Annelise Elsa Frieda Fleischmann (Berlín, 1899 - Connecticut, EEUU, 1994) fue artista, diseñadora, ensayista, coleccionista, investigadora y docente. Nació en una familia acomodada de Berlín-Charlottenburg y a temprana edad comenzó a tomar lecciones de pintura. A los diecisiete años ingresó en el taller de pintura y arquitectura de Martin Brandenburg, donde estudió con uno de los artistas expresionistas más destacados de la vanguardia, el pintor y poeta austríaco Oskar Kokoschka. Por un breve tiempo asistió a la Escuela de Artes Aplicadas de Hamburgo, pero no se sintió a gusto con el método de enseñanza tradicional que allí se impartía. En aquel momento tomó conocimiento acerca de la revolucionaria Escuela de la Bauhaus, por lo que se encaminó a la ciudad de Weimar, donde su vida cambiaría para siempre.
Anni Albers
Los años en la Bauhaus
La escuela abrió sus puertas en abril de 1919, apenas cuatro meses después de la finalización de la Primera Guerra Mundial. Fue una de las iniciativas educativas más innovadoras y revolucionarias de todo el siglo XX. En sus catorce años de existencia logró combinar de modo sobresaliente el estudio teórico y la aplicación práctica y concreta de conocimientos; en un primer momento, a partir de la producción artesanal, y luego, con el desarrollo de diseños industriales, lo que le valió una cierta independencia económica. Rápidamente sus prácticas y metodologías se expandieron por las principales metrópolis de Europa, y su legado sigue hoy más vigente que nunca.
Aunque originalmente se permitió el acceso por igual a hombres y mujeres, con el paso del tiempo la presencia femenina se fue restringiendo a los cursos de diseño textil. A raíz de problemas financieros hacia 1922 la escuela abandonó definitivamente su perfil artesanal para definir su reconocida orientación funcionalista, poniendo el foco en producir diseños para las distintas ramas de la industria. En el ámbito artístico, en torno a esa época también se produjeron cambios significativos que implicaron el abandono del lenguaje expresionista predominante en los inicios, en beneficio de la creciente incorporación de los dictámenes del constructivismo. Este cambio de rumbo estuvo de la mano de la incorporación del carismático Theo van Doesburg. Aunque su influencia fue considerable, el artista neoplasticista holandés impartió un curso sobre el movimiento De Stijl, solo por un par de años.
En 1922 Anni Albers ingresa a la afamada escuela de arquitectura, arte y diseño fundada por Walter Gropius. Su primera intención había sido enrolarse en el taller de vidrio, pero aún no se admitían a las mujeres en varias disciplinas, por lo que tuvo que optar, con cierta resignación, por el taller de tejido a cargo de Gunta Stölzl. Sus más de doce años al frente de la sección textil, sin dudas, dejaron una huella imborrable, no sólo en Anni, sino en todas las jóvenes que allí se formaron. Por entonces, el diseño textil de la Bauhaus se centró mucho más en su aplicación práctica más que en explorar la potencialidad artística. Al concluir el curso, por 1930, Albers había demostrado la gran maestría alcanzada en ese ámbito. Para muestra vale destacar la creación de un tejido desarrollado específicamente para un auditorio musical que era insonoro, reflectante y lavable, realizado principalmente a partir de algodón y celofán.
Tejedoras en el taller de la Bauhaus, 1928. Albers es la segunda desde la izquierda de la fila de abajo.
En un artículo que se dio a conocer luego de la renuncia de la maestra en julio de 1931, Stölzl resaltaba el invaluable aporte que la escuela había tenido en la industrial textil alemana. “La experiencia […] dice que seguimos el camino acertado: la influencia cultural de nuestro trabajo en la industria textil y en los otros talleres es bien patente: los jóvenes que hemos instruido ocupan cargos directivos en manufacturas mecánicas, en fábricas y escuelas. Solo con una activa participación en los problemas de la vida y de la vivienda, que varían constantemente, se puede mantener vivo y avanzar en el trabajo pedagógico y cultural de la sección textil de la Bauhaus. Las telas son elementos que conforman la gran unidad de la arquitectura, tan esenciales como el color de las paredes, los muebles y los utensilios domésticos. Han de cumplir su “función”, integrarse, satisfacer con extrema precisión nuestras exigencias en cuanto a color-material-estructura. Las posibilidades son ilimitadas”. Luego de la partida de Stölzl, Albers fue nombrada Directora del área textil y de la fábrica de tejido de la escuela, convirtiéndose en una de las profesoras más destacadas de Dessau y de las pocas mujeres a cargo de un taller en la Bauhaus.
