La última retrospectiva del artista León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, en 2004, curada por Andrea Giunta, le valió el mote de blasfemo y varias clausuras. Encabezó entonces la revuelta en su contra quien es hoy el Papa Francisco, que entonces era el cardenal Jorge Bergoglio. En la inauguración de esa muestra, una retrospectiva con obras de los últimos cincuenta años, sucede el diálogo que aquí sigue, entre una muy joven cronista y un artista que camina con bastón pero que se divierte con la polémica como si fuera un chico y ésta, su última travesura.
El tiempo le dio la razón. Poco después, en 2007, mereció el León de Oro en la Bienal de Venecia, y el reconocimiento internacional echó un manto de olvido sobre aquel intento de censura. En 2020 se celebró el centenario de su nacimiento con reconocimientos en varios puntos del globo: una gran muestra itinerante recorre el Pompidou de París, el Reina Sofía de Madrid y el museo holandés Van Abbe.
Antes de partir a esa gira, la pieza emblemática de Ferrari “La civilización occidental y cristiana”, realizada en 1965, presidió durante meses el hall de ingreso al Museo Nacional de Bellas Artes, en el espacio público. Volverá en 2022, cuando ocupará un lugar central en la exposición antológica que la pandemia ha demorado.
—¿Qué une a las obras de esta retrospectiva?
—Hay dos tipos de obras. Por un lado, esculturas sin ningún propósito crítico y, por el otro, obras en las que uso al arte para expresar opiniones sobre lo que está pasando: represión en general, violación de los derechos humanos, el Proceso, antisemitismo, discriminación a los homosexuales y a la mujer, entre otros temas. Lo de la Iglesia es una cosa más.
—¿Qué cosas cambiaron en estos años de trabajo?
—Las técnicas. Algunas las hago y después las abandono. En el significado de la obra, desde 1963 se mantiene esa necesidad de usar el arte como medio de expresión. Y una de las cosas que más me preocupa es la cultura occidental, especialmente el castigo al diferente.
—¿Qué balance hace de este camino recorrido?
—Hice estas cosas durante mucho tiempo sin tener respuesta. Estas reacciones significan que lo que digo alcanzó a los responsables.
—¿Se arrepiente de algo?
—Posiblemente. Uno se ha equivocado. Pero esta serie de obras no son una equivocación.
—¿Tiene algún límite estético?
—Creo que en el arte no se puede establecer límites ni hacer definiciones. Por ejemplo, un límite es la crueldad, se podría decir. Pero resulta que los mayores cuadros de Occidente exaltan la crueldad y la tortura. El Bosco, Miguel Ángel y Giotto pintaban la crueldad apoyándola, como amenaza para castigar a los diferentes. Picasso también pinta la crueldad en el Guernica, pero la diferencia es que la condena.
—¿En ese sentido el arte evolucionó?
—Hay una evolución. Lo último que conozco es de Gustavo Doré, de 1860. Ya no se pintan tantos infiernos. Yo estoy en desacuerdo con el infierno.
—¿Encuentra belleza en sus obras?
—Algunas me gustan como formas, otras como contenido, otras como forma me son indiferentes.
—¿Qué es más importante, la ideología o la imagen?
—Creo que son independientes. Puede haber cuadros hermosos con contenido desagradable y cuadros mediocres con buena intención.
—¿Usted cree haber logrado un buen balance?
—En algunas cosas sí. Creo que hay que encontrar nuevas formas para decir las cosas.
—¿Le tiene miedo a algo?
—Sí, pienso que pueden agarrarme y romperme la cabeza. Pueden obedecer a sus dioses y castigarme en vida.
—¿A qué aspira?
—A aguantar unos años más y seguir haciendo estas cosas.
BIO. Nació en Buenos Aires en 1920. Está considerado uno de los principales representantes del conceptualismo argentino. Mantuvo enfrentamientos abiertos contra las formas de poder político y religioso a lo largo de toda su vida y obra. La retrospectiva del Recoleta que da motivo a la entrevista en 2004 produjo manifestaciones, rotura de obra, cierre de la muestra y reapertura por orden judicial, incluso una carta abierta del entonces cardenal Jorge Bergoglio. Cinco años más tarde, la muestra se presentó en el MoMA de Nueva York. También su obra se vio en 2007. Fue distinguido como el mejor artista de la LII edición de la Bienal de Venecia. Murió a los noventa y dos años, en 2013.
Del libro Entrevista con el arte (India 2018), publicado originalmente en La Nación, Revista, 9/12/04.