"Cuento a Petrus Paulus Rubens entre las maravillas del mundo, un pintor versado en todas las disciplinas del conocimiento".
Constantijn Huygens (diplomático holandés), siglo XVII.
Peter Paul Rubens nació en Siegen, Westfalia, (Alemania) en 1577. Sus padres, Jan Rubens y Maria Pypelincks, por ser calvinistas, habían tenido que huir de Amberes rumbo a Colonia en 1568, debido a la agitación religiosa y persecución de los protestantes por parte del duque de Alba durante el gobierno de los Habsburgo en los Países Bajos.
En 1570 Jan había sido nombrado asesor legal de Ana de Sajonia, la segunda esposa de Guillermo I de Orange, de la que además se convirtió en amante y con quien tuvo una hija llamada Christine en 1571. Por este delito de adulterio con una monarca fue encarcelado durante dos años y luego se le impuso residir en Siegen. Fue en esa localidad donde, tras ser perdonado por su esposa, tuvieron a su sexto hijo: Peter Paul. En 1589, dos años después de la muerte de su padre, Peter se mudó con su madre de regreso a Amberes. Allí se crió como católico e inició su formación artística.
Algunos detractores lo han acusado de ser un tanto "sensiblero" porque su obra está plagada de representaciones de la virgen con el niño. Teniendo en cuenta que su gestación se produjo después de que el padre fuera liberado y perdonado por su madre, gran parte de esta exaltación al culto femenino pudo estar asociada a una especie de "reverencia" maternal. Pero también a su ferviente religiosidad y a la necesidad de imágenes religiosas como política de la Contrarreforma cristiana. Dijo Rubens: "Mi pasión viene de los cielos, no de las cavilaciones terrenales".
Su primer trabajo, a la edad de trece años, fue como paje de la corte de una condesa. Era un puesto prestigioso para un joven, pero le resultó asfixiante y comenzó a formarse como artista. De 1591 a 1594 entró en el taller del maestro Adam van Noort, para luego continuar con Othon van Veen, que firmaba al estilo latino Venius.
Con veintiún años se emancipó y abrió su propio taller. Luego de las expoliaciones iconoclastas del Luteranismo, la Iglesia y los conventos flamencos empezaron a ser reestructurados necesitando pinturas y esculturas para sus decoraciones. Rubens era el indicado para ayudar a la iglesia en su hegemonía.
Tan pronto como terminó su formación en 1600, gracias a Vicenzo Gonzaga, hizo su primer viaje a Italia y España para ver las grandes obras renacentistas y clásicas que conocía por copias. Fue con una embajada de los Gonzaga para Felipe III, a quien llevó de obsequio copias de los grandes maestros italianos. Por su cultura, encanto y maestría fascinó al rey y a su poderoso ministro, el duque de Lerma. Para el monarca realizó la obra Los Apóstoles, y le dedicó un retrato majestuoso, además de rehacer algunas copias deterioradas por el viaje.
Retrato ecuestre del duque de Lerma, 1603. Óleo sobre lienzo, 290,5 x 207,5 cm. Museo del Prado, Madrid.
Durante ocho años viajó y trabajó en España, y también entre Venecia, Milán y Génova; copiando e incorporando las técnicas del Renacimiento y el arte clásico. Realizó varios encargos para los Gonzaga de Mantua, entre ellos La Trinidad, un tríptico impresionante en donde pudo verter todo el conocimiento que tomó de Miguel Angel, Rafael, Tintoretto y Tiziano.
En 1608 llegó la noticia de que su madre estaba muriendo, por lo que regresó de inmediato a Amberes, pero cuando llegó, ya había fallecido. Decidió permanecer allí. Su reputación era muy elevada, y en 1609, a los treinta y tres años, fue nombrado pintor de la corte de los gobernantes de los Países Bajos, por el archiduque Alberto y su esposa Isabel.
Un año después se casó con Isabel Brandt, hija de un abogado humanista. Tuvo un matrimonio feliz y armonioso del que nacieron dos hijos, Albert y Nicolaas. Ahora podía permitirse comprar una casa en una zona elegante de Amberes. Construyó un gran estudio para acomodar a sus alumnos y asistentes, grandes artistas como Jan Bruegel de Velours, Frans Snyders y Anton van Dick.
El principal negocio de Rubens eran los retablos, especialmente adecuados para un artista que disfrutaba trabajando a gran escala. Fue un hombre diligente y disciplinado, se levantaba a las cuatro de la mañana todos los días y trabajaba hasta las cinco de la tarde antes de salir a montar para mantenerse en forma. Mientras pintaba, quería que alguien le leyera una obra de literatura clásica. Fue un gran coleccionista de esculturas, monedas y curiosidades como una momia egipcia.