Dentro del cuerpo docente, el más ferviente defensor del constructivismo fue László Moholy-Nagy, contratado por Gropius a finales de 1922. El artista húngaro introdujo maquinaria moderna sobre todo en los talleres de impresión, lo que brindó un nuevo impulso a la proyección de la imagen de la Bauhaus hacia el exterior. Estos cambios se profundizaron con el traslado de la escuela a Dessau. El edificio diseñado por Gropius se convertiría en uno de los más emblemáticos de la arquitectura moderna del siglo XX. La nueva sede comenzó a funcionar a finales de 1925, año en que el artista y docente Josef Albers, se casó con Anni, y fue nombrado director de los cursos de iniciación del centro. En adelante la artista textil adoptará su apellido de casada.
Anni y Josef Albers
La avanzada de modernización y la introducción de maquinaria en los distintos ámbitos y talleres de la Bauhaus encontraron una profunda resistencia en el sector de tejidos. Las alumnas y docentes defendían el bastión de la laboriosidad manual como un baluarte y como un sello distintivo, por eso allí se siguió tejiendo en telares manuales.
Anni Albers trabajando en el telar manual.
De los maestros que Anni Albers tuvo en la escuela, sentía un especial aprecio por Paul Klee, “su Dios”, como ella misma lo llamaba. Este gran respeto y admiración, sobre todo por el grupo de mujeres que se desempeñaban en el taller textil, se debía a que justamente Klee consideraba en gran estima esta disciplina. De hecho, proponía al arte textil como una práctica análoga a las composiciones musicales; y además consideraba que era una disciplina en la que se podía experimentar con la abstracción y con las gradaciones de color. En aquellos años Albers desarrolló innovadores tejidos que combinaban materiales poco habituales, y también potenciaban sus propiedades, como la reflexión de la luz, la absorción del sonido y su durabilidad. Recibía, además, importantes encargos para la realización de diversos tapices.
Tejidos ancestrales, modernas configuraciones
Cuando en 1933 Hitler llega al poder, la Bauhaus cierra sus puertas, por lo que Anni y Josef Albers, como muchos otros artistas e intelectuales, migran a Estados Unidos. Invitados por el destacado arquitecto norteamericano Philip Johnson comienzan a impartir clases en el mítico Black Mountain College en Carolina del Norte, de 1939 a 1949. Su esposo llegó a dirigir el programa de Arte y Anni estuvo a cargo del taller de Arte Textil durante más de diez años. Allí centró sus enseñanzas en la introducción de materiales novedosos para el desarrollo de tejidos, a la vez que propició con sus investigaciones una profunda conexión entre el arte moderno y los textiles precolombinos. Así es que Albers utilizó el telar como una herramienta para conectarse con las tradiciones ancestrales, y al mismo tiempo innovar con sus diseños e introducir nuevas tecnologías, como separadores de ambientes a prueba de luz y sonido. Al mezclar fibras sintéticas y naturales, creó un nuevo vocabulario en sus textiles, por los que obtuvo gran reconocimiento dentro del mundo de las artes visuales. De este modo logró trascender las fronteras que dividen arte de artesanía.
Su gran interés por las culturas precolombinas queda evidenciado por la cantidad de viajes que Anni y Josef Albers realizaron por Latinoamérica entre 1934 y 1967. En sus más de catorce viajes visitaron Cuba, México, Perú y Chile. Conocer estos países, sus culturas y tradiciones nutrieron y transformaron su arte y sus vidas. Anni Albers expresó en más de una oportunidad su profundo respeto y admiración por el arte de México y América del Sur. En noviembre de 1969, escribió: “Conforme crecían nuestro interés y nuestro amor por el arte del México prehispánico, nos adentramos en regiones que aún no formaban parte del itinerario turístico habitual. Caminábamos bordeando altos vallados de cactus por calles de aldeas silenciosas y vacías. Nos sentábamos en el campo […], y allí donde mirásemos veíamos sobresalir tiestos de alfarería antigua [...] nos dábamos cuenta de que bajo tierra, esperando la excavación, había estratos sobre estratos de civilizaciones pasadas [...] el arte prehispánico todavía no había ganado aceptación como arte, y sentíamos la emoción del descubrimiento. Visitamos pirámides [...] que nos pasmaban por los grandes conceptos de su arquitectura, [el arte] tiene una potencia restauradora que necesitamos una y otra vez [...] Quizá fuera esa cualidad intemporal del arte precolombino lo que primero nos habló, al margen de la especial significación que tuvo que poseer para una comunidad contemporánea”.
