Granja Gibbs (Nueva Zelanda): land art con aire maorí

A una hora de Auckland se encuentra este predio de cuatrocientas hectáreas sobre la costa del Mar de Tasmania. Decenas de esculturas y obras de gran escala conviven con paisajes de naturaleza extrema.
Por Ignacio Marchini

 

Al noroeste de Nueva Zelanda, en las costas de la Isla Norte, se encuentra uno de los embarcaderos más grandes del mundo y el de mayor tamaño del hemisferio sur: el Puerto de Kaipara. Nombrado así por la conjunción de las palabras kai y para (“comida” y “helecho real”, respectivamente, en el dialecto de los maoríes, el pueblo originario de esa región), el muelle se extiende a lo largo de más de trescientos kilómetros cuadrados de la costa del Mar de Tasmania.

Al sur del puerto es posible encontrar la Granja Gibbs, un terreno costero de cuatrocientas hectáreas que pertenece al empresario y coleccionista de arte, Alan Gibbs. Propietario de una de las fortunas más grandes de Nueva Zelanda, el hombre de negocios compró la propiedad en 1991, luego de tres décadas de recolectar obras de artistas destacados.

El gusto por el minimalismo abstracto del empresario orientó en un principio el desarrollo del proyecto, que fue sufriendo modificaciones por las características propias del lugar, dando vida a un parque de esculturas propio del movimiento artístico del land art. Para Gibbs, "el reto para los artistas es la escala del paisaje; al principio les asusta".

El proyecto fue encarado con la ayuda del arquitecto Noel Lane y un equipo de ingenieros, que diseñaron el espacio para poder albergar una colección de esculturas de envergadura pocas veces vista. Luego de veinte años de existencia, la Granja Gibbs ya cuenta con un acervo cercano a las treinta esculturas y la colaboración de casi la misma cantidad de artistas.

Entre la larga lista podemos encontrar, por ejemplo, a Anish Kapoor, un reconocido escultor que nació en Bombay pero que reside en Londres desde 1970 y que ha ganado numerosos premios desde la década del noventa. Su obra Dismemberment (2009), una especie de gramófono gigante hecho de una vasta membrana de PVC tensada entre dos elipses gigantes de acero, usa un color rojo oscuro que le da la apariencia de “una piel desollada”, según las palabras del propio artista.

También es posible visitar el trabajo de Andy Goldsworthy, un escultor y fotógrafo de origen británico que aportó su trabajo Arches (2005). Como su nombre indica, se trata de un conjunto de arcos construidos con piedra extraída en Lead Hills, Escocia, “no lejos del lugar de origen de los antepasados de Gibbs”, según reza en la web de Gibbs Farm. Inspirada en la vieja arquitectura romana, esta obra “mira hacia atrás siguiendo líneas genealógicas, de migración y tradiciones arquitectónicas, pero la escultura también tiene una inmediatez derivada de la erosión gradual de la piedra por el agua, el viento y la marea, que pone al espectador frente a frente con el carácter siempre cambiante y el poder de su entorno y el aquí y ahora”.

Otra de las obras que es posible visitar en el bucólico lugar es Pyramid (1997), de Sol LeWitt, un artista minimalista que falleció hace varios años y que centró su trabajo en la pintura, el dibujo, la fotografía y las “estructuras” (como prefería referirse a las esculturas). Una vez más, haciendo honor al nombre, la escultura consiste en dos pirámides acostadas, unidas por las bases, hechas de bloques de hormigón. “Conceptualmente simple, pero perceptualmente compleja”, sintetizan en la descripción del trabajo de LeWitt.

Una característica de toda la colección, como en todo parque de esculturas del movimiento del land art, es la tangibilidad de la forma en que el propio emplazamiento -el flujo de la tierra, el amplio y llano puerto y la proximidad del mar- se ha impuesto a los artistas que han realizado obras para la granja, moldeando, así, la experiencia de cada visitante con cada obra de arte.

 

 

 

 

 

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