La culpa, de Luis Torralva

La escultura de bronce del artista chileno es una composición cargada de simbolismo, que representa la condición humana de forma aterradora.
Por Martín Sassone

 

"El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, esa es la pesadilla de la vida"

Oscar Wilde

 

Apenas uno ingresa al Palacio Errázuriz, donde funciona el Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD), unos metros hacia la derecha, en la inmensidad del jardín de ese edificio estilo neoclásico francés construido hace más de un siglo, aparece una escultura tan perturbadora como cautivante: La culpa.

La obra, que también puede verse desde la vereda de Avenida del Libertador, está representada por un ser híbrido, mitad humano y mitad serpiente, que oprime a un hombre y lo asfixia. La escultura es tan vívida que transmite el agobio de una culpa real. Creada en bronce en París en 1931 por el escultor chileno Luis Torralva, la expresión del rostro del hombre es una súplica, un grito ahogado pidiendo ayuda, que estremece.

La culpa es una emoción que nos hace sentir mal, que surge de la conciencia o sensación de haber transgredido las normas éticas, personales o sociales, sobre todo cuando de la propia conducta (u omisión) derivó en un daño a una o más personas. La obra de Torralva lo representa de una manera aterradora.

Torralva fue un personaje interesante dentro del mundo del arte. Nacido en Santiago de Chile el 13 de marzo de 1902, se recibió de arquitecto en la Universidad de Chile, donde tuvo su primer contacto con el arte y la escultura. Sus años de formación los completó en París, entre 1926 y 1929, donde fue discípulo de Emile-Antoine Bourdelle, período en el que realizó casi todas sus esculturas de tamaño natural. Se inspiró en situaciones de vida, dolorosas, que materializó en otras obras como Chagrin, Nostalgia, Avaricia, Desarraigo y Evasión. También incursionó en temas religiosos como la Inquisición, con Torquemada, y el Budismo, con Siddartha. En 1936, se radicó en Buenos Aires, trajo sus obras con él y abrió un taller de escultura en el barrio de Belgrano. Falleció en Buenos Aires el 20 de mayo de 1985.

Hasta ahí, el perfil más o menos esperable de un artista del siglo XX. Pero Torralva además tuvo una destacada vida deportiva. Fue el primer tenista chileno en participar de Roland Garros, el tradicional certamen parisino. Disputó cuatro ediciones -1927, 1928, 1929 y 1931, y su mejor performance fue llegar a la tercera ronda. Junto con su hermano Domingo también compitieron en dobles. Luis también jugó la Copa Davis en dos ocasiones. Antes, en 1923, los hermanos ganaron para su país la Copa Mitre y participaron de los Juegos Olímpicos de 1924.

La culpa de Torralva nos sumerge en un universo introspectivo donde las emociones se desbordan; es una composición cargada de simbolismo que nos invita a reflexionar sobre la condición humana y el peso que el pasado puede ejercer sobre nuestro presente.

 

 

 

 

 

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