El Sediento, de Luisa Isabel Isella de Motteau

Desde 1914 en el corazón de Recoleta, la obra de la escultora argentina, es una oda a las dificultades de la vida, la fragilidad de la existencia y la constante búsqueda de un futuro mejor.
Por Martín Sassone

 

Solo hay que poner la palabra agua en Google y las respuestas son más que elocuentes: “El agua es fuente de vida”. “Es un elemento fundamental para procesos corporales vitales”. “Sin beber agua no podríamos sobrevivir más allá de tres o cuatro días”. “El agua es un derecho humano”. “Nuestro cuerpo es 60% agua”. Por ser algo tan esencial es que el arte siempre la tomó como fuente de inspiración. En la ciudad de Buenos Aires, una de las obras que mejor sintetiza la necesidad por el agua es El Sediento, de Luisa Isabel Isella de Motteau.

Inaugurada en 1914 en la plaza Rodríguez Peña, ubicada en la manzana de Recoleta que conforman Avenida Callao, Marcelo Torcuato de Alvear, Rodríguez Peña y Paraguay -y diseñada por el gran paisajista francés Carlos Thays en 1893-, la escultura, otro de los tantos símbolos del patrimonio porteño, captura la esencia de la sed humana, pero no solo física, sino también espiritual y metafórica.

La obra, construida en mármol de Carrara, de alrededor de un metro de altura y ubicada en el centro de una fuente circular un tanto irregular, representa a un hombre desnudo, de musculatura robusta que inclina su torso hacia un costado, en un gesto que parece desesperado de búsqueda, y bebe agua que brota de una roca, que simboliza la dureza y las dificultades de la vida.

El Sediento fue objeto de numerosas interpretaciones a lo largo de su historia. Algunos la ven como una representación de la pobreza y la marginación, mientras que otros la consideran una alegoría de la búsqueda de la verdad, la justicia o el amor. Sin embargo, más allá de su significado específico, la obra de Luisa Isabel Isella de Motteau invita a reflexionar sobre la condición humana, la fragilidad de la existencia y la constante lucha por la satisfacción de nuestras necesidades básicas. 

Luisa Isabel Isella de Motteau (1876-1942) fue una escultora argentina pionera en su campo. Nació en Buenos Aires y se formó en la ciudad de Monza, Italia, y en la Academia Nacional de Bellas Artes de Chile. A su regreso a la Argentina, desarrolló la escultura a pedido de la Municipalidad de Buenos Aires. La mayoría de sus obras se destacan por su sensibilidad social y su profundo conocimiento de la anatomía humana. Fue el por entonces presidente Carlos Pellegrini quien la recomendó para una beca de estudios en París.

La inauguración de El Sediento despertó cierta polémica por el desnudo, pero eso no frenó su emplazamiento. Cuando eso sucedió la artista estaba perfeccionándose en Francia y no pudo volver al país porque se había desatado la Primera Guerra Mundial. Recién pudo hacerlo cinco años más tarde, en 1919. A su regreso, se dedicó a la docencia hasta que murió el 15 de enero de 1942.

El Sediento, con su belleza y profundo mensaje, seguirá exponiendo la fragilidad de los cuerpos, la necesidad de vivir y la constante búsqueda de un futuro mejor. 

 

 

 

 

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