Conexión arteba, el foro desmontado de la feria de arte y dislocado de su geolocalización porteña, aportó pensamiento y creación de conocimiento, algo que había dejado de pasar en sus días de actividad comercial. El viejo auditorio donde desfilaban luminarias internacionales volvió a brillar en estos días (9, 10, 11 y 12 de abril), en San Juan y Mendoza, con un contingente de más de cien viajeros de distintas partes del país como público presencial y con una audiencia virtual global que llegó a las 6000 visualizaciones en vivo.
Todas las charlas, unas diez horas, están disponibles en YouTube. Quedaron danzando palabras y problemas, y unas cuantas imágenes poéticas. Estuvo coordinado por la directora de arteba Lucrecia Palacios y su equipo de mujeres eficaces, con la guía de dos gestores locales para conocer el arte de las provincias anfitrionas, Virginia Agote y Daniel Rueda. El título propuesto por los curadores del programa, Alejandra Aguado y Ferran Barenblit, está tomado de un verso de la poeta argentina de origen mapuche Liliana Ancalao: “El sol al mediodía del desierto: prácticas artísticas entre cielo, tierra y tiempo”. De su recital se rescata la idea de estar “abriendo las palabras con cuchillos de plata”: los términos que danzaron en el auditorio quedan flotando en la mente de todos.
Conceptos como “descentrar lo humano” y poder “pensar a los entes de la naturaleza, los ríos, como sujetos de derecho” y como creadores invitados a participar en bienales, como hizo José Roca: es el tiempo del arte inter-especies. La artista Mónica Girón propone retomar la intuición como guía, en un camino de grandes incertidumbres. Y el artista y docente Alberto Sánchez Maratta pide “hacer trenzas con los hilos de las ideas”, e invita a tocar el paisaje de diferentes maneras, con la obra de dos mujeres sanjuaninas, Procesa Sarmiento y Carolina Meló. Julia Rebouças, directora artística del Instituto Inhotim, Brasil, propone el sueño de la florestanía: en vez de pensarnos como ciudadanos, ser florestanos que conviven en armonía con la naturaleza.
De eso había bastante en el tour cultural y artístico que se realizó en la primera jornada en San Juan, con su sello de árboles gigantes y casitas bajas y jóvenes, porque es una ciudad que tiembla. En un recorrido por las joyas de esta urbe melómana, en el Auditorio Juan Victoria sonó el viejo órgano y se vio una colectiva de artistas sanjuaninos jóvenes y sus maestras. En el Teatro Bicentenario, una instalación de Carlos Gómez Centurión acercaba las montañas y los pentagramas. Puertas adentro de la sala, silencio sepulcral. Bellezas arquitectónicas relucientes, como el Museo Franklin Rawson, que alojó al conversatorio y aportó más imágenes, con su muestra permanente (tiene una rica colección) y la Bienal de Dibujo.
El arte puertas afuera, saliendo 22 kilómetros de la ciudad, está Arte Bestial, un proyecto de instalaciones de sitio específico en medio del Valle de Zonda. Entre los cerros que rodean a la Bodega Xumek, una senda de ripio permite ir descubriendo obras donde humanos y no humanos entran en franca amistad. Por ejemplo, las construcciones de barro de Charly Nijensohn son albergue transitorio para zorros y pájaros. Creado por Ezequiel Eskenazi Storey, con curaduría de Fernando Farina, es el lugar escondido donde está alojada hace quince años una de las famosas ballenas de barro y cemento de Adrián Villar Rojas (la otra está en Tierra del Fuego). Otro atractivo serán pronto los Dinobola de Nicola Costantino, cuando se terminen las obras y abra al público en mayo próximo, que remite a las raras formaciones rocosas conocidas como Cancha de Bochas, en el Parque Provincial Ischigualasto, piedras redondas, casi perfectas. Y también, la instalación creada por Mariana Tellería con troncos quemados. De la suya habló en el foro Eduardo Basualdo, una construcción inestable en lo más alto del parque, que se instala como refugio frente a lo amenazante que puede ser la naturaleza cuando, por ejemplo, el zonda sopla con todas sus fuerzas. Basualdo prefiere el encierro de su taller y llevar a espacios físicos características del espacio psicológico.