En 1616, su talento se reveló en toda su madurez con la obra cumbre El Rapto de las Hijas de Leucipo. También realizó obras formidables como la serie de Las Cacerías, El Combate de Amazonas, y la decoración de la iglesia de los Jesuitas de Amberes, destruida en un incendio en 1718. La obra que se conserva intacta es la realizada a María de Médici para el Palacio de Luxemburgo, veintiún telas que narran la vida de la reina de Francia. Entre 1622 y 1625 pasó por un período de gran inspiración y productividad. En sólo trece días realizó la gigante Adoración de los Magos para la Sint Michaelskek de Amberes, alcanzando el apogeo de su arte.
El Rapto de las hijas de Leucipo, 1616. Óleo sobre tabla, 222 x 209 cm. Alte Pinakothek, Munich.
Pero la vida lo iba a golpear duro con la muerte de su esposa Isabel, en 1626. Con la necesidad de escapar y alejarse del dolor aceptó un encargo diplomático en Londres, como mediador de los archiduques entre Francia, España e Inglaterra, que ese entonces estaban en plena Guerra de los Treinta Años. Al llegar a Londres se produce la alianza entre Richelieu y España contra Inglaterra. Por lo que tuvo que regresar a Madrid, donde reinaba Felipe IV y donde el pintor de corte era el artista entre los artistas, Diego Velázquez. Su permanencia en España fue desde 1628 a 1629, disfrutando de los triunfos como artista y complacido por el afecto que le otorgaban. Para esa época iba a realizar copias de Tiziano, pero en 1630 decidió regresar a Amberes para renunciar a su vida diplomática. En el mes de diciembre contrajo nuevamente matrimonio con la joven Hélène Fourment, hija de un rico comerciante de tapices. Tuvieron cinco hijos y un matrimonio pleno a pesar de las diferencias de edades.
De su segunda esposa también realizó una serie de retratos. Existe uno particularmente especial, La pequeña piel de 1638, en el que Helena se recubre con una piel mostrando y ocultando a la vez sus atributos femeninos. Lo que resulta llamativo es que no es una imagen idealizada, como la figura de una Venus. En este retrato aflora por encima del pintor, el hombre enamorado de su mujer, el que le rinde tributo tal cual es; por eso es una pintura muy sensual y se podría decir también íntima. En la pintura podemos observar el vientre de una mujer que ya ha sido madre, sus rodillas revelan la flacidez de la piel, y la forma de los dedos del pie derecho, Rubens ya los había retratado de la misma forma en otras obras.
Helena Fourment saliendo del baño (La pequeña piel), 1638. Óleo sobre tela, 176 × 83 cm. Kunsthistorisches Museum, Viena.
En los últimos años de su vida vivirá en la casa que le compró a su primera esposa, donde pintó una serie de paisajes encantadores. Pero también le irán disminuyendo los encargos, puesto que sufría de gota. En 1638 la enfermedad le afectó ambas manos, y ya no podía sostener el pincel. En enero de 1640 sufrió un ataque severo, y en abril de ese mismo año el artista hizo su testamento y pocos días más tarde, el 30 de mayo, falleció.
Sansón y Dalila (1609-1610)
Sansón y Dalila fue originalmente encargada por Nicolaas II Rockox, alcalde de Amberes, Bélgica, para su Casa Rockox, entre los años 1609 y 1610. Además de ser un mecenas, Rockox era amigo íntimo de Rubens. Existen dos copias preliminares de la obra, un dibujo a tinta y aguada sobre papel, y un boceto al óleo sobre tabla de madera. El último se encuentra actualmente en exhibición en el Museo de Arte de Cincinnati, mientras que el boceto a tinta está en una colección privada en Amsterdam.
Sansón y Dalila, 1609. Óleo sobre lienzo. 185 × 205 cm. National Gallery, Londres.
La técnica de la pintura de Rubens siempre ha sido admirada. La magnitud de su producción, en número, escala y calidad, fue gracias a una combinación de rapidez y habilidades. Sus obras llegaron a la actualidad en su mayor parte con la superficie y los colores maravillosamente conservados. Por ejemplo, el empaste de la llama de la vela y los mechones del cabello de Sansón parecen haber conservado el brillo y la frescura de la pintura al óleo recién aplicada.
Los componentes de la pintura se posan sobre un panel soporte de madera al igual que otros cuadros y bocetos de paneles de Rubens en los que se ha identificado la madera. El de Sansón y Dalila de la National Gallery de la National Gallery es de roble, como en la tradición de la pintura de los primeros neerlandeses. Los fabricantes de paneles de Amberes, que también fabricaban marcos, formaban una sección separada del gremio de pintores de La Guilda de San Lucas.
Los paneles de Rubens a veces llevan la marca grabada o tallada del marcador del panel, como es el caso del retrato de Susanna Lunden. La construcción del panel es bastante sencilla en comparación con otras de Rubens. En el caso de los paisajes de la National Gallery tienen sucesivas franjas de madera agregadas a los cuatro bordes del panel, aparentemente para permitirle al artista ampliar la composición pictórica en varias etapas.
Para Sansón y Dalila, la forma de composición ya se estableció primero en el dibujo preliminar y luego en el boceto al óleo, por lo que no se habría requerido tal modificación en el tamaño o la forma.
