Colección MNBA: Mujer acostada, de Pablo Picasso

¿Es el artista más convocante de la historia? ¿Dónde nace su vitalidad desbocada para la creación? ¿Es más peligroso el éxito que el fracaso? Algunos interrogantes que surgen de analizar la obra del genio malagueño.
Por Manuel Quaranta

 

Pablo (Ruiz) Picasso es uno de los dos o tres artistas (¿agregamos a Dalí?) que con su sola presencia llena salas de museos. Esto, lo aclaro, no es una objeción ideológica, es un retrato veraz de lo que representa Picasso en vastas porciones de la sociedad. Porque es el nombre Picasso (1) lo convocante, la obra importa menos (2). Es como consecuencia del nombre que, el público promedio, indiferente a las actividades museísticas durante el resto del año, acude en masa, insaciable, a las salas, a devorarse la figura del genio. Pero esta avidez, insisto, no es tanto del orden del percibir, ni de la contemplación, sino más bien del estar, o del deber ser; en este tipo de muestras (3) la facultad sensible queda en segundo plano; son eventos sociales, espectáculos masivos que se comentan luego (o antes) en la mesa del bar, la fila del banco, en la peluquería; visitar una muestra de Picasso, para cierto imaginario, nos convierte en amantes del arte.

No es un problema intrínseco de Picasso, lógicamente, sino del sistema del arte, de los modos de circulación, consumo y consagración artísticos. Para el artista, decía Ricardo Piglia, no exento de ironía, es más peligroso el éxito que el fracaso, porque cuando el éxito se alcanza, cuando el artista la pega, resulta muy tentador repetir la fórmula. La tentación del éxito puede devenir, según Piglia, garantía de fracaso (abandonar la incertidumbre del riesgo). Aclaremos, bajo ningún punto de vista este es el horizonte de Picasso, quien ensayó un sinfín de estéticas y estrategias y se abocó a manipular una cantidad inaudita de materiales.

 

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Las señoritas de Avignon, de Pablo Picasso (1907). MoMA, Nueva York.

 

La descomunal producción picassiana suele dividirse en períodos: azul, negro, rosa, cubista. Quizás la cima de su arte la haya tocado al pintar Las señoritas de Avignon, guardada en su estudio, sin exponer, desde 1907 hasta 1916; más tarde (1912) inventó el collage con Naturaleza muerta con silla de rejilla. Las señoritas de Avignon es una pintura protocubista donde detectamos la multiplicidad de búsquedas e intereses del artista malagueño, un impulso sincrético que funde tradiciones y estilos. Con respecto al collage, fue el puntapié inicial para introducir en el quehacer artístico material extraño al campo del arte.

 

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Naturaleza muerta con silla de rejilla, de Pablo Picasso (1912). The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

 

Las estimaciones indican que Picasso realizó trece mil pinturas, más de cien mil impresiones o grabados, treinta y cuatro mil ilustraciones para libros y trescientas esculturas o cerámicas; los números son apabullantes, ¿de qué fuente obtenía Picasso semejante vitalidad? El concepto freudiano de sublimación le queda chico para explicar el ímpetu, casi demencial, al momento de crear. Tal vez su famosa frase ayude a la comprensión del fenómeno: “Yo no busco, encuentro”, rezaba Picasso, dando a entender que las cosas se le presentaban, lo encontraban a él, porque su existencia misma era una predisposición al encuentro. Un dato menos conocido es que Picasso escribió la obra de teatro El deseo atrapado por la cola (4), absurda, surrealista y sin guión. El título (el análisis del título) podría explicar algo de su inagotable excitación pictórica. 

Fue una verdadera estrella. Orson Welles le dedicó parte de la película F for Fake, de 1973, exactamente el mismo año en que Picasso moría en Mougins, una pequeña localidad del sur de Francia. Como si no fuera suficiente fama, aparece en el libro de Récord Guinness ocupando el podio de “pintor más prolífico de la historia del arte” y ostenta, además, el mayor número de museos bautizados con su nombre (los museos Picasso son entidades cuyo fin primordial es el lucro).