En ese mismo entorno, Gómez Centurión abrió las puertas de su taller para una cena que incluyó telescopio para mirar de cerca uno de los cielos más estrellados del país. Las nubes apenas dejaron mirarle la piel a la Luna. Era posible imaginarlo al artista subiendo solo al cerro que se dibuja en el horizonte. Él no le teme a la soledad en la naturaleza. “Se te mete el paisaje en el alma”, aseguraba.
En los artistas hay un respiro ante las ideas perturbadoras que deja el segundo bloque de charlas. La extinción es cuestión de tiempo, arroja la geóloga Carina Colombini, gracias al calentamiento global. La esperanza que deja es que seremos fósiles guía para geólogos de las especies que surjan después de la extinción humana. La conferencia de Cuauhtémoc Medina tampoco es faro de esperanza. Comenzó con la cita de John Maynard Keynes: “En el largo plazo, todos estaremos muertos” y siguió con la descripción del espíritu de época que representa el ascenso de la derecha en el mundo: la fantasía del corredor de la muerte, el sálvese quien pueda pagarse un viaje a Marte. Entre el abismo artificial y la fantasía escapatoria, nos queda poner la mirada más allá del fin de los tiempos, en una temporalidad renuente a la linealidad… aferrarse a una mirada colectiva. La artista Florencia Levy alertó de la violencia oculta en la tecnología y la contaminación encubierta. Max de Esteban, artista español con exhibición en el ECA de Mendoza, planteó directamente una estética de la extinción. En resumen, más que salvar a la naturaleza hay que pensar en salvar a la especie humana, porque después de que desaparezcamos (si seguimos así) la vida en el planeta continuará sin nosotros. Ánimos recobrados en las encantadoras propuestas de arte local como la joven galería Búnker y Artify, que funciona en un tradicional chalet de ladrillos.
Luego, un cambio de aire con el traslado del foro a Mendoza, que trajo flores y vides, un sol radiante, aguas danzantes, acequias y tranvías. En la provincia vitivinícola, el arte tiene refugio en museos como el Museo Casa Fader y el Museo de Arte Moderno de Mendoza (MMAMM), pero también en las bodegas como Terrazas y Alfa Crux. En las dos, esperaban muestras curadas por la gestora todoterreno Julieta Gargiulio. En el Museo Carlos Alonso, Mansión Stoppel, esperaba una gran exposición de dos mendocinos ilustres, Marta Vicente y Luis Scafati, y de un maestro rescatado del olvido, Juan Scalco. En Alfa Crux, la más grande cava de Latinoamérica, recibió la arquitecta Eliana Bormida, creadora de más de diez bodegas. Frente al “templo”, su coloso con capacidad para 10000 barricas, donde cuelgan como banderas las obras de Gómez Centurión, habló de la estética de lo íntimo: escuchar el silencio, sentir la caricia del sol y de la brisa.
La casa del artista Sergio Roggerone es la suma de todas las cosas bellas: del barroco al colonial, pasando por su prodigiosa pintura y la naturaleza que lo rodea. Despliega su arte en un mural de 25 metros, que se pudo apreciar más tarde en Casa Tapiz, una bodega que además aloja una increíble colección de textiles antiguos de tejedores nómades de Medio Oriente del cónsul español Ramón Blecua Casas, y la muestra de collages y tapices de Adolfo Estrada.
La última charla fue un buen cierre para los debates, con la idea de volcarse a la estética de lo ínfimo: “En el umbral de un colapso ecológico, quizás sea necesario desplazar el centro de gravedad de nuestra percepción y atender, en cambio, a lo tenue, lo intersticial, lo que se sostiene en la fragilidad de lo vivo”, propuso la filósofa Paula Fleisner. Sobre eso, sobre otros modos de vincularse con la Tierra, hablaron los artistas Florencia Sadir, Seba Calfuqueo y Lucio Boschi. “De nada estoy seguro, pero confío”, dijo Boschi, que sube cerros para pintar y escribir en sus diarios. También creó el Museo de los Cerros. Esta es una buena síntesis del foro: “El arte es una conversación constante que no llega a ningún lugar”, señalo Calfuqueo.