La producción de Joana Vasconcelos se basa en tres grandes ejes de trabajo. Uno de ellos, desarrollado por la artista desde sus comienzos, es la realización de enormes esculturas e instalaciones a partir de la reutilización de objetos cotidianos que son transformados a través de originales ensamblajes. En éstos, más allá de una clara búsqueda conceptual, nunca deja de lado el aspecto estético de los mismos, cada elemento está pensado con el máximo nivel de detalle. Otro de los ejes que Vasconcelos trabaja desde hace varios años son sus obras textiles que van desde pinturas-objetos “blandos”, a manera de relieve; pasando por artefactos cotidianos intervenidos; hasta sus Valkirias, inmensas piezas escultóricas colgantes. Por último, son sumamente relevantes sus esculturas y monumentos, muchos de instalación permanente, que pueden encontrarse alrededor del mundo, en los que se preocupa por reflotar técnicas artesanales típicas de Portugal, su país de origen y lugar de residencia actual.
De entre sus trabajos realizados con objetos y materiales de la vida cotidiana destaca La Novia (2001-2005), una de sus obras más emblemáticas. Una pieza colgante de grandes proporciones realizada a partir de 14000 tampones, engarzados con su propio hilo en una estructura de acero inoxidable, que recrea la forma de una exuberante araña. A lo lejos no se percibe con claridad que lo que aparentan ser deslumbrantes caireles son en realidad los apósitos femeninos que al conservar sus envoltorios de celofán translúcido provocan esos fascinantes destellos. Las propuestas feministas estarán, en adelante, siempre presentes en sus obras; como en Marilyn (2009), en la cual ollas y tapas de acero inoxidable configuran dos gigantescos stilettos, que impulsan a reflexionar sobre los estereotipos de la belleza femenina. En Solitario (2018), llantas de aleación cromadas en color dorado forman junto con vasos de whisky de cristal un monumental anillo de “compromiso”. Con otra temática, pero con la misma potencia conceptual, Call Center (2014 – 2016), es un gran revólver configurado a partir de teléfonos antiguos, que suenan al ritmo de una sinfonía electroacústica especialmente compuesta por Jonas Runa. Una categórica crítica a estos ámbitos laborales que pueden ser insalubres también para los receptores de esos insistentes llamados.
A la luz de estas producciones es inevitable pensar en Marcel Duchamp, a quien Vasconcelos considera una gran inspiración y de quien rescata el hecho de haber estimulado a los artistas a mirar el mundo de otro modo. Piensa que el enfant terrible de las vanguardias históricas ha modificado radicalmente el modo de producir y concebir el arte, sobre todo en el terreno de la escultura. En este sentido revisitó dos obras históricas del francés: de Fuente (1917) derivó una larga serie, iniciada en 2005, en la que unió dos orinales y los cubrió por completo con encajes y tejidos al crochet, típicos de su país. De este modo, fusiona dos de sus procedimientos técnicos más utilizados: los ready mades y las labores artesanales textiles. Otra de las obras reelaboradas es el Seca botellas (1914) a partir del cual realizó una serie de esculturas a gran escala con forma de candelabro, pero a las que añadió aquello que a la pieza originaria le “faltaba”, en este caso, botellas de champán que se incrustan en estructuras de hierro.
A lo largo de sus treinta años de trayectoria, Vasconcelos ha utilizado diversas técnicas textiles para revalorizar la habilidad manual y la laboriosidad artesanal, frente a los procesos masivos e industriales tan frecuentes en el arte contemporáneo, sobre todo en el desarrollo de instalaciones de proporciones monumentales como las que desarrolla la escultora. Esta línea de trabajo la ha llevado a colaborar con bordadoras, tejedoras y artesanas de todo el mundo. De esta manera, recrea la tradicional forma en que se solían llevar adelante estas labores ancestrales, en círculos de mujeres, con pequeñas comunidades que muchas veces se convertían, además, en espacios de intercambio y contención. Indudablemente sus Valkirias (diosas nórdicas de la guerra) son obras que realmente dejan sin aliento. Actualmente pueden verse dos de estas imponentes instalaciones colgantes, una en la estación de trenes francesa Lille-Flandres; la otra en el recientemente inaugurado The MassArt Art Museum (MAAM) de Boston. La gigantesca Simone (2019-2022), originalmente realizada para Le Bon Marché ha sido adaptada para lille3000, el prestigioso festival internacional que reúne a artistas de todo el mundo, este año bajo el lema “Utopía". Totalmente realizada a mano con lana, encajes, ganchillo, flecos y luz LED, su nombre rinde homenaje a tres grandes figuras femeninas francesas: Simone de Beauvoir, Simone Veil y Simone Hérault. Por su parte, Valkyrie Mumbet (2020), emplazada en el hall de acceso del museo de arte más nuevo de Estados Unidos, es un tributo a Elizabeth "Mumbet" Freeman, una mujer esclavizada cuya batalla judicial para conseguir su libertad en 1781 contribuyó a que la esclavitud fuera ilegal en Massachusetts.
La artista es representada por las principales galerías a nivel global y su atelier es una bullente y ajetreada factoría, con múltiples e inmensos proyectos en curso para los que están constantemente implicados una gran cantidad de artistas, realizadores y asistentes. Uno de estos grandes encargos, instalados de modo permanente es Gateway (2019), piscina realizada con la típica técnica de azulejos pintados a mano, tradición característica de su tierra, y que por su forma recuerda los volúmenes orgánicos y exuberantes de sus diosas nórdicas colgantes. Está emplazada en Júpiter Artland, un llamativo parque temático lleno de esculturas e instalaciones en Edimburgo, Escocia. En ella podemos zambullirnos y dejarnos contener por esos coloridos y gigantescos tentáculos.