Museo del Arte Prohibido (España): el retorno de lo reprimido

A metros de Plaza Catalunya en el centro de Barcelona, se puede visitar este controvertido museo que alberga reconocidas obras que fueron censuradas por diferentes motivos durante las últimas décadas.
Por Ignacio Marchini

 

Veinticuatro fotografías pixeladas fueron demasiado para la Institución Ferial de Madrid. Era el año 2018 y la organizadora de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (Arco) le pidió a la coleccionista Helga de Alvear que retirara los cuadros de la galería que lleva su nombre. Las dos docenas de rostros en blanco y negro, irreconocibles de no ser por los epígrafes que acompañaban a las fotos, no eran cualesquiera. Se trataba de un conjunto de miembros de asociaciones culturales catalanas que se encontraban en prisión: integrantes de la Asamblea Nacional Catalana, ex funcionarios del gobierno de Cataluña, sindicalistas y demás activistas que estaban detenidos desde hace algunos años. ​

La polémica con la Arco 2018 no pasó inadvertida para Tatxo Benet, empresario y coleccionista español de arte contemporáneo. La obra de la discordia, Presos Políticos en la España Contemporánea, de Santiago Sierra, fue comprada por el hombre de negocios. La adquisición de estas veinticuatro fotografías censuradas por la Institución Ferial de Madrid fueron el puntapié de un proyecto que le llevaría cinco años a Benet: la creación del Museo del Arte Prohibido.

Cerca de doscientas obras que han sufrido censura, cancelaciones o ataques fueron recopiladas, entre las que se cuentan las creaciones de artistas tan trascendentes como Pablo Picasso o Francisco de Goya. La locación elegida para albergar esta colección fue la casa Garriga Nogués, un edificio histórico de España ubicado en el centro de L’Eixample de Barcelona. 

Esta joya arquitectónica de inspiración modernista de principios del siglo XX está compuesta por una planta baja y cuatro pisos. Entre los elementos señoriales que dan vida al lugar, se destaca su escalera monumental y las salas que conservan aún las decoraciones y los vitrales originales, hechos por Antoni Rigalt. Cuatro ménsulas esculpidas por Eusebi Arnau decoran la fachada del edificio, moldeadas con la forma de mujeres en diferentes etapas de su vida y que sostienen el balcón del primer piso. La casa supo pertenecer al banquero Rupert Garriga-Nogués i Miranda, que le encargó su construcción a Enric Sagnier i Villavecchia, uno de los arquitectos más reconocidos entre la alta burguesía de Barcelona.

Las pinturas, esculturas, grabados, fotografías, instalaciones y obras audiovisuales que conforman el acervo del museo fueron elaboradas en su mayoría a partir de la segunda mitad del siglo XX, si bien algunas se remontan hasta el siglo XVIII, y se trata de creaciones que fueron censuradas o denunciadas por motivos políticos, sociales o religiosos. La colección incluye obras de artistas internacionalmente reconocidos como Ai Weiwei, Robert Mapplethorpe o Tania Bruguera, así como piezas icónicas de la historia del arte contemporáneo, hechas por figuras de la talla de León Ferrari o Andrés Serrano.

Las obras con temática religiosa siempre han sido predilectas para ser censuradas, y es por eso que tenían el número cantado para ir a parar al Museo del Arte Prohibido. Tal es el caso de La civilización occidental y cristiana, de Ferrari, una crítica feroz a la guerra de Vietnam y a la narrativa civilizatoria de Occidente. Exhibida por primera vez en 1965, la figura de un Cristo crucificado en un avión de guerra norteamericano generó polémica de inmediato, y fue retirada de la exhibición de los premios Di Tella para los cuales fue pensada. A lo largo de los años, varias veces más sufriría intentos de censura, sobre todo por parte de organizaciones religiosas.

Similar suerte corrió el Piss Christ (Cristo del pis), aunque con consecuencias más graves para su creador, Andres Serrano. El fotógrafo norteamericano fue amenazado de muerte en más de una ocasión y perdió subvenciones y exposiciones debido a su obra. La pieza consiste en una fotografía de un crucifijo sumergido en la orina del propio artista. La polémica llegó a derivar en ataques a su obra en varias exposiciones, y hasta senadores de los Estados Unidos se expresaron en su contra, por considerarla blasfema.

La misión del Museo del Arte Prohibido promete perdurar en el tiempo, en tanto la libertad de expresión a lo largo y ancho del mundo es un derecho que peligra cada vez más ante los discursos radicalizados del odio y la antipolítica. Como expresan en su Manifiesto en relación a su colección, “el conjunto, lejos de acumular los estragos que el abuso de poder produce en el ámbito de la creación artística, da a conocer un potencial insólito en nuestras sociedades”.

 

 

 

 

 

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