Colección MNBA: Abstracción, de Juan Del Prete

La obra del italiano dialoga con sus pares de la vanguardia y dispara la gran pregunta. ¿El contexto, los conocimientos previos, la posición del espectador, la ubicación de la obra, determinan la visión?
Por Manuel Quaranta

 

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Juan Del Prete nació en Vasto, Italia, en 1897 y murió en Buenos Aires el 4 de febrero de 1987. Su recorrido artístico estuvo marcado por la heterogeneidad estilística y la inmersión en múltiples corrientes y tradiciones (surrealismo, cubismo, abstracción, informalismo, expresionismo). Del Prete experimentó desaforadamente con infinidad de materiales: produjo collages y esculturas (en aluminio, madera, hierro, chapa, alambres); empleó el cartón para sus óleos, además de tela; pintó con témpera, ató piolines, realizó fotomontajes y tuvo la audaz idea de incorporar en la obra restos y deshechos sin modificar su condición de restos y deshechos. El historiador del arte e investigador Roberto Amigo escribió sobre los procedimientos de nuestro artista: "Del Prete eligió un camino propio: el de sostener su práctica desde la negación de la pureza del estilo (forma constante de relaciones y cualidades expresivas). La carencia dogmática es el principio unificador de la pluralidad de su obra, que asume el valor del proceso creativo individual más allá de los límites impuestos por la abstracción y figuración excluyentes. Fue tal vez el primero en comprender el carácter inconcluso que asume el proyecto moderno en la periferia, cuya única vitalidad posible es asumir su impedimento, ser bastardo" (1). 

 

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Abstracción tropical, de Juan Del Prete (1957).

 

A pesar de que su paso por París ocurrió cuando el surrealismo estaba en su esplendor, Del Prete nunca adhirió a manifiestos ni se identificó netamente con el programa surrealista ni el de ninguna escuela de vanguardia. Era un tipo híbrido, cismático, heterodoxo, satisfecho de su integridad poliédrica, que merodeaba el centro de la escena para luego retirarse. Marginal entre los centrales y central entre los marginales, como consecuencia de estos vaivenes quizás se entienda el relativo olvido de su figura hasta hace diez o quince años (2). 

 

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Estallido, de Juan Del Prete (1959). MAMAN Fine Art Gallery, Buenos Aires.

 

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Sala 28 del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Vanguardias europeas y rioplatenses. 1920-1945. A la derecha de Femme Allongée de Pablo Picasso cuelga Abstracción, pintada por Juan Del Prete entre 1930 y 1933, durante su estadía en París, capital del siglo XIX y de las primeras décadas del XX (la capital luego se trasladaría a Nueva York), ciudad a la que ningún artista (en sentido amplio, poetas, pintores) podía darse el lujo de no visitar si pretendía forjarse un nombre e ingresar en el círculo de los iniciados. Era un camino de ida, aunque algunos emprendieron la vuelta.

 

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Abstracción, de Juan Del Prete (1932). Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.

 

Tras su regreso de París en 1933 realiza en Buenos Aires varias muestras en las que puede anticiparse la insaciable creatividad de Del Prete. En 1935 conoce a Yente (Eugenia Crenovich) y deciden destruir al unísono gran parte de su acervo artístico, con la salvedad de que Yente preparó un registro del corpus de su partenaire antes de la destrucción. La maniobra de la pareja demuestra que destrucción y creación no son contradictorias, ni siquiera divergentes, en todo caso la destrucción es una de las formas de la creación.

La fecha exacta de Abstracción es difícil de determinar, pero se estima que fue pintada en 1932. La de Picasso, al año anterior. Explicito la datación y el espacio específico donde se ubican ambas pinturas por algo más que una mera casualidad o capricho historicista. Las pinturas no sólo dialogan, ellas conviven, se hablan al oído, son casi gemelas, si bien es sencillo apreciar las diferencias. 

 

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Mujer acostada, de Pablo Picasso (1931). Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.

