A partir de la segunda década de este milenio, la República Popular de China se ha convertido en una especie de laboratorio arquitectónico. Particularmente, desde los Juegos Olímpicos celebrados en Beijing en 2008, el gigante asiático ha iniciado una carrera contra sí mismo para crear edificaciones cada vez más complejas y desafiantes, que lleven al límite las posibilidades del diseño y la creatividad arquitectónica.
Un ejemplo notorio de esto último es el museo de arte Zaishui, ubicado en la ciudad de Rizhao, en la provincia de Shandong, al este de China. Inaugurado en 2023, la monumental pasarela de veinte mil metros cuadrados de superficie y un kilómetro de extensión es una extraordinaria creación de la ingeniería moderna.
Emplazado sobre un lago artificial, el museo Zaishui consiste en un largo pasillo vidriado que atraviesa el cuerpo de agua casi en la totalidad de su diámetro. Como si fuera un elemento más de la naturaleza que la rodea, la monumental estructura está edificada de tal manera que pareciera que emerge de las profundidades del agua, o como si se tratara de los restos visibles de una civilización antigua que sucumbió ante una enorme inundación.
Diseñado por el arquitecto japonés Junya Ishigami, esta obra moderna pretende integrarse con naturalidad al paisaje circundante, en contraposición a los barrios vecinos, un conjunto de bloques en serie sin ninguna identidad. Está situado a la entrada de estas urbanizaciones, al costado del Río Chaohe, como una contraoferta a la monotonía de las edificaciones de concreto de los alrededores.
El edificio diseñado por Ishigami se alza sobre el estanque apoyado en pilares que parecen emerger del fondo del lago. Entre las columnas, que soportan el enorme techo de hormigón, placas de cristal permiten ver desde el interior del museo la naturaleza que lo rodea, y un sistema de aberturas posibilita que el agua entre en el interior para generar la sensación de estar en un barco a medio hundir. A pesar de su desarrollo lineal, la edificación presenta variaciones de anchura y curvatura.
Para ingresar al museo Zaishui, los visitantes deben estacionar sus autos en el lado sureste del lago y cruzarlo a pie. En invierno, cuando la superficie del lago se congela, “el agua que queda bajo el hielo ingresa al museo y forma una piscina, anticipando la llegada de la primavera”, explicó Ishigami.
En el interior del museo se encuentran lugares con exhibiciones en las que el suelo se expande, mientras que en otros sectores el piso se estrecha, rodeado por la enorme extensión de agua. En algunas partes, el techo es alto, permitiendo la entrada de luz abundante; mientras que, en otros, el techo bajo se refleja en el agua, casi arrastrándose sobre la superficie del lago.
“En este nuevo entorno natural, creado dentro de una obra arquitectónica, se percibe un paisaje en el que la escena interior da paso a la exterior”, explicó el arquitecto. “La clave para responder al desafío que tiene la arquitectura en China es verla como el ‘gigante amable’ de un paisaje y buscar una relación completamente nueva entre lo natural y lo hecho por el hombre”, consideró Ishigami. “Uno puede descubrir un paisaje natural dentro de un edificio y a través de sus características -como un nuevo exterior que nace desde el interior del proyecto- se forja esta relación amigable con la naturaleza que le rodea”, explica el ideólogo del museo Zaishui.