Los paréntesis de Horacio Zabala

Ya sean planos, mapas o latas de aceite, la dimensión proyectual de la disciplina es propuesta en sus obras como gesto inestable. El conceptualista que cruzó los límites entre arte y arquitectura.

 

A la gran hipérbole argentina, salud. El rosario de la autoestima patria es conocido: cuatro climas, las avenidas más largas y anchas del mundo, el ajuste más grande de la historia, ahora, como una última y cínica actualización de un libro Guinness para narcisos (capaz de inspirar una de las peores tonadas de la canción popular cuyo único mérito acaso sea instalarse como frase hecha, lugar común: la argentinidad al palo). En esa enumeración entra, por contraste, la obra de arte público más inadvertida del mundo. Afirmación empírica, por cierto, ya que eso de “mundo” se reduce a un concepto: todo lo que no sale de nuestros límites. Por lo cual se puede inferir que Espacio entre paréntesis de Horacio Zabala (1943)  es la obra de arte público más inadvertida del mundo. Y eso que son seis metros de hierro esmaltado emplazados en una esquina frenética: Florida y Córdoba

Desde noviembre de 2011, Espacio entre paréntesis es atravesada por miles de personas al día que ni siquiera reconocen su objetualidad desalienante. Basta una búsqueda de esta pieza site specific por las plataformas de expresión (para usar la expresión de Eric Sadin que reemplaza redes sociales) para constatar que no es instagrameable. No es advertida como hotspot por los turistas para inclinar el teléfono-cámara y ubicarse en ese ángulo que ya es propio de la disposición en red de los cuerpos. Nadie se va de Buenos Aires con un souvenir autoproducido junto, o dentro, del signo de puntuación resignificado por fuera del texto pero a la vez, siguiendo a Ángel Rama como una representación de la “ciudad letrada”. Un paréntesis en un texto es un elemento incidental que interrumpe el sentido pero no lo altera; este paréntesis en medio de la ciudad es pura tautología. Invita a atravesarlo y hacer un (paréntesis) en el tiempo y el espacio urbanos. 

 

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Espacio entre paréntesis, 2011.

 

Pero la invitación es tan silenciosa y árida como su autor, un conceptualista que cruzó los límites entre arte y arquitectura con anteproyectos de cárceles presentados como una denuncia de la planificación como práctica represiva. Primero en el CAyC del que fue uno de sus arietes y luego en Italia donde empezó un largo exilio de 22 años. El paréntesis, su paréntesis, encarna también esa ausencia suya de la vida diaria en Buenos Aires y ese espacio que se abre en el espesor de múltiples vacíos es el refugio de los que no están, los que se fueron. 

De cuerpo presente, Zabala parece más un arquitecto que un artista (o lo que suponemos que deberían parecer un arquitecto y un artista) pero la dimensión proyectual de la disciplina es propuesta en su obra como gesto inestable. De nuevo, las cosas son puestas entre paréntesis. Ya sean planos, mapas, botellas o, en una de sus más logradas transmutaciones, latas de aceite. En Ficciones, Zabala revisa la sutil matriz borgeana del arte conceptual proponiendo una biblioteca de latas de aceite marca “Borges”. La contemplación de esta traspolación entre góndola y estante; entre producto comestible y artefacto literario mueve a una sonrisa discreta. La mueca duchampiana actualizada por un uso del ready made que hace de Zabala uno de sus más perspicaces cómplices. Un creador entre paréntesis (su pausa tras la conmoción que le causó participar como arquitecto para la ACNUR en Ruanda) que convirtió su signo (si hay escritura en Zabala es aquí en esta incidencia que está a segundos de cerrarse) en monumento: el más inadvertido del mundo (seguimos ganando).    

           

 

 

 

 

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