Godfried Donkor y el golpe histórico de la periferia 

Su obra resume años de investigación en el origen del boxeo como práctica forzada por traficantes de esclavos. Una pinacoteca de ancestros africanos obligados a pelear en el circo moderno de la colonización.
Por Fernando García

 

A ver, sin repetir y sin soplar: una genealogía de dos superficies sin aparente posibilidad de roce como lo son la práctica del box y la pintura. Empecemos por Jorge Larco (1897-1967) y su Boxeador de 1930, acaso el primero de la pintura iberoamericana, abatido en el rincón. Un ejercicio de solapado homoerotismo (basta con ver sus marineros) que Pablo Suárez (1937-2006) haría explícito con su Boxeador de 1977, parte de su constelación de chongos. La genial Martha Peluffo (1931-1979) viene a sumarse con su fantástico retrato pop de Nicolino Locche (el intocable, que además de pegar, bailaba) en un conjunto que incluía a Claudia Sánchez y Nono Pugliese (el más visto, ahora exhibido en el Moderno) y Hugo Gatti (el menos visto). Y si pensamos por fuera de la pintura (o quizás de una pintura expandida) no puede soslayarse la apropiación que Favio hizo de la fama del campeón femicida Carlos Monzón en Soñar Soñar (1976) contemporánea de los dibujos realizados por Berni a pedido de la revista Gente para la defensa del título ante el colombiano Rodrigo Valdés en 1977.   

Todo esto para no caer en el lugar común de la serigrafía de Ali que Andy Warhol hizo en 1978 como principio de todo. Tampoco el libro gigante (GOAT, 2004) que Taschen le dedicó al deportista más político del siglo XX termina de consagrar al boxeo como arte. Quien definitivamente lo hizo es el pintor ghanés-británico Godfried Donkor (1964) que además de retratar a Alí como ícono (en el sentido religioso estricto, aureolado, siguiendo también la inspiración que Warhol había encontrado en los íconos ortodoxos rusos) está dejando una pinacoteca de sus ancestros africanos obligados a pelear a trompadas hasta morir en el circo moderno de la Revolución Industrial y la colonización. Su serie Battle Royale (I y II) resume veinte años de investigación en el desarrollo del boxeo como práctica forzada por los traficantes de esclavos en Estados Unidos e Inglaterra y la progresiva conversión de Accra (Ghana) en una cantera de futuros peleadores en lo que Donkor define como “el arte de la supervivencia”. “Battle Royale” era el nombre que la metrópoli le daba a este entretenimiento cruel cuyos sucesivos rediseños terminaron por dar forma al boxeo tal cual lo conocemos (no es el lugar para discutir si es o no deporte). 

En 2023 la galería londinense 1957 presentó Battle Royale II donde Donkor completó la pinacoteca del ataque y defensa ghanés. Retratos vibrantes de campeones legendarios como Roy Black Flash Ankrah, Floyd Klutei Robertson, David Kotei Poison, Azumah Zoom Zoom the Professor Nelson, Nana Yaw Konadu (Nana Yaw Konadu Yeboah), Ike Bazooka Quartey, Alfred Cobra Kotey, Joshua Clottey, Joseph King Kong Agbeko A.K.A Torgbui Kaletor II (Warrior King), and Isaac Dogboe. Y detrás de la figura, el fondo: la escena de gimnasios y ringsides de Accra, la fábrica del cross a la mandíbula y la guardia alta. La relevancia de la obra de Donkor está muy por encima de las consideraciones estéticas y, menos, de lo que se espera que un artista de la periferia más marginada tenga para representar. Los titanes en el ring de Donkor son las partículas de materia de las que está hecho el retrato con el que Warhol consumó el lugar de Alí en la cultura popular de los Estados Unidos. Sin el sacrificio de estos hombres convertidos en menos que bestias por los colonizadores no hubiéramos tenido al desertor más influyente de la historia. Que dio la pelea por Vietnam invertida. Por la retirada, por no gastar ni una sola bala. Justo él, heavyweight, que era capaz de derribar a quien se pusiera enfrente.

 

 

 

 

 

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