La obra que nos concierne corresponde, en principio, al surrealismo tardío, aunque es posible descubrir rastros de otras corrientes o movimientos, como el cubismo y la abstracción. En Femme allongée (1931) se mantiene una verdad, todavía las formas componen una silueta similar a la figura humana. El espectador está en condiciones de recomponer la escena representada por Picasso, entre otras cosas, gracias al título: Mujer acostada. A su manera, las conexiones cerebrales tratan de identificar aquello que esperaban ver. 

 

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Mujer acostada, de Pablo Picasso (1931). Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.

 

En Femme allongée, antes que la figuración, Picasso profundiza en la línea, los empastes, las formas, sin olvidar lo procesos perceptivos del público. En esta pintura no utiliza colores solemnes y tampoco le afecta demasiado (al contrario) exponer los arrepentimientos y las imperfecciones. Son líneas gruesas, espesas, que toman la superficie como por asalto. Líneas libres, confusas, sin terminar. Digamos entonces que mediante estos procedimientos Picasso se interesa tanto por la figura humana como por las posibilidades del arte pictórico. La mujer (el esbozo de mujer, casi fantasmal, una ausencia presente con indiscutibles reminiscencias oníricas) es ambigua, la pintura es ambigua, y estoy seguro de que a muchas personas les gusta por el hecho de pertenecer a Picasso. Esto es así, cuando nos enteramos de la autoría el fervor se enciende, ¿sino, por qué tamaña admiración hacia el Guernica? No niego la excelencia ni la distinción del cuadro, pero el mismo espectador puesto frente a obras conceptualmente homólogas se le dibujaría una sutil mueca de desagrado. El Guernica no es sólo el Guernica, es la suma de todos los discursos y de todas las interpretaciones consumadas desde que cobró popularidad en 1937, en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París.

 

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Guernica, de Pablo Picasso (1937). Museo Reina Sofía.

 

Evidentemente, Femme Allongée no modificó la historia del arte, no es una obra superior, ni magna, cuya estela permanecerá en nosotros hasta el final de los días, sin embargo, posee un valor único, irrepetible, que pocas pinturas del Museo Nacional de Bellas Artes tienen, es una pintura nada más y nada menos que compuesta por Picasso, el artista más popular del siglo XX. 

 

 

1. A fines de los 90, la empresa de automóviles Citroën, tras duras negociaciones con Claude, el hijo del pintor, llegó a un acuerdo para bautizar su modelo Citroën Xsara Picasso. Luego vendrían otros modelos, aquí el listado: Citroën Xsara Picasso (1999 - 2012); Citroën C4 Picasso I (2006 - 2013); Citroën C3 Picasso (2009 - 2017); Citroën C4 Picasso II (2013 - 2018). 

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2. El equivalente argentino sería Marta Minujín. Si realizáramos una compulsa popular fuera del campo del arte preguntando por el nombre de un artista argentino, la mayoría de la gente respondería “Marta Minujín”, sin embargo, al momento de ahondar sobre su producción, esa misma gente se vería en serias dificultades para mencionar el título de alguna obra. 

 

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Marta Minujín

 

3. Recuerdo la exposición El lenguaje gráfico de Picasso en Rosario, de 2013, en el museo Juan B. Castagnino. La ciudad se revolucionó, los medios de comunicación no trataban otro tema. Amigos y conocidos prescindentes de los museos de pronto se volvieron críticos de arte. La entrada para ver la obra menor del ídolo costaba $40 (actualícenla a valores de 2024).

4. Hablando de deseo. Jacques Lacan conoce a Picasso cuando éste ya es una celebridad mundial. Existen dos referencias del psicoanalista al pintor, la más rotunda aparece en el Seminario El momento de concluir, dictado en 1977-1978: "…había enunciado en otros tiempos que 'no busco, encuentro'. Son mis palabras tomadas en préstamo de alguien que tenía en su tiempo una cierta notoriedad, a saber, el pintor Picasso. Actualmente no encuentro, busco. Busco e incluso algunas personas no encuentran inconvenientes en acompañarme en esta búsqueda”.

 

 

 

 

 

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