 

Abstracción plantea una composición abstracta en sentido fuerte, en la que se torna una tarea titánica establecer correspondencias con la realidad exterior. En Femme Allongée era relativamente fácil reconstruir la figura de la mujer acostada, en cambio, en Abstracción, se licua el referente, o se reduce a su mínima expresión. Sí, alguien obsesionado con la figuración podría relacionar los dos círculos con las cabezas de sendos amantes, pero no funciona así. Hay una desintegración del referente que impide la correspondencia, como si dijéramos, tal vez, pero al artista lo tenía sin cuidado, ya que la prioridad de Del Prete era concentrarse en las características formales y cromáticas y en sus interrelaciones. Relaciones intra cuadro, no con el exterior: el mundo se reduce a los contornos de la pintura, el cuadro (el marco) es la propia ventana. 

Los elementos sobresalientes son, justamente, esos dos círculos, rojo y blanco, saturados, densos, espesos, y las demás formas tienden hacia una geometrización ausente en la obra de Picasso. La geometrización refuerza la calidad no figurativa. Nadie niega que, al compararlas, se puedan ver dos cuerpos o dos amantes en Del Prete, sobre todo si colocamos la pintura en posición horizontal, como la mujer acostada de Picasso. Allí sí, la percepción será afectada por la pintura más figurativa y creará en Abstracción visos de corporalidad. Sin embargo esto es una trampa perceptiva (3). La pintura de Del Prete es vertical y nada permite modificar la posición.  

 

3

Del Prete y Yente rechazaron con furor, placer y arrogancia el espíritu vanguardista. Yente estaba orgullosa por la indiferencia de Del Prete hacia el foquismo y las veleidades artísticas. El curador español Gabriel Pérez-Barreiro resalta este orgullo en el catálogo de Vida Venturosa: “Frente al dogmatismo de la vanguardia representada por Maldonado, Kosice et al., Yente y Del Prete parecían satisfechos en la posición de una cierta arrière-garde (4), al no querer renunciar a creencias indudablemente humanistas en el valor de la creación artística, el placer, el humor y la experimentación ecléctica”. Con un grado mayor de síntesis César Aira dice en la contratapa de Dibujos (1922 - 1982) Juan Del Prete, publicado por Iván Rosado: “Del Prete siempre fue un gran favorito mío, con Prior lo habíamos calificado como el primer pintor punk”.

 

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La pareja en la exposición de Del Prete en Galerie Arnaud, París (1954).

 

1. Es inevitable no retrotraerse a uno de los textos más sagaces de Jorge Luis Borges, la conferencia “El escritor argentino y la tradición”, dictada en 1951, y luego publicada en Discusión (1953): “¿Cuál es la tradición argentina? Creo que podemos contestar fácilmente y que no hay problema en esta pregunta. Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esa tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental […] Creo que los argentinos, los sudamericanos en general, estamos en una situación análoga; podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas”.

2. En arteba 2011 Roberto Jacoby y Alejandro Ros montan, sin permiso oficial, la galería Dell’Pete, un espacio vacío entre dos stands, cubierto por una cortina negra. El juego de palabras señala a Del Prete, gracias al empleo del color rosa, como precursor (forzadamente) queer. En 2022 se presenta Todo es mucho: Fernanda Laguna, Jorge Gumier Maier, Claudia Del Río y Juan Del Prete, en el departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella, curada por Santiago Villanueva, en cuyo catálogo aparece el texto de Roberto Amigo recién citado. En marzo de 2022, el MALBA expone Vida Venturosa, una retrospectiva de la pareja Yente-Del Prete, acompañada por una ingente cantidad de textos críticos.

3. Esto demuestra cómo el contexto (los conocimientos previos, la posición del espectador, la ubicación de la obra) determina la visión.

4. Así como avant-garde pertenece a la jerga militar, lo propio sucede con arrière-garde, que significa retaguardia, es decir, quienes vienen detrás. Sumo a la nota una definición, irónica y exacta, de Ricardo Piglia, en apariencia ajena a este texto, y quizás por eso, esencial: “La literatura es la vanguardia de un ejército que retrocede”.

 

 

 

 

 

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