Quiso –como el ser ecuménico que era– crear una panlengua monosilábica que permitiera la comunicación armónica de los humanos sin distinción de credos o de razas, quiso crear –en este sentido– un panajedrez para divertimento de hombres y mujeres de todas las épocas; al mismo tiempo pretendió actualizar el criollo; inventó –por si alguien lo ignora– un teclado de piano y títeres para adultos; hablaba diez, quince, veinte idiomas; fue pintor, escultor, escritor, músico, astrólogo y esoterista; nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1887. Los padres lo bautizaron Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, sin embargo pasó a la historia con un nombre compuesto por sólo tres letras, Xul, sí, hablamos del mismísimo Xul Solar.
Retrato de Xul Solar.
Xul parte a Hong Kong en 1912 con la intención de tomar los hábitos y hacerse monje, pero los caminos del Señor son insondables y lo depositan en Europa: Londres, París, Milán, Torino, Munich, allí contacta al colectivo expresionista Der Blaue Reiter, creado por Wassily Kandinsky y Franz Marc, que influenciará, rotundamente, sobre su vasta producción
Permanece en Europa entre 1912 y 1924. Conoce a Pettoruti –quien le dedica un retrato cubista en 1920–, a Picasso, a Modigliani; pinta, coquetea con dos o tres vanguardias y comprende definitivamente el valor del arte, algo que ya había comprendido de niño, cuando se propuso aprender violín. Su humor es penetrante, sagaz, irónico, como el de toda inteligencia superior.
El pintor Xul Solar, de Emilio Pettoruti (1920). Colección Castagnino+macro, Rosario.
En 1920 realiza la primera exposición individual en Milán, pero ningún cuadro se salva de la pérdida o del fervor de las manos ajenas.
En la vida de Xul reverbera el exceso: quiere aprender todo, saber todo, inventar (o mejor dicho, recrear) todo. Su inagotable curiosidad le imprime un carácter polifacético; le interesaban la astrología, las ciencias ocultas, la mitología persa y escandinava. Nada queda fuera del artero radar de su deseo.
Juego de Panajedrez, creado por Xul Solar.
Amigo de Jorge Luis Borges, el escritor de las orillas lo define como el único cosmopolita auténtico. Avisa sobre él en el catálogo de una exposición de 1949:
Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época (1).
Un año antes, Leopoldo Marechal lo había inmortalizado en la colosal (aunque hoy bastante olvidada) Adán Buenosayres, aquí un pasaje revelador del prólogo:
…podría suceder que alguno de mis lectores identificara a ciertos personajes de la obra, o se reconociera a él mismo en alguno de ellos. En tal caso no afirmaré yo hipócritamente que se trate de un parecido casual, sino que afrontaré las consecuencias: bien sé yo que, sea cual fuere la posición que ocupan en el infierno de Schultze o los gestos que cumplen en mis cinco libros, todos los personajes de este libro levantan una “estatura heroica”. El astrólogo Alejandro Schultze era Xul Solar.
Paisaje (2) es la pintura que nos convoca, fechada en 1932 y donada posteriormente por María Luisa Bemberg al acervo del Museo Nacional de Bellas Artes. Es una acuarela luminosa, casi fosforescente, plagada de formas que recuerdan al mejor Kandinsky. De la superficie surgen extrañas figuras que dominan la escena: seres imaginarios y símbolos fabulosos, pero no se interprete imaginario y fabuloso en contraposición a real, al contrario, Xul apela a la imaginación con la fantasía de penetrar en una realidad más nítida, más profunda, más real.
Paisaje, de Xul Solar (1932). Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
El Paisaje de Xul (escribir sólo el apellido –Solar– sonaría extraño) parece una manifestación galáctica, donde los seres reclaman un lugar en el mundo. El contraste de los colores impresiona, parecen festivos, pero la línea dura y algo así como la expresión de los personajes producen un sentimiento ambiguo. Quizás esta ambigüedad se deba a la corriente estética que en este caso le asignamos a Xul: el abstraccionismo mágico.
Xul era excepcional, vivía pensando y soñando –o a la inversa–. Pero no cedamos a la tentación de considerarlo un ingenuo; Rafael Cippolini, en el prólogo a la compilación Manifiestos Argentinos publicado por Adriana Hidalgo, dice: “Fue el autor de uno de los manifiestos más inquietantes que haya producido el arte argentino”. La referencia recae sobre el empleo del neocriollo (3), evadiendo mediante esta estrategia la dictadura del sentido. Profesa a su vez un vanguardismo nato:
Quien provoca un nudo de tensiones inédito en el imaginario nacional de aquellos días. Él libera al Borges del sueño dogmático de concentrar la identidad argentina en una estética única, en una única manifestación aglutinante. Con Xul Solar nace la posibilidad de presentar una idiosincrasia en plena dispersión, de múltiples conexiones y efectos caleidoscópicos (4).
Drago, de Xul Solar (1927). Museo Xul Solar, Buenos Aires.
¿Qué más decir?
¿Cómo clasificar –o para qué clasificar– su producción?
¿Hasta dónde llega el personaje, hasta dónde el hombre, hasta dónde el artista?
¿Cuál es su verdadera obra?
El 9 de abril de 1963 murió en Tigre, acompañado de Lita, su esposa, quien posteriormente declaró, “Xul no creía en la muerte, para él siempre existirá un mañana”.
A la larga, Xul Solar nos convenció.
1. El resaltado es mío.
2. A los fines de agregar una capa de sentido a la obra, y propiciando un malabarismo hermenéutico-temporal, me parece justo citar un fragmento del artículo que escribí sobre la muestra Idea fija (2022) de Daniel Leber en la galería Calvaressi: “Por fortuna, la idea fija de Daniel Leber ha tomado el camino del arte. Será ese el motivo por el cual sus pinturas brillan con un esplendor que proviene desde adentro, de un núcleo incandescente capaz de iluminar la tierra entera. Como dice Claudia del Río en el texto de sala: ‘Son pinturas encendidas todo el tiempo, sin baterías ni pilas ni corriente eléctrica ni neones ni transformadores’; son pinturas encendidas por la obsesión y el deseo”. No quedan dudas –al menos para mí– de la deuda –extraordinariamente pagada– de Leber con Xul; otro ejemplo: Grafia Antica (1939) y Ofrenda (2022).
Grafia antica, de Xul Solar (1939). Malba Colección. / Ofrenda, de Daniel Leber (2022). Museo Moderno de Buenos Aires.
3. “Los artistas plásticos muy ocupios en ser originales y personales, junto con los críticos que los siguen, como la goma sigue al lápiz, no tienen tiempo ni gana para examinar el origen de su originalidad y menos aún, el ‘yo’ de su persona, pero los filosofistas bellólogos, han de resolver por fin, ke las diversas posibles ‘escuelas’, ke se suceden y contradicen como partidos políticos en el dominio del mercado, no son sino expresiones, (formilalias), de los temperamentos básicos: los viejos cuatro con tres cualies: activo, pasivo y neutro, es decir cuatro por tres = 12”.
4. Continúa Cippolini: “Es el creador de un sistema privado de lectura, acumulado sucesivamente en sus pinturas, lenguas, juegos, arquitecturas y cálculos astrológicos (corazón de su estilo y de su plan) que suplanta las maneras de concebir las particularidades del arte argentino”.