Cómo hacer del consumo una experiencia cuando las firmas que marcan el pulso están en todas partes ofreciendo los mismos productos a una multitud migrante que, por propia voluntad, puede sentarse a tomar el mismo café y comprar las mismas zapatillas como si nunca hubiera pasado el check in del aeropuerto. El dúo que forman Elmgreen & Dragset (Michael Elmgreen, Copenhague, 1961; Ingar Dragset, Trondheim, 1969) desde 1995 parece haber encontrado la mejor respuesta posible trayendo a la realidad un paisaje que antes solo pudo existir en la pintura surrealista o metafísica. Una tienda de Prada (pero no una maquette, una tienda que vende zapatos, carteras, moda) emplazada en un descampado de Marfa, Texas, una ciudad de menos de dos mil habitantes antes también conocida turísticamente por el extraño fenómeno de sus luces en el desierto. Esferas luminiscentes del tamaño de una pelota de básquet que se manifiestan a ras del suelo y sin explicación en las horas previas al anochecer.
Hay un Prada, entonces, entre las luces de Marfa y los que antes peregrinaban para observar el fenómeno ahora acaso también se hagan una selfie en el Prada que Beyoncé eligió para comprarse zapatos. Elmgreen & Danset consiguieron con esta escultura viva que deslocaliza la arquitectura y la circulación del consumo llevar al paroxismo la monotonía de la globalización. Exponer el monocromo de las franquicias al tiempo que insistir en el perverso exotismo de la procedencia: made in Malaysia. Como Gilbert & George antes, este dúo escandinavo fue pareja durante diez años en el arte y en la vida. Pero no hicieron de su relación el soporte sino que proyectan intervenciones sobre el sistema del arte desde la propia historia del arte moderno.
Así como la instalación de un Prada en el desierto resuena en la iconografía surrealista (de la misma manera en que Hipgnosis trabajó las tapas de Pink Floyd o Led Zeppelin), el Blanco sobre Blanco de Malevich fue reintroducido por el dúo para Entre otros acontecimientos (2000), instalación performática que se experimentó en 2015 en Malba. Dos pintores de casas desocupados fueron contratados por el museo para pintar una y otra vez el cubo blanco, medida universal del arte contemporáneo. La obra pasaba desapercibida acaso porque el contexto no se correspondía con la idea original. Entre otros acontecimientos se había estrenado en Leipzig como Zwischen anderen Ereignissendonde durante siete semanas dos alemanes desocupados del Este pintaron treinta y cinco veces de blanco la sala de una galería. Era el momento de la transición de la vieja RDA al capitalismo y la ciudad estaba obsesionada con renovar su fachada y blanquear todo rastro soviético de su piel.
En ese sentido tenía la misma potencia que La Familia Obrera de Oscar Bony en Experiencias 68 del Instituto Di Tella así como se atenuaba en el re-enactment que el mismo Bony hizo en Proa en 1998. Pero sí, Elmgreen & Danset estuvieron en Buenos Aires. Como dos pintores de casas sin trabajo.