Jorge Macchi y los objetos más allá de la percepción

El artista argentino subvierte con aguda imaginación el paisaje cotidiano. Su procedimiento consiste en transformar la imagen mental en imagen visible para poner en crisis el significado anterior.
Por Mariana Gioiosa

 

Al inicio de su carrera, en Buenos Aires a mediados de los años 80, los trabajos de Jorge Macchi (1963) eran más complejos y recargados. Partían de objetos encontrados en la calle, como afiches publicitarios que pintaba encima, o maderas y chapas descartadas de obras en construcción que ensamblaba. Poco a poco su cuerpo de obra fue virando hacia la simpleza y la síntesis, cobrando gran importancia también lo ausente y el componente musical. 

Estas características se pueden ver claramente en La Estatura de la Libertad, una muestra que reúne un conjunto importante de obras en la galería paulista Luisa Strina de Brasil, la mayoría de ellas producidas en los dos últimos años de pandemia. La exposición fue pensada como un libro de relatos cortos que no tiene conexiones aparentes entre sí, que sin embargo, están unidas por “un lago subterráneo” conformado por temáticas recurrentes en los intereses de Macchi: lo efímero, lo fantasmático, la representación del sonido, la subversión de la lógica y la desintegración de la imagen. 

El nombre surgió a partir de la Estatua de la Libertad y le agregué una letra, entonces ese objeto se transformó en un concepto relacionado con la libertad”, comenta el artista. Ese agregado hace referencia a la introducción de pequeños cambios en la realidad para que esta cobre un significado totalmente nuevo. En en esta muestra algo se percibe vibrando, una melodía, una presencia latente.

Uno de los ejemplos se puede ver en el colorido díptico Puntos Suspensivos que se encuentra en la antesala de la galería, dos pinturas sobre papel presentadas como una secuencia temporal. La primera representa un edificio público constituido a través de puntos y colores. En la segunda el artista ubica la misma cantidad de elementos pero distribuidos en los bordes, de tal modo que en el centro aparece un vacío y la representación se pierde, como si hubiese ocurrido una explosión. La ausencia que sobrevuela la escena se vuelve más significativa que la presencia de la materia.

 

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Puntos suspensivos, 2018.

 

Esta idea vuelve a aparecer en Debajo de la mesa, la imponente escultura que da inicio a la sala principal: seis mesas unidas a través de sus patas en forma de estrella que generan un vacío central. “Tiene cierta referencia a la escultura del infinito de Michelangelo Pistoletto, seis espejos que miran hacia adentro y crean la representación mental del infinito, pero debido a la ubicación espacial es imposible acceder a esa imagen”, analiza el artista.

 

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Debajo de la mesa, 2022.

 

En la próxima obra, Confesión Samsung y Confesión Sony el vacío se encuentra dentro. Dos simples cajas de cartón de Smart TV que fueron caladas imitando las cruces de la retícula de un confesionario. Están ubicadas en un costado para que se pueda ver a través de ellas el resto de las obras que están en el recinto.  

 

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Confesión Sony, 2021.

 

A pocos metros se encuentran tres obras a las que el artista dio el título de Presente y que intentan inmortalizar algo que sucedió y ya no está. Presente hace referencia tanto al significado de obsequio como al de momento temporal. Estas piezas surgieron como resultado de desenvolver un papel de regalo y llevar esos delicados pliegues a sólidas estructuras de metal.

 

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Presente, 2018.

 

Un muro de hormigón al que le faltan los ladrillos, conforma el esquema de un teclado de computadora cuyos huecos delatan la ausencia de las teclas. La obra Todas las Palabras del Mundo remite a la posibilidad a crear textos con las letras, pero en su lugar hay espacios vacíos.

 

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Todas las Palabras del Mundo, 2022.

 

Distribuidos en la galería, se hallan también otros trabajos que proponen cruces entre la imagen visual y la acústica como Acorde, ochenta y ocho piezas de cerámica con la forma de un piano, con ocho teclas presionadas simultáneamente que parecen formar el acorde de sol menor. “Me gusta pensar cuando veo esta obra que hay un sonido que se mantiene en el tiempo en la sala. Y como todos los sonidos que se mantienen en el tiempo no lo escuchamos”, reflexiona Macchi.

 

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Acorde, 2020.

 

También aluden a la música de manera directa una serie de obras hechas con cuerdas de piano colocados sobre una de las paredes laterales. Estas cuerdas tienen mayor y menor grosor, como si las notas que sonaran de las mismas fueran más agudas o más graves. Se trata objetos o esquemas que fueron vaciados de contenido, como en el caso del calendario en Septiembre, y que aún así evocan nítidas imágenes. 

 

Jorge_Macchi-8EdouardFraipont10022022.jpg Septiembre, 2020. 

 

Además en esta muestra el artista quiso incluir una serie de acuarelas de pequeño formato que dan cuenta del entorno que forma su cotidianeidad, como la cáscara de manzana o la viruta de la punta de un lápiz “Las acuarelas o los dibujos son la forma directa que tengo de representar el mundo que me rodea, también el punto desde donde parto para crear cada obra”, concluye Macchi.

 

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Rojo, 2021, acuarela sobre papel, 29 x 41 cm.

 

Tiempo después del encuentro con las obras de esta exhibición, como un cuento con final abierto, sus posibles sentidos y significados quedan dando vueltas en la mente del espectador. Esa melodía o una presencia latente sigue vibrando.

 

 

 

 

 

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