Gao Brothers y la decapitación como concepto

Las obras del dúo chino están cargadas de matices políticos con fuertes críticas al comunismo oriental. La imagen de Mao aparece de manera recurrente en sus trabajos, a menudo representado de formas provocadoras y grotescas.
Por Fernado García

 

En mayo de 2020, tras el asesinato del afroamericano George Floyd por parte de un policía de Minneapolis, una turba iconoclasta recorrió Estados Unidos y Europa. Lo que se dio en llamar Guerra de las Estatuas no dejaba por esos días monumento en pie. De pronto, esas figuras rectoras de bronce, de pie o a caballo, asociadas con hitos políticos o culturales fueron arrancadas de cuajo en un acto vandálico colectivo contra el racismo y su raíz histórica en los procesos coloniales en África y América. Los manifestantes fueron por Colón (como si el descubrimiento de América hubiera sido el de la esclavitud misma) en Boston, Richmond, Miami, Washington y Chicago. En Minneapolis, el fotógrafo Evan Frost (Associated Press) dio con la escena más impactante: el perfil de la cabeza de bronce de Colón yace contra el suelo, knock out, mientras, fuera de foco, los manifestantes apuntan sus smartphones para registrar el ajusticiamiento del comerciante genovés. Se sabe, sin posteo no hay historia (de IG).

Occidente tuvo así sus decapitaciones conceptuales y revisionistas copiando escenas de la Cortina de Hierro en 1989 cuando las cabezas de Marx, Lenin y Stalin rodaban por suelo eslavo. En China, se sabe, todo camino es más largo y escabroso. Y por eso la tarea quedó en manos de artistas contemporáneos que le dan sentido a un gesto iconoclasta que los chinos de a pie (o bicicleta) acaso quisieran ejecutar pero a condición de ser decapitados ellos mismos apenas después. Entonces fueron los Gao Brothers (Zhen y Qiang) los que se dedicaron a horadar la imagen que hasta Andy Warhol contribuyó a estetizar y universalizar: el camarada Mao Tse-Tung, padre del comunismo chino y de la cruenta Revolución Cultural. En los años 90, de forma clandestina, exhibían un Mao suplicante que pedía perdón por las atrocidades cometidas en ese 68 invertido que el Mayo Francés, Praga y otras contestaciones contraculturales leyeron con bastante miopía. Pero para evitar la censura y persecución, al camarada mayor lo descabezaron y entonces la obra era ensamblada para mostrarse en esas muestras fugaces que eran como happenings

 

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Los Gao inventaron el perdón como una forma del arte contemporáneo para un régimen que sigue sin contar los muertos de Tiananmen. Tuvieron que esculpir ellos al Mao suplicante que hubieran preferido les diera explicaciones sobre el padre que la Revolución Cultural les arrebató de Shandong. Un trabajador acusado de contrarrevolucionario al que solo volvieron a ver incinerado tras un supuesto suicidio en un campo de concentración. Nunca sabrán qué le pasó. Jamás. 

 

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Entonces invirtieron el silencio de Mao (ícono del control de masas) por un Mao del arte que es expresado en un libro rojo escrito por ellos mismos. Y en obras como El suplicante (Guilt), Miss Mao (una criatura mezcla de Minnie y Pinoccio) y una que eriza la piel: The execution of Christ (2009).

 

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Más que choque de civilizaciones, un shock iconográfico único. El tema recurrente del pathos cristiano en el arte occidental (del medioevo a la modernidad) fundido con esta neo-chinoiserie revulsiva. Siete réplicas de la escultura oficial de Mao armadas con una bayoneta encargada por el PC en 1964, apuntándole a un Cristo indefenso. La profundidad de la escena merece el respeto del silencio. Uno radicalmente distinto al de Mao, desde ya. 

 

 

 

 

 

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