En épocas en que todavía eran los hombres quienes transformaban la percepción que teníamos de las imágenes, hubo uno que particularmente cambió el sentido de cómo se veía la fotografía hasta ese entonces. Uno que hurgó en los límites de la representación, mostrándonos que hay mucho más allá de lo que vemos, que no todo es lo que vemos; uno que traspasó las fronteras del lenguaje fotográfico, que mezcló el imaginario con la realidad, que no se limitó a la imagen única. Ese fue el artista norteamericano Duane Michals. “Yo creo en lo invisible. No creo en lo visible. La realidad no me interesa en absoluto. Prefiero vivir en un mundo irreal, me parece más estimulante. Para mí, la realidad está en la intuición, la fantasía, y en esa pequeña voz en mi cabeza que me dice: ¿no es acaso esto extraordinario?”.
Duane Michals (18 de febrero de 1932, McKeesport, Pensilvania, Estados Unidos) es uno de los grandes innovadores de la fotografía contemporánea. Su obra desafía las categorías tradicionales del medio al combinar la imagen con la narrativa escrita, dando lugar a un arte profundamente introspectivo, cargado de simbolismo y emocionalidad.
Autorretrato, 1972.
Michals estudió arte en la Universidad de Denver y, posteriormente, diseño en el Parsons School of Design, aunque el archivo indica que no lo completó. Tomó sus primeras fotografías durante un viaje a la URSS en 1958 capturando retratos de personas en la calle. Esta experiencia marcó el inicio de una carrera autodidacta que redefinió su búsqueda hasta el presente.
A fines de los cincuenta se instaló en Nueva York como fotógrafo independiente; trabajó para revistas de moda como Vogue, Esquire, y Mademoiselle, pero su verdadera pasión residía en proyectos personales que cuestionaban las estructuras tradicionales de la fotografía documental y el retrato.
En 1965 visitó al pintor surrealista René Magritte, del que era un ferviente admirador, y es gracias a este encuentro que su obra se transforma y evoluciona.
"Si me dejo llevar por la memoria, todavía puedo sentir el nudo de emoción que me invadió cuando doblé la esquina de la Rue Mimosas, buscando la casa de Magritte. Era agosto de 1965. Tenía treinta y tres años y estaba a punto de conocer al hombre cuyas profundas e ingeniosas pinturas surrealistas habían contradicho mis suposiciones sobre la fotografía. Fue muy amable conmigo, dándome carta blanca a sus tesoros”.
De dicho encuentro surge la publicación de una serie de fotografías titulada A Visit with Magritte, donde muestra la intimidad del artista y su esposa, con un sentido del humor y una complicidad ingeniosa capaz de ofrecer la misma paradoja que buscaba Magritte en sus obras. Entre lo que es y lo que no es, el cuadro dentro del cuadro, el título evocador, la foto dentro de la foto, una nueva forma de indagar sobre lo que vemos a través de metáforas visuales.
Magritte with hat, 1965.
Para Magritte la realidad es una ilusión, incluso puede ser una trampa, y para la fotografía no es documental por naturaleza, sino teatral, casi ficticia: la cámara es una de las muchas herramientas que utiliza la humanidad para construir sus propias verdades.
“Las cosas de nuestras vidas son sombras de la realidad y nosotros también somos sombras. La mayoría de los fotógrafos centran su atención en lo obvio. Creen y aceptan lo que les dicen sus ojos, pero los ojos no saben nada. El problema es dejar de creer lo que todos creemos (que la realidad está ahí para ser fotografiada y documentada) y empezar a mirar en el alma como fuente original de nuestra experiencia fotográfica. Estar preparados a todas horas para cuestionarnos y dudar de nosotros mismos".
Así como Magritte hacía partícipe al espectador para que completara la imagen no sólo desde la contemplación, Michals hizo uso de múltiples recursos para construir universos simbólicos, para hablar de lo que quería hablar: la identidad, la sexualidad, la soledad, los desdoblamientos, la hipocresía, la existencia. Se animó a pedirle ayuda a las palabras, a la poesía, no únicamente para ponerle título a una foto, si no para potenciar lo que quería expresar.
En 1966 comenzó a dar a sus fotografías títulos escritos a mano, que con el transcurso de los años pasaron a ser comentarios cada vez más detallados, donde construía escenas narrativas. En algunos casos tomaron las dimensiones de textos literarios autónomos. Con el aporte de la caligrafía, Michals deseaba acrecentar el potencial cognoscitivo de la narración puramente visual. Al mismo tiempo, su escritura manuscrita aportaba a la fotografía un rasgo gráfico y personal. Como sucede en la inquietante imagen titulada El hombre desdichado (1976), donde cuenta la historia de un hombre que tenía prohibido tocar a quien amaba.
The Unfortunate Man, 1976.
“Había sido declarado ilegal por ley. Poco a poco sus dedos de sus manos se convirtieron en pies. Comenzó a usar zapatos en las manos para ocultar su dolor. Nunca se le ocurrió violar la ley”, se lee.
“Cuando miras mis fotografías, estás mirando mis pensamientos”, dijo alguna vez y es que su obra tiene un marcado rasgo autobiográfico. Uno que le sirvió para abordar la condición humana, el absurdo, sus propias preguntas, el lugar y el tiempo; exponiendo sus reflexiones a través de secuencias fotográficas de tres a quince fotos, como si una única foto fuera insuficiente para montar un concepto: “Yo estaba insatisfecho con la imagen única, porque no podía imprimirle una diversidad de mensajes. En una secuencia, la suma de imágenes sugiere mucho más que aquello que podría decir una sola”.
Aproximación a la obra: La condición humana (1969)
The Human Condition es una meditación sobre el tiempo y la fragilidad humana. Duane Michals lo dice en seis fotos. La vida sucede, y después, desaparece. Somos polvo de estrellas. Su obra más emblemática es también una de las más brutales: nos enfrenta a la fugacidad de la existencia sin más adornos que la luz y la secuencia. Un hombre, cualquiera de nosotros, en el metro—ese no-lugar donde la humanidad se agolpa y se ignora. En cada fotografía, el instante se desliza, la existencia se adelgaza, hasta que solo queda el vacío. La obra no explica, pero sugiere: ¿cómo percibimos nuestra propia fugacidad? ¿Qué significa ser humano? ¿Cómo nos miramos en el reflejo del tiempo? La respuesta, no está en la imagen. La influencia de Magritte aparece aquí de manera explícita, al tomar prestado el mismo nombre de un cuadro del pintor para titular esta serie, una de sus secuencias fotográficas más recordadas.
The Human Condition, 1969.
Duane Michals vive en Nueva York. Sus obras fotográficas pueden encontrarse en las colecciones permanentes del Museo Metropolitano de Arte, el MOMA, el Museo J. Paul Getty, el Museo de Arte de Filadelfia; Moderna Museet, Estocolmo, Suecia; Museo Nacional de Arte Moderno de Kioto, Japón; National Gallery en Canberra, Australia; y el Museo de Israel en Jerusalén, entre otras instituciones.