Wassily Kandinsky nació en Moscú en 1866 y murió en Neuilly-sur-Seine en 1944. Fue ruso, alemán y desde 1939 se naturalizó francés. De trayecto sinuoso y radical, alcanzó su punto de inflexión estético en 1910, con Primera acuarela abstracta, con la que clausuró el coqueteo figurativo para darle preeminencia casi exclusiva a la abstracción.
Kandinsky se mudó a Múnich a los treinta años para emprender estudios de pintura. El cambio de vida sorprende a propios y extraños, aunque desde muy joven mostró fascinación por el simbolismo y el color. De respetado docente de derecho y economía asumió el riesgo de una inverosímil carrera artística. Su compromiso es indiscutible. Avanza a tientas, movido por un deseo salvaje de renovación.
Primer acuarela abstracta, de Wassily Kandinsky (1910). Musée National d'Art Moderne, Centre Georges Pompidou, París.
Entre 1900 y 1910 pinta preciosos y coloridos paisajes y escenas urbanas. La figuración latente en estas obras resulta indudable, pero se muestra en fuga, como a la espera de una disolución. Emplea el óleo como un acuarelista. A este período pertenece Murnau, casas en el Obermarkt, que integra el acervo del museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
Murnau, casas en el Obermarkt, de Wassily Kandinsky (1908). Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
En 1911, funda con Franz Marc Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), grupo de artistas alemanes que pretendían renovar el expresionismo. El grupo realizó dos exposiciones y un catálogo-calendario que contenía ensayos de diversos autores y la portada era autoría de Kandinsky. El grupo se disolvió en 1914 por los desastres de la guerra y Kandinsky regresó a Rusia. Allí se vincula con algunos de los artistas más importantes del siglo XX, vanguardistas de pura cepa, El Lissitzky y Kazimir Malevich, fundadores del suprematismo, movimiento orientado a eludir cualquier referencia natural gracias al uso audaz de las formas geométricas.
En 1921 abandona definitivamente la Rusia posrevolucionaria (temiendo que la libertad de experimentar con las formas se volviera problemática) y lo invitan a incorporarse a la Bauhaus. Comparte aulas con otro peso pesado, Paul Klee. Kandinsky dictaba cursos de dibujo analítico donde se estudiaban los principios constructivos. El mismo inventor de la Bauhaus, Walter Gropius, escribió: “La meta de toda actividad plástica es la construcción”. Gropius luchaba por una síntesis entre la arquitectura, el arte y el diseño y como reclama en su breve manifiesto, quería borrar la división social entre artista y artesano, por ser una separación retrógrada y clasista.
Kandinsky tuvo aspiraciones teóricas, como un investigador que se recluye en el laboratorio buscó ordenar algunos de sus hallazgos. Escribió dos libros que se dan en todas las facultades; en 1911, De lo espiritual en el arte, y en 1926, Punto y línea sobre el plano. Ambos sistematizan sus investigaciones pictóricas y son la muestra cabal de que primero viene la práctica y luego la teoría.
Amarillo, rojo y azul, de Wassily Kandinsky (1925). Musée National d'Art Moderne, Centre Georges Pompidou, París.
Uno de sus hits es Gelb, Rot, Blau (Amarillo, rojo y azul), datada en 1925, cuando la trayectoria abstracta había despegado con las Composiciones o Improvisaciones, en alusión evidente a la música, sobre la cual Kandinsky profesaba la fe de que podía crear realidades fuera de la descripción realista y naturalista del mundo. Si en los comienzos de su carrera existía aún un correlato con lo real, la representación se va simplificando hasta cobrar independencia del asunto representado. Esta torsión la tematiza en su primer libro:
"En el arte, el elemento abstracto, que hasta hoy se ocultaba tímidamente y era apenas visible tras los afanes puramente materialistas, pasa progresivamente a un primer plano. El desarrollo, y finalmente el predominio, del elemento abstracto es natural, porque cuanto más se renuncia a la forma orgánica, tanto más pasa a un primer plano ganando en resonancia la forma abstracta".
Así, a fines de los años 20 y principios de los 30 empieza a utilizar formas geométricas, entes puramente abstractos, que pierden el signo matemático e ingresan a los dominios del arte. El objetivo era romper con el régimen ilusionista para volver la obra más viva, más real. A este período pertenece Círculo (con castaño) [Kreis (Mit bruan)], de 1929, patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes. En esta pieza los colores están confinados en áreas específicas y la simplificación formal adquiere todo su espesor, en este sentido el círculo es un elemento compositivo central. Vemos también un plano dentro del plano, rectas, triángulos, cuadriláteros y semicírculos dispuestos a los fines de indagar cuáles son las consecuencias de esa composición particular. Cada cuadro es un mundo. No existen fórmulas universales. La abstracción es un intento de experimentar con la percepción humana y generar al mismo tiempo un tipo de emoción objetiva, por algo mucha gente acusa aburrimiento y a otras nos conmueve. ¿Qué conmueve del arte abstracto? Ninguna narratividad, ninguna historia, sino la tensión y el equilibrio entre lo cromático y las formas.