Rubens pintó uno de los cuadros más eróticos de todo el arte barroco, una representación absolutamente tangible del agotamiento poscoital. La historia de Sansón y Dalila se cuenta en El Libro de los Jueces. Ella era una mujer del valle de Soreq y él era un israelita famoso por su gran fuerza. Los filisteos, enemigos tradicionales de los israelitas, le prometieron a Dalila dinero (1,100 ciclos de plata) para descubrir el secreto de la fuerza de Sansón. Al principio se contuvo de confesarle su secreto, evadiendo una y otra vez las preguntas llenas de malicioso encanto.
Dalila: "¿Cómo puedes decir te amo cuando no confías en mí? Esta es la tercera vez que me engañas y no me cuentas el secreto de tu gran fuerza".
Pero luego de una noche de intenso amor bíblico Sansón no pudo resistir más. Fue entonces cuando Dalila descubrió que el secreto de la fuerza era su crecido cabello. Por su abatimiento y cansancio, los filisteos ingresaron al aposento para capturarlo, luego de que el barbero ejecutara el corte.
Al observar a Sansón, agotado por el acto sexual, tirado en el regazo de Dalila, se siente cierta pena por la traición. Es tan dócil su fortaleza que deja caer su brazo pesadamente, su mejilla se apoya sobre el dorso de su mano derecha y esta sobre el regazo de ella que lo observa en actitud casi maternal. La mano izquierda pareciera contenerlo, mientras el barbero corta su pelo.
Todo en la obra contiene guiños e insinuaciones. El peluquero filisteo, tiene las manos cruzadas, simbolizando el engaño. Si uno se acerca más detalladamente podrá ver en la hornacina detrás de Dalila que contiene una estatua de Venus, la diosa del amor, y su hijo Cupido. Este último se encuentra de espaldas, despojado del carcaj y la flecha, su boca está vendada, en lugar de sus ojos. La representación puede aludir a la causa del destino de Sansón y la herramienta de las acciones de Dalila.
Esta obra es una imagen tan emocionante que el artista no solo le dio vida a la Biblia, sino que "la prendió fuego". Basta con observar las sedosas fulguraciones del rojo intenso del ropaje de Dalila, un rojo que resalta tanto como un labial en los labios de una mujer, que nos permite fluir en ese espacio lleno de luz dorada tan típica de uno de los mayores maestros del erotismo del siglo XVII.
Esta atmósfera difuminada, cálida y dorada envuelve los personajes y el fondo, contribuyendo a crear la sensación de una suave sensualidad. Esta espléndida expresión de goce recuerda en cierta medida al maestro Tiziano. Cuando Rubens viajó a Italia absorbió los colores de la maravillosa Escuela Veneciana.
A menudo explotó la luminosidad del fondo de tiza sólo ligeramente modificado por el lavado de imprimatura gris o marrón, para dar luz a las áreas del cuadro finamente vidriadas y a la pintura de la carne.
Las pinturas de Rubens sobre tabla a menudo parecen tener y haber conservado una frescura y brillo de tonos que a veces faltan en sus lienzos; es por el soporte de madera que esa atmósfera dorada de sus cuadros es de un esplendor sublime.
La obra, que se exhibe en la National Gallery de Londres desde 1980, fue limpiada e investigada tres años más tarde. Se destaca por la pintura magistral y elaborada de los cortinajes y por la ausencia de pigmentos azules. Los mismos casi no juegan ningún papel en la imagen. De hecho, la única área considerable de lo que podría describirse como azul, el tapado del hombre que le corta el pelo a Sansón, no contiene ningún pigmento azul real en absoluto, y algunos toques azulados en otros lugares, como en el patrón de la alfombra, se demostró en el examen microscópico que eran mezclas de carbón negro y color blanco.
Rubens empleó laca carmín (de kermes, insecto parecido al pulgón, cuya hembra forma una sustancia colorante llamada grana), para el rojo, amarillo plomo-estaño, bermellón y ocres, además de blanco plomo y negro carbón. También se encontró un pigmento de un lago de color carmesí oscuro mezclado con negro carbón, en las sombras más profundas de las franjas de cortinas púrpura cerca de la parte superior de la imagen.
Rubens se define como la felicidad de pintar, que se observa en la vivacidad de sus pinturas, en sus luces, en la creación de dioses mitológicos diferentes, a veces graciosos y otras grotescos, en su pasión por la voluptuosidad femenina, el amor por las mujeres sin idealizar, la interpretación de la magia de lo natural.
Su influencia para la pintura francesa fue muy importante. Desde el día que los artistas franceses vieron las paredes del Palais du Luxembourg, todos descienden de este padre, Watteau, Boucher y Chardin. Para Delacroix representó la fuerza y la capacidad de un arte sin límites: "Su principal cualidad consiste en el empuje prodigioso, es decir, en la prodigiosa vitalidad. Tiziano y el Veronés son llanos junto a él", escribió en sus diarios.