En el siglo XIX, movidos por las ideas románticas que ponían el acento en la contemplación de la naturaleza en plena fase expansiva de la industria y la ciencia, los pintores impresionistas sacaron sus ateliers al paisaje, integrando la educación y el oficio artístico de raíces metropolitanas con la naturaleza. En ese mismo contexto fue que el genial y provocador Oscar Wilde patentó una frase que hoy, de tan extendida, parece de autor anónimo: “La naturaleza imita al arte”. Lo que Wilde expuso en un artículo de 1889 fue que la contemplación del paisaje rural estaba determinada por esa mirada alterada por la creación humana. Esa verdad profunda de Wilde y el gesto impresionista de fundirse en la intemperie parecen haber sido consumados por el fantástico Instituto Inhotim, en Brumadinho, Minas Gerais, a sesenta kilómetros por vía terrestre de Belo Horizonte. Una mezcla única en el mundo de jardín botánico y museo de arte contemporáneo que se encuentra en la que fue la antigua ruta de la fiebre del oro en el Brasil colonial del siglo XVIII.
En estas 140 hectáreas exuberantes y privilegiadas por los biomas de la Mata Atlántica y el Cerrado conviven 4300 especies botánicas (con la exótica “Flor Cadáver” como estrella) y más de 700 obras pertenecientes a la colección Inhotim que fue en principio la del empresario minero Bernardo Paz, a la sazón pareja de la notable artista brasileña Adriana Varejão. Lo de Inhotim suena a sigla pero el nombre de este complejo de ecología y vanguardia es mucho más sugestivo. La leyenda de Brumadinho (cuarenta mil habitantes) es que en el sitio actual hubo en el siglo XIX un emprendimiento minero cuya hacienda era controlada por un inglés llamado Timothy a quien los lugareños conocían como “Nhô Tim” o “Inhô Tim”, equivalente a Señor Tim. Tal la raíz del nombre Inhotim que empezó a funcionar en 2004 con el acervo de Paz (artistas calidad museo como Candido Portinari, Alberto Da Vega Guignard y Di Cavalcanti) y una conversión sustentable del paisaje que incluye cinco lagunas ornamentales que suman casi cuatro hectáreas en espejos de agua.
Tal el entorno en el que se pueden recorrer las diecinueve galerías que, a través de estos años, fueron sumando especies de relevancia global. Brasileños que zumban fuerte en el oído contemporáneo como Ernesto Neto, Tunga, Vik Muniz o Helio Oiticica en diálogo con referentes internacionales como Matthew Barney, Yayoi Kusama, Olafur Eliasson y Paul McCarthy. Los artistas pueden ser observados en las galerías transparentes que se disponen a lo largo del circuito pero también se mezclan con la flora marcando hitos que fueron comisionados por la institución. Beam Drop Inhotim (Gota de haz Inhotim) es uno de los site specific (obras de sitio específico) más icónicos y fue instalado por el inglés Chris Burden en 2008. Se trata de una escultura a cielo abierto de setenta y un vigas de acero y hormigón que surgen de la tierra en sintonía con las matas de restallante verde.
Elegido por los usuarios de Trip Advisor entre los mejores veinticinco museos del mundo en 2014, el Inhotim es el definitivo lugar en el mundo para que la naturaleza imite al arte.