Sus viajes a México también tendrán un gran impacto en sus investigaciones sobre los telares prehispánicos y en su propio trabajo, muestra de ello son dos tapices de pared realizados al regreso de su primer visita a la tierra azteca en 1936, Monte Albán y Ancient Writing [Escritura antigua]. En el primero las formas y siluetas de la típica arquitectura zapoteca recortadas sobre el paisaje es más que evidente.
Monte Albán y Ancient Writing (1936)
Cabe destacar los minuciosos estudios preparatorios que Albers solía hacer antes de realizar sus tapices y textiles, lo que demuestra la gran maestría de la artista en temas de diseño y composición. En muchos de ellos la influencia del antiguo Perú o del México prehispánico es notable. En el país andino la artista toma contacto con una de las culturas textiles más destacadas de la historia, donde los hilos se cuentan entre los primeros transmisores de significado, el quipu, sistema que servía tanto para almacenar información como para llevar la contabilidad. En su texto On Weaving de 1965 expresa: “En el Perú, donde ningún lenguaje escrito se había desarrollado antes de la Conquista encontramos –no a pesar de ello sino por esa razón– una de las más altas culturas textiles que hemos llegado a conocer. [...] Obras de arte, en mi opinión, son las antiguas piezas peruanas, conservadas por la aridez del clima y desenterradas al cabo de cientos y aún miles de años. Sus personajes, animales, plantas, formas escalonadas, zigzags [...] están siempre concebidos en el vocabulario del tejedor. De fantasía infinita dentro del mundo de los hilos, transmitiendo fuerza o travesura, misterio o la realidad de su entorno, infinitamente variados en su aspecto y construcción aunque sometidos a un código de conceptos básicos, estos tejidos establecieron un nivel de excelencia que no ha sido superado”.
Las influencias de las antiguas culturas americanas marcaron el trabajo de Anni a lo largo de toda su vida, algo que se puede apreciar con claridad en su última gran obra textil, Camino Real (1968).
Camino Real (1968)
En 1945, Albers formó parte de la muestra colectiva Diseño Textil en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en 1949 se convirtió en la primera diseñadora en tener su propia exposición monográfica en esa importante institución, Los textiles de Anni Albers. Durante la década de 1950 trabajó en diseños textiles fabricados en serie, realizó diseños para importantes firmas y creó la mayoría de sus “tejidos pictóricos”, como ella misma los denominaba. También publicó artículos y editó una compilación con sus escritos. Luego de dedicar su vida entera a diseñar y realizar tejidos a mano, en la década del 60 comenzará a alejarse de esta práctica y experimentará con técnicas gráficas, sobre todo en litografía y serigrafía. En esos años, comenzó a desarrollar el diseño de joyas, muchas de ellas inspiradas en el tesoro de Monte Albán, descubierto en Oaxaca, México.
Anni Albers junto a uno de sus textiles.
El legado de Anni Albers tiene aún gran presencia en muchos de los patrones, colores y diseños que hoy se utilizan en la industria textil, debido a que ella convirtió en arte la tradición artesanal de la tejeduría. Las grandes contribuciones que aportó en el campo textil, una disciplina históricamente considerada "menor" y propia del género femenino, trascendieron las nociones de artesanía y de labor meramente “femenina”.
En la actualidad el arte textil es uno más de los tantos medios expresivos con los que trabajan los artistas contemporáneos, contando incluso con una fuerte presencia en el circuito internacional, con premios, asociaciones y bienales propias. Su lenguaje y materialidad se expande más allá de hilos y tramas, y hoy los artistas apelan a “lo textil” para trabajarlo a partir de los más variados elementos y en las mas innovadoras formas. Pueden realizar pequeñas piezas que retoman prácticas históricas, o desplegarse en el espacio para realizar monumentales instalaciones.