Si el robo de tema de tesis es un asunto recurrente en la praxis académica, el artista Chris Burden llevó las cosas demasiado lejos como para que alguien intente copiar el texto con el que se cierra una carrera. ¿Quién se hubiera decidido a pasar cinco días encerrado en un locker universitario como hizo él para terminar su cursada en la Universidad de Pomona en 1971? Entre Houdini y Joseph Beuys, lo de Burden (1946-2015) iba demasiado lejos como para intentar imitarlo. Ya no era el viejo axioma de la magia (“no lo intenten en sus casas”) sino que atravesaba toda la escena: no lo intenten en la academia ni tampoco en el arte.
En esos Estados Unidos donde el crimen iba y venía del establishment (Vietnam) a la contracultura (el asesinato de Sharon Tate por el clan Manson), los primeros setenta se revelaban como el vidrio astillado de la década que cambió el siglo XX. De forma literal, un cantante de rock como Iggy Pop era capaz de cortarse en público ante la audiencia de The Stooges mientras que el nombre de Burden hacía historia en la performance (Iggy también era un performer pero la Historia del Arte no lo sabe) con una pieza llamada Shoot.
Shoot, como cierto arte conceptual, es lo que es. Un disparo. En una sala de la galería F Space de Santa Ana, California, Burden se exhibió a sí mismo en los pocos minutos que dura una ejecución. Un video subido a Vimeo desde una filmación en VHS lo muestra como un condenado a muerte a cinco metros de su verdugo, un asistente de la galería llamado Bruce. “¿Sabés lo que estás por hacer Bruce, no?” le pregunta Burden al asistente que le apunta con un rifle. “¿Estás listo”? dice el tirador. Van veinticuatro segundos de fundido en negro en el que solo se escuchan las voces, casi indistintas, de los dos protagonistas. Cuando se abre la imagen, a los 31 segundos, Bruce aprieta el gatillo y hiere en un brazo al artista. Burden sale caminando como si nada y atraviesa el campo visual frotándose la herida como si le hubieran dado la Moderna o la Pfeizer durante la pandemia. Pero no, las balas matan. Como parte del registro de la obra, el videograph informa de forma mecánica: cápsula vacía cae sobre el piso de concreto.
¿Shoot es entonces una video-performance? Quizás desde 2023 no pueda verse de otra manera. En 1971 una obra como la de Burden podía venir a subrayar la enorme cantidad de disparos hechos por los soldados del U.S Army en la jungla. El cine (de Apocalypse Now a Taxi Driver) daría testimonio de un trauma que nunca terminaría por cerrarse tal como muestra Paul Auster en su monumental 4 3 2 1. Pero en Shoot, Burden metió en la obra el acto puro de disparar a matar exhibiendo a la víctima y su verdugo. Es un acto extremo que vuelve en loop con cada masacre en esa extraña y larguísima forma de guerra civil en la que, cada tanto, emerge el síntoma del trauma: el hombre del rifle invade el aula, los supermercados, los teatros para disparar a mansalva (Columbine, Red Lake, Virginia Tech, Sandy Hook, en una larga lista) contra todos. Burden, que murió de melanoma en 2015, repone su lugar en la mira telescópica en cada una de las masacres.