Si hacia fines de los 60, tomando en cuenta el salto que la noción ontológica de arte había pegado en los cuarenta años que fueron de la irrupción de las vanguardias a la sociedad de masas y la contracultura, Arthur Danto habló de un arte para el fin del arte, al colectivo danés Superflex le corresponde algo todavía más temerario. Para ellos, la cuestión es formular un arte para después del fin del mundo. ¿Cómo es posible concebir algo así? ¿Es la respuesta a la famosa sentencia del tiburón de Damien Hirst? Acá se trata de la posibilidad de imaginar todo lo que nos rodea sin nosotros. Superflex con sus películas en dos canales produce documentales de lo que vendrá (todo un oximorón). Un mundo que puede seguir pero sin quien sea capaz de contemplarlo, pensarlo, sublimarlo, qué tipo de mundo es. No exactamente aquel maravilloso con el que la trompeta de Louis Armstrong convocaba al sueño reparador.
En el trailer de Beyond the end of the world (2021) lo que se observa es un baño inundado sobre el que empieza a formarse un tapiz verdoso de alguna mutación con forma de alga. Un perro solitario hociquea la superficie acuosa como si nunca hubiera tenido contacto con la humanidad. Superflex lo pone de una forma acaso más dramática: “Explora este terreno posthumano con aparente curiosidad, husmeando en rincones oscuros y trotando por pasadizos vacíos que parecen laberintos: no parece extrañarnos”. Habrá que corregir entonces. Superflex documenta un arte para después de la humanidad en el mundo, entonces. La elección de los sanitarios (más allá de la posible connotación duchampiana con el mingitorio como último símbolo estético) no es casual. Superflex replica (¿reconstrucción de época? ¿de cuál?) los toilets de la Convención sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas.
Trailer Beyond the end of the world (2021)
La película fue filmada en Cisternerne, un sótano lúgubre en el complejo de museos de Frederiksberg apto para experiencias de arte contemporáneo. Al despojarlo de toda humanidad, el lugar adquiere una dimensión todavía más gótica dejando al espectador como un voyeur de un toilet en el que funcionarios internacionales despojaron su carga orgánica en medio de discusiones y acuerdos que ya sabemos, que ahora mismo ya sabemos, fueron estériles. Pero el mundo de Superflex sigue girando en un giro distópico tan sutil como el de un trazo sumi-e japonés. Lo que sigue es lo más parecido a un manifiesto que se puede leer en estos tiempos:
BEYOND THE END OF THE WORLD NO REVELA SI LA AUSENCIA DE HUMANOS FUE CAUSADA POR EL EXCESO DE CONSUMO, DESASTRES NATURALES U OTRA CLASE DE FUERZAS PERO SOLO UNA COSA ESTÁ CLARA: LA VIDA CONTINÚA SIN NOSOTROS.
El mundo no te necesita, amigo, ese es el mensaje. No hay fin del mundo tal como Danto imaginó el fin del arte ni límite para la mente humana como Hirst lo plasmó en una pieza de filosofía express y taxidermia de formol. Superflex quiere ser a National Geographic lo que Miles Davis fue a Louis Armstrong, un burbujeante ecosistema prescindente de cualquier cálculo, librado al azar, cadáver exquisito entre ruinas, especies supervivientes y, acaso, un perro, el último perro jamás domesticado. Sí, ese perro sigue allí.
Beyond the end of the world cuenta con un antecedente dentro de la propia obra del colectivo al que refiere de manera casi directa, a modo de serie. Se trata del film Flooded McDonald's (2009), en el cual construyeron una réplica a escala exacta de un local de Mc Donald's y lo inundaron progresivamente, registrando el suceso con varias cámaras.
Trailer Flooded McDonald's (2009)
Desde 1993, Superflex está formado por Jakob Fenger, Bjørnstjerne Christiansen y Rasmus Rosengren Nielsen. El colectivo se expande según las necesidades y, dicen que hasta un pez puede tener mejores ideas que ellos.