Las interferencias urbanas de Graciela Sacco

La obra de la rosarina, impregnada de un fuerte compromiso social, aborda temáticas como fronteras, migraciones y exilios. Buscaba interpelar al ciudadano de a pie para generar una perturbación que rompiera la continuidad de lo esperable.
Por Ignacio Marchini

 

Desde los inicios de su carrera artística, Graciela Sacco decidió que su obra estaría destinada a explorar los vínculos entre el arte y la sociedad, invitando a reflexionar particularmente sobre la violencia política y social. No es de extrañar, entonces, que la tesis con la que se graduó en 1987 de Licenciada en Artes Visuales por la Universidad Nacional de Rosario haya sido sobre la emblemática experiencia de “Tucumán Arde”, una manifestación artística multidisciplinaria en el norte del país con una fuerte impronta política, que fue llevada adelante en 1968 por jóvenes artistas de las ciudades de Buenos Aires y Rosario. La tesis de grado de Sacco fue una de las primeras investigaciones académicas sobre la experiencia que redefinió la concepción de arte político en Argentina, y que denunció las duras condiciones de vida de las y los trabajadores de Tucumán durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía.

Siguiendo la tradición de estos jóvenes artistas, Sacco abordó, a lo largo de su carrera, temáticas como las fronteras, las migraciones y los exilios, siempre desde una visión impregnada de un fuerte compromiso social. A través del uso de la fotografía, el video y las instalaciones en la vía pública, la artista rosarina buscó salirse de las muestras de arte tradicionales, cerradas sobre sí mismas, para poder interpelar al ciudadano de a pie, buscando que se le genere una pregunta sobre su vida y sobre su rol en la sociedad, mediante lo que ha dado en llamar como “interferencias urbanas”. Si bien ha expuesto en galerías, la idea de la “interferencia” se basa en la disputa del espacio común y en la tensión existente entre los límites de lo público y lo privado, a través de la intervención del espacio para generar una perturbación que rompa la continuidad de lo esperable, alterando, por ejemplo, la publicidad en la calle.

Siguiendo la línea de la vanguardia artística de los años sesenta de la juventud de Rosario, su ciudad natal, Sacco denunció, a través de su obra, los crímenes sociales del neoliberalismo durante la década menemista y principios de los años 2000. Se valió de instalaciones, fotografías, videos y objetos, a los cuales les aplicó distintos procesos fotosensibles para imprimirles una crítica social en su superficie. Así surgieron series como Bocanada (1993-2014), donde a un juego de cucharas suspendidas le imprimió los reflejos de bocas abiertas, como una denuncia del hambre del que era víctima buena parte de la población; o Cuerpo a cuerpo (1996-2014), en la que plasmó en tablones irregulares de madera fotografías gigantes de movilizaciones tomadas de distintos medios latinoamericanos y europeos. Sus “interferencias” fueron exhibidas y re imaginadas varias veces a lo largo de los años, no solo en sus formatos originales sino que se reimprimieron en otros objetos y se las difundió tanto en galerías de arte como plazas y paredes de varias ciudades del mundo, tomando un significado diferente según el contexto y el momento histórico.

A través de quitar las referencias en las imágenes que utilizaba, Sacco enviaba un mensaje universal sobre problemáticas que atravesaban (y atraviesan) a la humanidad toda. Es por eso que en su serie Cuerpo a cuerpo no identificó de dónde provenía cada imagen y les aplicó el mismo proceso fotográfico, lo que desdibujaba los límites entre los países y las épocas, para enviar un mensaje atemporal sin fronteras, una problemática que siempre la convocó. “Con sus investigaciones y sus obras, Graciela estaba siempre un paso adelante. Confiaba en el poder de las imágenes de conmover, de transformar al público, de sensibilizar sobre distintos problemas que afectan al mundo y que, a pesar de sus sueños, no se han transformado”, sintetizó con precisión la investigadora e historiadora del arte argentina, Andrea Giunta, quien conoció y trabajó con la artista rosarina.

La muerte temprana de Graciela Sacco en 2017, producto del cáncer, nos privó de nuevas interferencias, pero esto no ha generado que su obra detenga su irrefrenable proceso de resignificación, cada vez que es exhibida; como en las exposiciones actuales que pueden apreciarse en el Museo Nacional de Bellas Artes y en el Centro Cultural Néstor Kirchner. Más allá de cualquier posición política, la obra de Sacco no deja indiferente a nadie. Sobre todo a ella, que siempre buscó escaparse de la casilla de “artista política”, como definió alguna vez: “Algunos hablan de arte político como categoría del arte. No lo entiendo. Hay arte comprometido con el tiempo que le toca vivir a uno, o no”.

 

 

 

 

 

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