León con su caza y Leona con su cría, de Auguste Cain

El catálogo de esculturas de animales de la ciudad cuenta con estas dos obras del artista francés, que fueron adquiridas hace más de un siglo por el ilustre pintor Ernesto de la Cárcova.
Por Martín Sassone

 

En la ciudad de Buenos Aires hay incontables links artísticos y arquitectónicos que nos remiten a París. En los Bosques de Palermo, en cercanías del Rosedal, se erigen dos esculturas de bronce que muchos pasan por alto porque están ahí desde siempre y ya son parte de un paisaje que ante nuestra mirada pasajera no sufre alteraciones. Se trata de León con su caza y Leona con su cría, reproducciones de las obras del artista Auguste Cain, reconocido por su maestría en la recreación de animales. 

Las piezas originales residen en los jardines de Luxemburgo y en las Tullerías de la capital francesa. La primera, El león de Nubia con su presa, captura la esencia de la caza y se erige como una poderosa representación de la naturaleza en acción. La segunda, una tierna leona con su cría, encarna la delicadeza y el vínculo maternal en el reino animal.

En 1906, estas asombrosas réplicas fueron adquiridas por el ilustre pintor argentino Ernesto de la Cárcova, quien se destacó como el primer director de la prestigiosa Academia Nacional de Bellas Artes. Inicialmente, fueron colocadas en la entrada de La Rural, la feria de exposiciones y eventos, ubicada a lo largo de la avenida Sarmiento. Sin embargo, en 1913, la Municipalidad les dio su hogar definitivo en la Plaza Holanda.

Ambas están a metros de la bicisenda de Avenida del Libertador, separadas por unos 100 metros la una de la otra. En el medio, marcando una simetría perfecta con ambos felinos y rodeado de piedritas de ladrillo, está emplazado el monumento a Nicolás Avellaneda que Fioravanti terminó en 1935. No hay relación entre las esculturas de los leones y la obra a la memoria del prócer y ex presidente argentino, pero las tres conviven en perfecta armonía entre ciclistas, runners y los amantes del verde.

No son los únicos animales que decoran el museo a cielo abierto de la ciudad de Buenos Aires. En Parque Chacabuco está el Yaguareté de Emilio Sarguinet; en la Plaza Monseñor De Andrea, en Recoleta, sobresalen Los galgos rusos de Giacomo Merculiano; en el pasaje Chenault, en Las Cañitas, aparece la Mujer con gato de Maxime Real del Sarte; y en el Jardín Botánico se destaca La loba romana que alimenta a Rómulo y Remo. Eso sin contar la infinidad de caballos en monumentos como el del Gaucho Resero en Liniers, el del general San Martín en Retiro o el de Martín Miguel de Güemes en Núñez.

Buenos Aires y París tienen similitudes arquitectónicas, culturales y sociales que se remontan a comienzos del siglo XX y que, más allá de que con el tiempo se haya ido perdiendo ese vínculo, aún perduran con notable elegancia.

 

 

 

 

 

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