En el futuro todos los televisores serán potenciales obras de arte. El coreano Nam June Paik (Seúl, 1932 - New York, 2006) no imaginó YouTube ni mucho menos la tecnología del streaming pero en 1965, cuando la teoría de Mc Luhan era best-seller, ya estaba pensando en cómo hacer del medio que nos mostraría que la luna no era patrimonio de la poesía y la canción un objeto, algo que fuera por encima de su función y de su programada obsolescencia.
A cuarenta años del primer aparato comercial patentado por el escocés John Logie Baird, Paik ya estaba pensando en cómo hacer de esa máquina que había desplazado al piano del siglo XIX del mobiliario social, el próximo piano: eterno como una partitura o una pintura barroca. Y lo puso así: “Es la necesidad histórica, si es que hay una necesidad histórica en la historia, que una nueva década de televisión electrónica suceda a la anterior década de música electrónica. De la misma manera en que la técnica del collage reemplazó a la pintura al óleo, el tubo de rayos catódicos reemplazará a la tela”. NJP.
Paik había escrito eso en la presentación de su muestra Electronic Art en la sucursal de la galería argentina Bonino en New York. La tapa del catálogo era un circuito a transistores y el texto se lo habían encargado nada menos que a John Cage, quien militaba junto al coreano en la vanguardia Fluxus. “¿Cinco años de garantía en su Paik TV? ¿Eso es lo que pretenden? ¿Y ya que es Arte, Qué tipo de arte es? Cambie su mente o cambie su receptor (el receptor es su mente)”.
Paik llevaba dos años trabajando con televisores como soporte, dejando atrás sus años como compositor de música electrónica en una manipulación radical de la tecnología. Los había presentado por primera vez en Wuppertal, Alemania, casi al mismo tiempo que el alemán Wolf Vostell (que en 1967 trabajaría junto a Marta Minujín en el happening Simultaneidad en Simultaneidad en el Di Tella) exponía su Television Décollage en Nueva York. Paik alteró forma y contenido de los televisores; desarrolló junto al ingeniero japonés Shuya Abe el primer video sintetizador y llevó la video-escultura a su máxima expresión con la obra Buda TV, el encuentro total entre la meditación sintoísta y la telecomunicación.
Buda TV fue producto casi de una casualidad. En 1974, la galería Bonino (que ya había cerrado su local en Buenos Aires) tuvo un bache en su programación. Convocaron a Paik para que presentase una nueva obra. El coreano había comprado una estatua de Buda del siglo XVIII en la feria de Canal Street y la convirtió en una suerte de estudio de TV. Con una cámara de video adosada a la parte superior la artesanía transmitía una imagen en una tele que se reflejaba frente a sí misma. El circuito cerrado se abría a una síntesis de la espiritualidad oriental y la fase final de la Revolución Industrial, y al mismo tiempo dejaba una forma del futuro.
No sería la del inabarcable archivo de YouTube ni la de la lógica destemporalizada del streaming pero sí la de la selfie. El Buda que medita frente a su imagen electrónica como el primero de los millones de narcisos que hoy confían su intimidad a la pantalla del smartphone en la fase final del autorretrato como género artístico. De la tela a la tele (y sus post-scriptum).