento de las sociedades es una constante en las ciencias sociales, y la cultura no está exenta de eso.
Así, desde finales del siglo XIX, el interés por esta disciplina fue creciendo en diversos países de Europa. Francia es un enorme exponente de esta ciencia social, sobre todo gracias a su máximo referente en el tema, Marcel Mauss, sociólogo y antropólogo considerado como el padre de la etnología francesa, además de haber sido el sobrino y discípulo de Durkheim.
En el marco de esta tradición centenaria es que el gobierno francés inauguró en el 2006 el Museo del muelle Branly, al que luego se lo conocería también como Museo Jacques Chirac, en honor al presidente francés que lo promovió e inauguró y que falleció hace unos pocos años, en 2019.
Luego de barajar varios nombres (“Museo de las Artes Primeras” y “Museo de las Artes y Civilizaciones de África, de Asia, de Oceanía y de las Américas”), se decidió llamarlo simplemente por la calle donde está ubicado. Así, el Museo del muelle Branly se encuentra a orillas del río Sena, muy cerca de la Torre Eiffel y del Museo Guimet de artes asiáticas.
"Es un museo construido en torno a una colección". Así respondió el arquitecto, Jean Nouvel, al concurso convocado en 1999 para planificar la construcción del edificio. El objetivo por ese entonces era edificar en torno a las colecciones heredadas del Museo del Hombre y del Museo Nacional de Arte Africano y Oceánico.
Emplazado sobre pilotes, es un edificio de cinco plantas semejante a una larga pasarela. A lo largo de uno de sus costados, unas pequeñas habitaciones que se asemejan a "cajas" multicolores se incrustan suspendidas en el muro y funcionan como espacios de exposición más íntimos en el interior del museo.
Oculto a la vista por una densa vegetación y protegido por una empalizada de cristal, el museo sólo se revela poco a poco a medida que los visitantes se aproximan. Para llegar a él, tienen que atravesar un jardín ondulado diseñado por Gilles Clément, una muestra de vegetación rebelde y espesa que se extiende a lo largo de dieciocho mil metros cuadrados. Compuesto por senderos, pequeñas colinas, caminos pavimentados con cantos rodados y estanques, el jardín pasa también por debajo del museo, que se encuentra elevado por los pilares.
Apenas entrando al edificio, una larga rampa asciende en espiral desde la recepción hasta el vestíbulo donde se encuentran las colecciones, distribuidas según las grandes zonas geográficas de las que proceden las piezas del museo: Oceanía, Asia, África y América. La exposición de más de tres mil quinientos objetos es un muestrario amplio de la historia de las sociedades y de la diversidad de culturas representadas, provenientes de todas partes del mundo. Pero estas son solo una pequeña parte del acervo total del Museo del muelle Branly: la colección completa es de unas cuatrocientas mil piezas de arte no occidental, el criterio rector que las unifica.
Además de las colecciones, el museo cuenta con una sala de cine, una sala de teatro exterior y otra interior, un atelier y una mediateca. En la azotea del edificio es posible apreciar una reproducción de la obra Dayiwul Lirlmim (“Escamas de barramundi”), una creación de Lena Nyadbi que fue llevada a una escala monumental. La obra no es apreciable desde el museo mismo, y para poder disfrutarla en su totalidad es necesario observarla desde lo alto de la Torre Eiffel.
De esta manera, el Museo Jacques Chirac funciona como un acervo histórico y moderno de la cultura indígena de todo el mundo. No solo por su enorme colección de piezas autóctonas de distintas latitudes, sino también desde la concepción del edificio mismo, una oda a la vitalidad de la creatividad contemporánea indígena.
