Acerca del pintor llamado Guillermo Kuitca (Buenos Aires, 1961) y de cómo es que nunca está pero se las arregla para aparecer. Ahora mismo en una vitrina de la galería Arte x Arte donde hay tres pisos con retratos, paisajes y postales históricas de la vida argentina a cargo del foto-periodista Eduardo Grossman. Es el lugar donde a las obras se les suele dar contexto con afiches, invitaciones, catálogos vintage y recortes de prensa. Aquí se suman curiosidades como el carnet de prensa del fotógrafo (autor del mejor retrato posible de Luca Prodan, por caso) para cubrir el Mundial 78 y un ejemplar de la revista Elle con una entrevista a Guillermo Kuitca publicada en 1988 con el título que lo acompañó (¿lo acompaña?) hasta no hace tanto: “El joven Kuitca”. Se entiende que si forma parte de estos souvenirs visuales es porque el fotógrafo estuvo involucrado aunque ha decidido no colgar nada relacionado con esa producción en las paredes tipo loft de este lugar. De Kuitca apenas vemos una fotito, ahí.
Sin embargo, acaso por mi fetichismo de archivo, le estoy sacando fotos a la entrevista ya que el cuestionario resulta muy curioso, en verdad realmente entretenido. Kuitca expuso por primera vez a los 13 años (aún más joven que Berni que lo hizo a los 15 en 1920) y, así, nunca dejó de ser del todo el título de la nota. El eterno niño prodigio que pintaba mientras los otros corrían.
GK: Yo era pintor solo para el mundo adulto; a los otros chicos no les decía que era pintor, lo ocultaba.
ELLE: ¿Tenía miedo de que pensaran que era un genio bobo?
GK: A lo mejor sí, no lo tengo muy claro.
ELLE: ¿Alguna vez la pintura funcionó como un juego?
GK: No, siempre fue trabajo. Jugaba a otras cosas.
ELLE: ¿A qué jugaba el niño Kuitca?
GK: Mi juego favorito era el poliladron.
ELLE: ¿Prefería ser policía o ladrón?
GK: Me permitía ser policía para después poder ser ladrón que me gustaba más.
En el invierno pasado también encontré a Kuitca en el lugar menos pensado y sin buscarlo. Una caminata errante me llevó a la puerta de la galería Cecilia Caballero atraído acaso por el nombre insólito de la exposición: Eternos, Vol. 2. Había algo de las recopilaciones desparejas (ese pop de los padres) de los primeros 70 en ese nombre. Discos donde se mezclaban sin pudor grupos pop del Top Ten con cantantes melódicos, lo anglo con lo mediterráneo, la RAI y el festival de San Remo con el ye-ye francés y hasta algún tango perdido. Con ese mismo criterio, Eternos Vol. 2 reunía una colección de pinturas que iban de los 60 a los 90 y apenas un poquito más. Ahí fue que también apareció Kuitca, el joven Kuitca, con una pintura de 1989, contemporánea de la entrevista de Elle (“¿A qué jugaba el niño Kuitca?”) que se robaba la mirada. Era una explosión de pintura amarilla de Kuitca en la que, velada, una gota que salpica parece estar a punto de regenerarse. El alucinante Mil gotas de César Aira (donde La Gioconda se despinta a sí misma) en una imagen. Sobre el lienzo, el más conceptual de los pintores argentinos (tempera-mental) escribió la letra de “Estréchame fuertemente”, tal como Emi-Odeón había traducido “Hold me tight” (Lennon-Mc Cartney) en el segundo LP de Los Beatles. Dice, en el cuadro, en inglés, eso de “Hold me tight/let me go on loving you/tonight tonight/making love to only you/so hold me tight…” Hay que poner el oído en esa obra para terminar de verla.
Hold me tight, 1988.
El joven Kuitca (el que fue a la escuela secundaria en el peor invierno argentino) confesó una vez que prodigio y todo, nunca había podido dibujar tan bien como sus compañeros no-artistas el logo que Roger Dean diseñó para el grupo Yes. Esa frustración lo llevaría a pintar lo imposible: mapas en colchones, planos de teatros y cintas de aeropuerto vacías (todas imágenes de dinámica inmovilidad) que son una cartografía de su figura pública. Kuitca pareciera estar en un never ending tour pero la mayoría del tiempo sólo estaba pintando en su caserón de Belgrano sin que nadie lo supiera. El summum de la presencia ausente del joven Kuitca es el encargo del Teatro Colón para que pinte su gran telón. Más inadvertido (un rojo crepuscular que no llega a crear imagen del todo) que la cúpula de Soldi pero en el centro de todas las miradas.
Detalle del telón del Teatro Colón.
Hace más de veinte años que Guillermo Kuitca no expone en Buenos Aires. En la previa del opening en Malba en junio de 2002 se lo vio escaleras arriba espiando al público que iba llegando. Al rato, había escapado (Elle: ¿Policía o ladrón?). Pero se lo encuentra. Así, de golpe, sin querer (queriendo).