Círculo (con castaño), de Wassily Kandinsky (1929). Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
En Kreis (Mit braun) Kandinsky trabaja oposiciones y correspondencias, volviendo al naranja y el violeta elementos determinantes, ya que el azul y el amarillo (los colores primarios tan presentes en su obra) se ven contaminados por la inclusión del rojo. Además de formalista, Kandinsky era místico, apostaba por una abstracción espiritual y sagrada.
El arte abstracto podría considerarse como un movimiento disolvente, obsesionado con purgar de elementos figurativos de la superficie pictórica para poner en valor los colores y las formas. Este carácter extremo de la propuesta llama la atención cuando no hay sala de espera médica u odontológica que no exhiba orgullosamente una reproducción del pintor ruso. Es uno de los interrogantes más complejos de la historia del arte. A mayor radicalidad de la vanguardia, con el correr de los años, mayor licuación de esa radicalidad. Dada es el ejemplo perfecto.
Cerremos con un párrafo memorable de Kandinsky que anticipa un siglo (aunque deudor de la estela nietzscheana), la sutil intuición de Giorgio Agamben en “¿Qué es lo contemporáneo?”, y confronta con las visiones sociológicas del arte, siempre atentas a lo insustancial:
“Comprender es formar y aproximar al espectador al punto de vista del artista. Ya dijimos que el arte es hijo de su tiempo. Un arte así sólo puede repetir artísticamente lo que está reflejando nítidamente la atmósfera del momento. Este arte, que no guarda ningún germen del futuro, que es sólo hijo de su tiempo y que nunca crecerá hasta ser engendrador de futuro, es un arte castrado. Tiene escasa duración y moralmente muere en el instante en que desaparece la atmósfera que lo ha originado. El otro arte, capaz de evolucionar, se basa también en su época espiritual, pero no sólo es eco y espejo de ella, sino que contiene una energía profética vivificadora que actúa amplia y profundamente. La vida espiritual, en la que también se halla el arte y de la que el arte es uno de sus más fuertes agentes, es un movimiento complejo pero determinado, traducible a términos simples, que conduce hacia adelante y hacia arriba. Este movimiento es el del conocimiento. Puede adoptar muchas formas, pero en el fondo mantiene siempre un sentido interior idéntico, el mismo fin”.
1. Sobre la fecha de creación de esta obra no terminan de ponerse de acuerdo los especialistas. En el cuadro Kandinsky anotó 1910, sin embargo se cree que la pintó en 1913 como esbozo de las Composiciones. Los tres años que gana el artista le servirían para justificar sus ideas y autoproclamarse iniciador del movimiento abstracto. Por otro lado, la obra carece de título original, aunque en el dorso figura Erstes abstraktes Aquarell (Primera acuarela abstracta).
2. Aquí es factible sellar un principio de coincidencia con las búsquedas de Marcel Duchamp. Ambos disparan contra los procedimientos imitativos del arte, en el intento de obtener mayor inmediatez. Entre el trazo expresivo del ruso y la renuncia al trazo del francés, nos movemos en la órbita de la autorepresentación del acto creador y el favorecimiento de la presentación del objeto. Podríamos decirlo así: en Kandinsky el arte prescinde de los hechos, en Duchamp los hechos prescinden del arte.
3. En la página 85 de mi edición Kandinsky escribe: “La curva creciente vuelve tarde o temprano a su punto de partida. El fin y el principio se confunden y desaparecen instantáneamente sin dejar huellas. Surge así el plano más inestable y más estable al mismo tiempo: el círculo”.
4. Cómo olvidar la intervención de Sócrates en el Filebo de Platón, cuando le dice a Protarco: “Puesto que no comprendes al vuelo lo que quiero decirte, es preciso tratar de explicártelo. Por la belleza de las figuras no entiendo lo que muchos se imaginan, por ejemplo, cuerpos hermosos, bellas pinturas; sino que entiendo por aquella lo que es recto y circular, y las obras de este género, planas y sólidas, trabajadas a torno, así como las hechas con regla y con escuadra; ¿concibes mi pensamiento? Porque sostengo, que estas figuras no son como las otras, bellas por comparación, sino que son siempre bellas en sí por su naturaleza; y que procuran ciertos placeres que le son propios, y no tienen nada de común con los placeres producidos por los estímulos carnales. Otro tanto digo de los colores bellos que tienen una belleza del mismo género, y de los placeres que les son afectos. ¿Me comprendes ahora?”.